Me llena de estupor que en las redes sociales, el 80% sean una banda de personas físicas reales cobardes y escondidas en apodos como Torosentado y por otra parte, bots irreales controlados por máquinas con la única intención de mancillar de odio o alabar a quien les paga de manera sibilina.
Desde que somos Sapiens nos encanta que el grupo nos aplauda y nos reconozca, pero al mismo tiempo si no gustamos y sentimos como el grupo nos critica entonces nos frustramos y consideramos que no tenemos el éxito de aceptación esperado. Son horas de psicólogo.
Estamos programados así y no hay mucho que podamos hacer.
Sin embargo, lo que se me escapa del entendimiento es que tanto los medios convencionales como buena parte de nosotros, los humanos, nos afecte y le demos bombo a las decenas de miles de comentarios como por ejemplo de Torosentado, una de las centenares de miles de cuentas anónimas y por ende, cobardes.
¿En qué momento perdimos el norte y se lo dimos a Torosentado y sus compañeros, muchos de ellos inexistentes? ¿Cómo es posible que no haya desde hace años una identidad digital regulada a nivel mundial y en cambio unos nos digan que hay que conquistar Marte (Elon Musk) y otros nos regalen metaversos donde seremos muy felices (Meta)?
Si algo nos ha caracterizado también a los humanos son nuestras ganas de rebelarse ante el aplomo tirano de cualquier poder.
Solo hay que leer un poco de historia y darse cuenta de que sino fuera por nuestra lucha hacia la libertad, seguiríamos siendo esclavos de algún faraón chalado o rey mastuerzo.
Pero, ¿qué nos ha pasado para que sigamos sumergidos en esta bañera caliente donde el anonimato cobarde y descarnado continúa ganando?
Llevamos casi quince años con esta tontería y, convencido estoy que en los libros de historia del futuro se reirán de nosotros resaltando que: «durante el inicio del siglo XXI los humanos que poblaban nuestro planeta se dejaban llevar por los comentarios de cuentas anónimas como las de Torosentado»
Y cuando algún alumno de ocho años pregunte a su profesora: «Profe, ¿hay alguna explicación respecto a semejante estúpida conducta de nuestros antecesores?»
La profe le responderá: «¿qué esperas de una sociedad que contaminó el planeta durante dos cientos años? Pues eso, que eran idiotas, como Tosentado»