23 de diciembre de 2024
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La X

DOMINGO

El portón del maletero de su todoterreno se deslizó lentamente hacia abajo y se cerró.

M. había sacado su mochila y se lo puso al hombro, preparado para la larga caminata. Todavía era temprano por la mañana y solo había dos vehículos más en el aparcamiento.

Rápidamente ajustó las articulaciones giratorias de sus bastones telescópicos y se colocó las correas de sujeción alrededor de sus muñecas. M. levantó la mirada y se dirigió hacia el comienzo de la ruta que había elegido para hoy. Mientras que se puso en marcha, las piedras crujían bajo sus botas. Inhaló profundamente el aire fresco matutino, impregnado del aroma de pinos y musgo húmedo.

Cuando había sonado su despertador a las 05:30, ya había estado despierto. La inquietud de las últimas semanas le había impedido dormir tranquilo y lo había despertado aún más temprano de lo habitual.

Generalmente no le importaba levantarse pronto. El dicho popular, que había oído repetir tantas veces a su abuela en su infancia, “el pájaro temprano atrapa al gusano” resonó en su mente. M. había madrugado toda su vida. Según él, como jefe de departamento, tenía que dar ejemplo y comenzar la jornada temprana. Sin embargo, durante las últimas semanas, le costó salir de la cama. El reciente cambio de liderazgo en su empresa le hacia temer no sólo perder su reputación de jefe estricto, sino su puesto.

Frunció el ceño. «Comportamientos obsoletos», le había dicho el joven consultor de recursos humanos, cuando revisaron los resultados de su análisis de estilo de liderazgo al que le habían invitado amable, pero firmemente desde la dirección.

M. aceleró el paso y notó cómo aumentaban sus pulsaciones. Debería integrar más a las nuevas generaciones en su equipo, entender la mentalidad de los millennials y centennials e ir más con el flow, le había aconsejado el consultor incapaz de articular una frase sin hacer uso de un anglicismo.

M. notó cómo se alteraba, sumergiéndose en su acumulada frustración. ¿Qué esperaban de él? Había estado dirigiendo su departamento durante más que veinte años, siempre de forma exitosa. Incluso durante las crisis económicas y la pandemia había superado sus objetivos. Y ahora, de repente la empresa quería ser más moderna, más tecnológica, más humana.

Tras la jubilación de Antonio, su jefe de siempre, un nuevo CEO de 42 años se había incorporado. Gracias a su excelente preparación académica y experiencia profesional elevaría a la empresa al siguiente nivel, habían dicho el día de su presentación. Con un doctorado, dos másteres, uno de ellos cursado en EEUU y un inspirador año sabático en una ONG en África, poco podía ser su experiencia profesional de “pico y pala” había pensado M.

Un mes más tarde cambió todo. Se lanzó una nueva estrategia empresarial, sustituyendo compañeros de siempre por desconocidos expertos en operaciones, marketing y recursos humanos.

M. caminó más rápido y clavó las puntas de sus bastones de senderismo con furia en la grava. Perlas de sudor se formaron en su frente.

La simple formula “trabajar por un salario decente ya no es suficiente», había explicado la nueva directora de recursos humanos en una reunión de gerentes. Según ella, los empleados buscaban una visión inspiradora con propósitos sociales y medio ambientales. Querían tener una misión importante, influenciar al rumbo del mundo – como si fuéramos todos James Bond, había pensado M. durante la charla.

Las personas de hoy querían convivir en un ambiente ético y compartir altos valores. La nueva realidad era comprometerse pero de forma flexible, estar enganchado pero manejando apropiadamente el work-life-balance, según las frases proyectadas a una gran pantalla. Querían tener todos un rápido desarrollo personal y hacían falta planes de carreras alineados con un complejo sistema de remuneración – justo para todos pero respectando la diversidad. Todos los empleados debían convertirse en embajadores de la empresa y fans de la marca.

A parte del cambio humano avanzaba la inteligencia artificial decía la chica. Un gran cambio inminente que debía ser impulsado positivamente por todos. A M. le sobrepasaba tanta información e ímpetu. Parecía como si todo a partir de ahora fuera una cuestión de vida o muerte y ellos, los oyentes, la tripulación de una expedición espacial, conquistando nuevas esferas.

M. se paró y miró a sus botas de senderismo firmemente ancladas en la tierra arenosa. El sol comenzó a brillar a través de las copas de los abetos y los pájaros cantaban. Pronto iba a alcanzar el límite de los árboles donde la retama salvaje reemplazaría al bosque de pinos.

«Disculpe», le llamó una voz femenina desde atrás. «¿Es este el sendero que lleva a la cumbre?» le preguntó una mujer joven que se encontraba en una intersección del camino. M. se detuvo y asintió. «Sí, estás en el lugar correcto», le respondió.

Entonces la reconoció: era la nueva directora de recursos humanos de su empresa que había dado la charla. ¡Uff, lo que le faltaba!

La joven parecía no reconocerlo. ¿Cómo podría hacerlo? Había sido uno de los muchos participantes en su reunión y había estado en una de las últimas filas. «¿Te importaría si te sigo?» preguntó la joven. «Sabes, me mudé aquí hace poco debido a un cambio de trabajo. Me gusta hacer senderismo, pero aún no conozco la zona y no conozco a nadie a quien unirme.»

Él, aún sorprendido por el encuentro casual, asintió, «sí, sígueme, pero no camino especialmente rápido», dijo. «No me importa», le respondió ella con una sonrisa cansada. «Quiero disfrutar de la naturaleza y pensar un poco, no me importa la velocidad.» Él asintió y comenzó a caminar. Ella le siguió.

Después de unos metros caminados juntos en silencio, M. se dirigió a ella. «¿Sobre qué estás reflexionando, si te puedo preguntar?» «Claro que puedes», dijo ella. «Empecé hace unos meses en un nuevo puesto, como responsable del departamento de recursos humanos de una empresa algo conservadora. Siento que no conecto con los empleados mayores y que mis propuestas no son bien recibidas. No estoy segura si voy por buen camino…“

«¿Qué propuestas has hecho?» preguntó M. «Bueno, la empresa funciona bien, pero necesita renovar su estilo de liderazgo. Además se va a crear un departamento digital para implementar herramientas de inteligencia artificial, que automatizarán algunos procesos obsoletos para ser más eficientes. Esto mantendrá a la empresa competitiva y permitirá que los líderes tengan más tiempo para sus equipos y para pensar de manera innovadora. Mi tarea es contratar empleados para el nuevo departamento y asegurarme de que se integren con éxito y trabajen mano a mano con los líderes antiguos.»

M. observó a la joven. De repente, se vio a sí mismo en ella, cuando hace unos 15 años propuso a un superior mayor una nueva máquina, pero este la rechazó rotundamente con el argumento de que «todo funciona bien, ¿para qué la vamos a reemplazar?». Todo había seguido funcionando bien con la vieja máquina, era cierto, pero desde el punto de vista actual, podría haber funcionado mucho mejor con una nueva.

«¿Qué les hace resistentes al cambio a tus líderes mayores?» preguntó M. pensativo.

«Sabes, creo que nos acomodamos en nuestras costumbres, rutinas y procesos conocidos. Fuera de la zona de confort, nos enfrentamos a dudas, incertidumbre y a la pérdida del control. Como nunca sabemos exactamente qué viene después de un cambio, nos aferramos a lo que conocemos. No queremos cambiar algo que funciona por algo incierto y arriesgado. Creo que es eso lo que les pasa.»

M. asintió y se detuvo en el empinado camino. «Sí, tienes razón», dijo respirando profundamente, «el cambio es necesario para que las cosas avancen, de lo contrario no habrá progreso.» Se miraron y la joven sonrió. «Exacto, así es, tú sí lo entiendes», dijo ella. Ambos se miraron, exhaustos, apoyándose en sus bastones de senderismo con caras sonrojadas del esfuerzo.

«La cumbre está a solo unos pocos metros», dijo M. a la joven. «Lo lograremos juntos, ¿qué dices?» Ella asintió y ambos continuaron caminando. Al llegar a la cima, se sentaron juntos en una roca al sol y compartieron sus provisiones.

LUNES

Ya comenzaba la nueva semana laboral y como era habitual, la joven, Victoria, se dispuso a abrir su correo electrónico. “A ver qué ha pasado durante el fin de semana” pensó. Dentro de su bandeja de entrad, típicamente saturada, destacó una convocatoria de un remitente de su empresa, a priori desconocido:

To: Smith Álvarez, Victoria

From: Hernández Serrano, Martín CC: all_departmentmanagers

“No, lo que me faltaba, otra reunión…” pensó Victoria mientras que abría el directorio de empleados para ponerle cara al remitente. Cuando la ficha emergente apareció, le reconoció: ¡era Martín, su compañero de camino!

“Se convoca a una reunión extraordinaria para establecer acciones de apoyo concretas para los inminentes cambios entre el departamento de operaciones y el departamento de RRHH”, leyó.

Victoria sonrió y abrió la hoja Excel dónde había anotada los posibles candidatos a salir de la empresa por falta de compromiso y quitó la X detrás del nombre Martín Hernández Serrano.

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