Ganar es ese concepto que nos encanta a los humanos como a un niño un helado en verano.
Ganar es bueno, perder es malo. Así nos lo han enseñado y no podría ser más espantoso.
Ganamos al comprar algo caro porque creemos que así somos mejores. Mira que somos sencillos y manejables.
A veces le ganamos al sistema durante un rato, sin embargo lo que gusta es ganar al otro o a los otros.
La literatura está plagada de frases que en las charlas de desarrollo profesional alguien grita, como por ejemplo: «Nadie se acuerda del segundo, solo del primero».
Ignatius Farray cuenta en sus insuperables monólogos que perder cuesta menos y se está más a gusto.
Y podemos entrar en un sinfín de ganar.
El ganar de Hollywood de éxito, dinero, reconocimiento, el ganar de que entre una pelota, el ganar en perder peso, el ganarle a los otros porque tú los has hecho mejor, ganar la lotería, ganar e ir a casa para decir que has ganado y que se sientan orgullosos de ti, ganar sin parar, ganar y destruir, ganar para apropiarse de una fama, de un recuerdo o de unas tierras, ganar porque no queremos perder, ganar porque solo gana uno y el resto pierden, ganar y amontonar, ganar una pareja o un amante, ganar un diploma, ganar para una promoción, ¿ganar cooperando? Es complicado, ganar mintiendo, ganar, en función del contexto es muy bueno, pero a veces no tan bueno, ganar como una obsesión, ganar como un objetivo que a veces no te deja dormir, ganar pero ¿en qué Ligas?, ganar envuelto en la diversidad y con la innovación o ganar como siempre se ha hecho, ganar adaptándonos o ganar enfadados, ganar para celebrar porque creemos en lo que hacemos, ganar porque es un deber, hacer nuestras las ganancias de los otros, como la Eurocopa, ganar beneficios pero ¿A cualquier precio?, ganar teniendo hijos, ganar sin tenerlos, ganar, ganar y ganar, ganarle a una enfermedad, el ganar a los miedos o el ganar sabiendo que algunos de ellos no les podrás ganar. El ganar al rendirse.
Si se repite varias veces, hasta resulta empalagosa la dichosa palabra.
Sin embargo, y si resulta que las victorias que creíamos tener no eran dignas. Y si los premios o reconocimientos que se dan y otros reciben no son legítimos aunque sean muy legales.
Nosotros en Awards of Happiness lo tenemos claro: una empresa gana un Dragon porque los empleados son los que responden: única y exclusivamente.
Me emocioné el día que me di cuenta que había nacido 500 años más tarde que Miguel Angel. El mismo día y el mismo mes.
Y todavía me emocione más cuando leí que su frase por excelencia era:
«El peligro no es apuntar alto y fallar, sino apuntar bajo y acertar»
Este es el mantra que nos motiva cada día a seguir creyendo en la búsqueda de la verdad que radica irremediablemente, en los colaboradores.