¿Te has preguntado por qué en los últimos tiempos se habla tanto de las diferentes generaciones que cohabitan en las empresas? Si bien es cierto que personas de diferentes edades han estado presentes a lo largo de la historia en las organizaciones, ahora, en nuestros tiempos presentes, se convierte en un nuevo desafío para la atracción y gestión de personas.
La tecnología siempre cambia nuestra manera de ser y estar en el mundo, pero dos de ellas, Internet y WhatsApp, modificaron para siempre la forma en la que existimos y nos comunicamos. La World Wide Web (WWW) nació en la década de los años 60, y no fue antes de los noventa cuando se comenzó a introducir en el mundo de la empresa. La otra aplicación de mensajería instantánea para teléfonos inteligentes, que curiosamente empieza por la misma vocal doble, “w”, su fecha de lanzamiento inicial fue noviembre de 2009, apenas 24 años para mutar parte de la esencia del ser humano y de nuestra forma de relacionarnos, en el ámbito personal y profesional.
¿Qué es lo que realmente ha cambiado en nuestra sociedad y por qué las diferentes generaciones que conviven en las empresas son tan distintas? Hay dos razones evidentes, lo digital transformó la propia naturaleza del trabajo a mayor velocidad que antes, y un pequeño virus de menos de un centímetro, alteraron no solo el propósito de vida sino la realidad de nuestra existencia. Se ha hablado y escrito mucho sobre las características entre las generaciones, yo no las pongo ya nombre, para mi se reducen a tres: los jóvenes, los del medio y los viejos, aunque soy consciente y a pesar de estar yo en esta última franja, que llamarlos así no es políticamente correcto; sin embargo, los de menor edad, comparten un rasgo que está desafiando todas las normas y procedimientos de las empresas, y es que han perdido el miedo a expresar con claridad y transparencia su parecer sobre el trabajo. No tienen pánico a decir lo que no les parece correcto, bueno o justo, y este hecho cambia de forma radical lo que sucede en el mundo de las organizaciones. Se critica mucho a esta generación, siempre por parte de otros de mayor edad, que no tienen ni compromiso ni ganas; y les doy en parte la razón, ya que si ligamos estas dos últimas características a permanecer trabajando en silencio y sin cuestionar las reglas, carecen de ellas. Tienen una pasión que no está ligada al tiempo ni al espacio, ni a un estilo de liderazgo de ordeno y mando. Por fin la autoridad, la cercanía, la inspiración, la empatía o la ejemplaridad se hacen realidad si queremos atraer y fidelizar a un talento joven escaso más que por la cualificación, por la pesada pirámide demográfica. Y entonces se produce un choque frontal con el resto de las generaciones, las que se han callado tanto, las que han sido productivas para el beneficio de los jefes, de las empresas y de los accionistas, de los que aguantaron con unas ganas mas cercanas a las apariencias que a la realidad, a un éxito profesional que dejaba a un lado la meritocracia frente al compadreo. Muchos de los jefes de las empresas pertenecen a una generación de los resignaos como denominé en mi primer libro “Te van a despedir y los sabes”, que han sufrido mucho para llegar a un estatus que los jóvenes cuestionan.
Otra de las diferencias entre las generaciones es la cuestión relativa al tiempo y al espacio. Los jóvenes viven en la instantaneidad, atrapados por el like de las redes sociales, un entretenimiento del que no hay desconexión (me comentan que en algunas empresas todavía tienen “capado” el acceso para sus empleados a LinkedIn, X o Instagram. Tik Tok no lo habrán prohibido porque muchos no sabrán ni que existe), una inmediatez que impregna su compromiso y que está por ver si altera la productividad. ¿Tardar en contestar a un empleado más de… ¿dos horas?, ¿es viable para atraer y enamorar al talento en el mundo del doble check azul de WhatsApp? Anécdota, yo he tenido algún jefe que nunca me contestaba a los mails, y era de esas empresas que dicen que ponen en el centro a las personas, mas bien en la periferia diría yo. El tiempo de los jefes con los empleados transcurre a una velocidad muy diferente entre generaciones.
Y del espacio, para todas aquellas personas cuyo trabajo no esté necesariamente vinculado a la presencialidad, después de una pandemia que demostró que sí se podía tener productividad sin oficinilidad, ya mutó radicalmente. Dicen muchos jefes que la cultura, valores y creación de equipo no se puede hacer en remoto. Como filósofa no tengo la respuesta, pero si la necesidad de pensar que la naturaleza del trabajo ya cambió para siempre, que la productividad frente a la inteligencia artificial tiene que ser pensada de nuevo, y, por último, que enhebrar las diferentes concepciones del mundo y del trabajo, será uno de los grandes desafíos de los tiempos presentes.