Cada cierto tiempo, pero siempre con frecuencia, procuro escaparme con la familia o con amigos por la Comunidad de La Rioja, reconocida como la capital vitivinícola de nuestro país. Una tierra donde el vino que se produce se considera, no sólo una bebida que ha de disfrutarse, sino que es parte de la cultura que desde allí se exporta al mundo. Sus paisajes, su patrimonio cultural, su prestigiosa gastronomía y la enología nos sigue sorprendiendo y obligándonos a regresar con cierta periodicidad.
¿Y qué puede inspirarnos esta hermosa tierra para hablar de lo que esperamos en este 2024 que acabamos de comenzar?
Pues de esos múltiples viajes por la comarca, puedo afirmar que el crecimiento económico y la actividad vitivinícola siempre me han revelado interesantes similitudes.
Desde el punto de vista de las previsiones macroeconómicas, podemos asegurar que se nos presenta un horizonte más pesimista y donde, a pesar del contexto global, debemos encontrar oportunidades y desafíos. Las proyecciones apuntan hacia un crecimiento mucho más moderado y contenido que en 2023. La desaceleración, desinversiones y caída del empleo amenazan un deterioro de la coyuntura económica. Esta situación incierta comparte similitudes con el cuidado y cultivo de los viñedos, en los que la paciencia y la atención meticulosa conducen a cosechas de gran calidad.
Como sucede en la producción de vino, la diversificación de la economía desempeñará un papel crucial para su progreso. Los países que logren equilibrar sus «cepas» económicas, invirtiendo en tecnología, sostenibilidad y educación, cosecharán los frutos de la resiliencia ante posibles adversidades.
La madurez de las uvas refleja la madurez económica que perseguimos. Así como las uvas necesitan tiempo para alcanzar su pleno potencial, la economía prospera con políticas a largo plazo y la construcción de bases sólidas. Las crisis económicas pueden compararse a las heladas inesperadas que amenazan la viña, pero la resiliencia y las estrategias adecuadas nos permitirán superar estas adversidades.
Cuando hablamos del concepto “sostenibilidad”, podemos aplicar este concepto clave tanto al mundo del vino como a la economía. Las bodegas de vino buscan prácticas agrícolas sostenibles para preservar la tierra donde crece la uva y producir así vinos de calidad. De manera similar, la economía del 2024 abrazará la innovación sostenible, reconociendo que el crecimiento económico debe ir de la mano con la responsabilidad ambiental y social.
Y como sucede con la vendimia, en el ámbito de los recursos humanos, el 2024 marcará una transición hacia modelos más flexibles y centrados en el talento. La fuerza laboral del futuro se asemeja a esa cuidada cosecha de uvas, donde la diversidad de habilidades y la adaptabilidad son clave. Las tecnologías emergentes, como la inteligencia artificial y el aprendizaje automático, actúan como los modernos toneleros del sector de recursos humanos. Así como un tonel de roble mejora la calidad del vino, estas herramientas optimizan la gestión del talento, facilitando la identificación y el desarrollo de habilidades.
Deseo que el 2024 sea un año en el que la economía y los recursos humanos converjan en una danza armoniosa, como la fermentación y crianza de un buen vino. Con la paciencia de un viticultor y la agilidad de un líder de recursos humanos, se revelará el maridaje perfecto, el camino hacia el éxito a través de la adaptabilidad, la innovación y la resiliencia.
Para finalizar y terminando con un buen sabor de boca, brindo con todos los lectores de RRHHDigital por un próspero año lleno de éxitos. Feliz 2024!