RRHH Digital. Ya hace algunos meses escribí un post para el blog de “persona metaplacement” en el que decía que no necesitábamos más héroes. Hablaba de la respons(h)abilidad como la capacidad de decidir, que tiene todo ser humano, ante los hechos que le acontecen.
Madrid 11 de febrero de 2011, después de varios meses de incertidumbre, el vilipendiado por los organismos oficiales de su sector, recibió el mensaje de apoyo del sr. Presidente. Tres días después y como un regalo tardío de San Valentín, nuestro protagonista recibió la buena noticia, “se archiva su caso” “Su negligencia no ha sido significativa”.
La marabunta ha dejado de rugir y “nuestro héroe” al igual que Charlton Heston, vuelve a sonreír y a pensar qué significado tiene esta situación para su futuro.
Ahora hasta los políticos de primer orden, lejos de estar callados y alejados, quieren estar a su lado y volver a encumbrarle en aquel trono del que nunca debía de haberse apeado. Incluso aunque en su primera aparición en la competición haya quedado cuarto.
Atrás quedaron las noches de insomnio, la pérdida de cabello por culpa de la tensión y el enfrentarte a tus miedos e incertidumbres.
¿Qué nos ocurre a la mayoría de los mortales cuando valoramos las acciones de personas de nuestro entorno profesional o personal?
La respuesta es que, con un alto índice de frecuencia, nos dejamos llevar por percepciones desajustadas sobre los éxitos, sobrevaloraciones de los fracasos, y, por supuesto, poco reconocimiento de los avances y muchas sentencias basadas en juicios infundados.
Ahora “la marabunta” clama “que si ha habido presión política”, “que si hay casos similares que han sido sancionados”, es decir “la marabunta” se queda en la facticidad, en lo que ha sucedido y no puede ser cambiado porque ya ha pasado.
Desde la “facticidad” solo existen dos posibles estados de ánimo, el resentimiento y la aceptación de lo ocurrido. Las acciones que se devengan desde esos dos estados nos llevan a no actuar, a quedarnos impasibles ante los acontecimientos que nos rodean y a asumir lo injusto de la situación.
En el resentimiento alguien es el culpable de lo que me sucede, ese alguien además ha cerrado determinadas posibilidades de mi vida y, por lo tanto, él es el responsable de mi situación. En esta situación nos quedamos con el proceso abierto y pensamos que quien nos ha hecho daño tarde o temprano lo pagará.
En la aceptación (que a veces incluye el perdón), nos encontramos que, como lo ocurrido no se puede cambiar, cerramos el proceso. Lo que ha sucedido en el pasado no tiene porque volver a producirse.
Nuestro “héroe”, no está satisfecho con quedarse en uno de esos estados, el sabe que el presente ha identificado el pasado, aquello que no se puede mover, en su cabeza está pensar en el futuro.
El futuro se caracteriza principalmente porque no está escrito, porque nos abre espacios para poder actuar. El futuro se diferencia del presente y del pasado en la capacidad de que sucedan cosas diferentes bien por nuestras acciones o bien por las acciones de otros.
Entramos en el campo de “la posibilidad” frente al que hemos visto de “la facticidad”. Sin embargo, dentro de esta situación debemos de distinguir dos estados diferentes.
El primero es aquel en el que creemos que las cosas pueden cambia, pero no sabemos cómo hacer para cambiarlas, y nos dejamos atrapar por “la resignación”, hagamos lo que hagamos no conseguiremos nada.
Por último, dentro de la posibilidad está el estado de la “ambición”, palabra con significado ambiguo, pero que claramente podemos decir que es la fuerza que mueve a las personas para conseguir un objetivo, es aquella fuerza que hace avanzar y que vincula los esfuerzos a un resultado.
Para mí nuestro “héroe” ha pasado por todos los estados, lo importante es que ha evolucionado hasta llegar al último, el de la ambición. Desde ahí el pasado no existe, solo tenemos presente y futuro.
Atrás quedo la tumultuosa “marabunta”, ahora queda reconstruir la imagen y seguir esforzándose en lo que verdaderamente quiere y desea, ser protagonista de su destino.
Solo decir, parafraseando a los clásicos de Roma “Larga vida a CONTADOR”.
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