Las empresas están afrontando desafíos que les están pillando a pie cambiado. Las nuevas generaciones, que cada vez parecen sucederse una a otra de manera más rápida y que luchan entre ellas por tener un nombre más impactante, crean debates abiertos en las empresas, que necesitan entender su lugar para poder tomar decisiones que las integren a todas.
No hay soluciones mágicas que resuelvan las situaciones a las que las empresas se enfrentan, ya que dependen de tantos factores (sector, tipo de trabajo, dispersión…) que sería necesario hacer un estudio individual de cada caso para crear un diagnóstico individualizado. Pero sí es posible crear un marco de referencia útil para conducir el debate. Y para ello volveremos a Maslow, con su pirámide de la jerarquía de las necesidades humanas.
Las empresas, como la sociedad, como las personas, evolucionan. Se centran en cubrir las necesidades de las personas de manera ordenada, solo acudiendo al siguiente peldaño una vez superado el anterior. Toda evolución es un proceso que debe seguirse paso a paso.
Parece que todo comenzó con ellos, pero los boomers también fueron aprendices en su momento, y se encontraron con una generación anterior en los mandos de la empresa con la que no se entendían del todo bien. El tiempo es cíclico, también dentro del mundo empresarial. La generación boomer, cuando accedía al mercado de trabajo, se contentaba con tener un puesto que cubriera las primeras etapas de la pirámide de Maslow. Dios mío, que me paguen lo suficiente para comer y poder cotizar para que, si me pasa algo, pueda ir al médico con mi cartilla de la Seguridad Social. Querían cubrir sus necesidades fisiológicas y de seguridad.
Las empresas fueron desarrollándose y los boomer fueron creciendo en ellas. En la siguiente generación cuando alguien fichaba por una empresa se daba ya por supuesto un sueldo y una cobertura médica y de seguridad. La generación X tuvo una seria competencia para obtener un buen puesto de trabajo, era la generación JASP. Estaban dispuestos a dar lo que fuera por ocupar ese trabajo, lo que fuera para superar un proceso de selección y ser aceptado, que no es más que la siguiente etapa de la pirámide de Maslow. Los años en los que nos preguntábamos en qué trabajabas, y aquel cuya respuesta tuviera un nombre más exótico ganaba.
Un paso más. La siguiente etapa de Maslow es la necesidad de reconocimiento. Y aquí aparecen la generación Z, los millennial, los top of the tops. Que han superado lo de ser aceptados, pues… ¿Quién no va a quererlos a ellos? Por favor… La empresa desarrolla entonces sus políticas de reconocimiento, que les suenan extrañas a los boomers y a los X, pero qué sabrán, si no tienen idea de nada. Las empresas deben darse cuenta de la suerte que tienen de tenerlos a ellos. Son el futuro.
Las empresas evolucionan, cambian para dar cabida a las necesidades de cada generación que va llegando. Y de repente… llegan los centennials. Y es que… sí, todo lo demás está muy bien, pero… ¿Por qué no hay gimnasio en el edificio? ¿Por qué tengo que hacer estas tareas, si no me gustan? ¿Dónde están los webinars de nutrición? Los centennials están en la cúspide de la pirámide de Maslow: la autorrealización. Las preguntas en las entrevistas no son sobre los proyectos a realizar, si no sobre los días de vacaciones que me corresponden, y de si puedo teletrabajar. ¿Cuántos días a la semana has dicho?
Los boomers ya han tirado la toalla, y piensan que los demás están todos locos. Los X creen que esta gente debería echar más horas, y los millennials que los centennials no son para tanto, mientras postean en LinkedIn que su tiempo aún no ha pasado.
Las empresas están ahora mismo lideradas por boomers, que han desarrollado un camino de años de trabajo para, si es el caso, llegar a su propia autorrealización. Y tienen que gestionar la llegada a la empresa de generaciones que ya han superado todos los peldaños de la pirámide de Maslow, y solo les queda el explorar la autorrealización. Y las dudas vienen a la hora de decidir si esto es lo correcto, o lo justo, o lo adecuado. El debate sobre el pasado y el futuro, sobre el camino a desarrollar y el cuestionamiento de las necesidades de cada generación debe ser el camino para entendernos unos a otros.
La preocupación futura vendrá cuando nos demos cuenta de que Maslow definió la autorrealización como la cúspide de la pirámide. Lo que viene después es lugar inexplorado y ni siquiera imaginado.