RRHH Digital. Paulatinamente, y sin apenas darnos cuenta, se está completando la operación de derribo de las Cajas de Ahorro, con la participación (léase connivencia) de la Banca, el Banco de España, los Partidos Políticos y el Gobierno.
Desde su nacimiento, las Cajas de Ahorros han venido cubriendo un espacio fundamental en la sociedad, en apoyo de colectivos poco atrayentes para la gran banca. Pequeños ahorradores, pequeñas empresas, comercios, pensionistas, juventud… han sido algunos de esos colectivos que han tomado impulso en la labor social de las Cajas. El patrocinio de eventos culturales, obras sociales, impulso a las actividades deportivas, etc. son una pequeña muestra del compromiso social de las Cajas, algo que jamás ha sido cubierto desde otros estamentos.
Hasta bien entrado el siglo XX las Cajas seguían siendo entidades meramente de ahorro y, a través de los Montes de Piedad, constituían una parte fundamental del sistema financiero, dando cobertura a quienes no tenían más opción que empeñar sus bienes.
La reforma de Fuentes Quintana de 1977 colocó a las Cajas en el mismo escalón de funcionamiento que a los bancos, posibilitando así un rápido desarrollo con el acceso a la distribución de productos y servicios vedados hasta entonces. Pero, al mismo tiempo, esa reforma vino a suponer la toma del control de las Cajas por parte de los partidos políticos, quienes, a través de los diversos organismos de la Administración Pública, introdujeron sus representantes en las Asambleas y Consejos de Administración.
También se reguló la supervisión de la actividad financiera por parte del Banco de España. Servido estaba el pastel para que las Comunidades Autónomas, Diputaciones, Cabildos y Ayuntamientos se sirvieran de las Cajas para financiar las promesas de sus campañas políticas. A nadie se le escapa, por ejemplo la caída en desgracia del ex presidente Sr. Blesa, por negarse a financiar más obras faraónicas de la Comunidad de Madrid.
Es a partir de entonces que empieza la operación de derribo, primero la concentración, para acumular el poder en manos de muy pocos, vía SIP o fusiones. Después la exigencia de adelgazar redes y plantillas para mejorar la competitividad. A continuación la inyección de capital a través del FROB para financiar a intereses carísimos esas exigencias. Luego la conversión en Bancos, para empezar a destruir la naturaleza jurídica, y finalmente la obligación de reforzar la solvencia, a pesar que de las pruebas de estrés realizadas por la Unión Europea fueron plenamente satisfactorias.
Ahora son los bancos, los fondos de inversión internacionales y especuladores de todo pelaje los que van a tomar el control de las Cajas, junto al Banco de España, que pretende introducir sus propios consejeros, en compensación a nuevos empréstitos públicos que sirvan para cumplir la citada exigencia de refuerzo de capital.
Es cierto que el mecanismo de financiación y control se había pervertido. Que las cajas, con la permisividad del Banco de España, el mismo que ahora arremete contra ellas sin asumir responsabilidad alguna en su situación, se habían acabado convirtiendo en entidades esclavas de los caprichos políticos, con consejeros que en la mayoría de las ocasiones no obedecían en sus decisiones más que a las consignas de los Gobiernos o Partidos que los habían promovido al cargo y con directivos que en muchos casos, por salvar la cabeza, se jugaron todo a la ruleta rusa del boom inmobiliario, o la expansión geográfica sin moderación.
Pero resulta que son éstos, políticos, consejeros y altos directivos, los que, salvo raras excepciones, mejor parados van a salir de esta operación de liquidación por derribo, mientras el sistema de crédito local echa el cierre sin haber merecido ni un plan de reconversión, ni tan siquiera un debate digno de tal nombre en el Congreso de los Diputados que garantizara al menos la continuidad de ese dividendo social, en perjuicio de los más débiles.
Y, hablando de débiles, vamos a ser nosotros, los profesionales que venimos a ganarnos honradamente el pan cada día, los que amamos lo que hacemos y cómo lo hacemos, los que estamos orgullosos de nuestra historia, nosotros seremos los que paguemos las consecuencias de tan irracional ataque a nuestras instituciones.
Nos enfrentamos a cambios, no superficiales, sino profundos. Perderemos nuestra identidad histórica, perderemos nuestro arraigo social, perderemos nuestra idiosincrasia como entidades sin ánimo de lucro, perderemos el orgullo del dividendo social y perderemos lo que más nos ha destacado siempre: estar junto a los más débiles.
Ahora mandará la lógica aplastante de la rentabilidad, del beneficio a toda costa, donde el pensionista con su libreta de toda la vida ya no interesa, porque no genera beneficios. Entraremos en la guerra de las cotizaciones bursátiles y las políticas comerciales que busquen mantenerlas, donde el pequeño ahorrador y la pequeña empresa no son clientes bienvenidos.
Seguiremos viendo a nuestras Cajas durante algún tiempo, pero no nos engañemos, es un espejismo. Ya no hay Cajas. Entre unos y otros las han acorralado, cazado y despellejado.
1 comentario en «Adios a las cajas»
Muy bonito punto de vista, pero la realidad es que los mayores problemas que he tenido como usuario de entidades financieras han sido con las Cajas, hasta el punto de tener cerrada una hipoteca y llamarme 57 minutos antes de la tasación para cambiar de forma unilateral las tarifas. O, en otro caso, exigir condiciones adicionales a las publicadas en folleto y web para acceder a un servicio…
Eso de que estaban al servicio de los débiles sería décadas atrás; en la actualidad se habían convertido en lo mismo que los bancos con el agravante del intrusismo político que se comenta en el artículo.
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