Que entre los jóvenes existe una vocación solidaria y un compromiso con las causas sociales y ambientales queda patente al comprobar que son uno de los segmentos de población que más se implica en acciones de voluntariado. Según el XI Estudio sobre Voluntariado Universitario de Fundación Mutua Madrileña, en el que han participado 41 instituciones universitarias (el 44% del total), cerca de 19.500 alumnos colaboraron en iniciativas de voluntariado durante el pasado curso 2022-2023. Esto supone un 13% más que el curso anterior. Y de las 77 organizaciones no lucrativas que también han intervenido en el estudio, el 98% reconoce contar con voluntarios universitarios, representando para 2 de cada 10 entidades el 50% del total de su red de voluntariado.
Lo que no está tan claro es que estos jóvenes vean las ONG como un lugar en el que trabajar profesionalmente. Y, sin embargo, el denominado Tercer Sector es un nicho de empleo más a tener en cuenta cuando uno se propone ingresar en el mercado laboral. Si tomamos como referencia los datos de la Plataforma de ONG de Acción Social, la cifra de personas empleadas en entidades no lucrativas asciende a 528.000. Y el último Barómetro de Deloitte afirma que los ingresos que mueven los proyectos de acción social representan el 1,41% del PIB nacional.
Evidentemente, las asociaciones y fundaciones, al igual que el sector privado, demandan talento, personal cualificado para llevar a cabo sus actividades, ya que funcionan prácticamente igual que una empresa; con los mismos requerimientos de gestión, aunque tal vez con menos recursos y más necesidad de activar el ingenio para poder hacer más con menos.
Es decir, hacen falta directivos y gestores de la organización y de su departamento financiero, expertos en dirección y ejecución de proyectos y programas, profesionales del área de Comunicación y Marketing con competencias digitales, personal especializado en fundraising o captación de fondos, profesionales formados en legislación… Un perfil cada vez más solicitado es del experto en medición de impacto, pues para el Tercer Sector cada vez es más importante poder poner cifras a lo que hace, a lo que es capaz de conseguir mediante sus acciones. Y por supuesto, dependiendo de la actividad de la ONG, también se necesitan trabajadores sociales, educadores, terapeutas, psicólogos…
En lo que no se parece tanto a la empresa privada es en las remuneraciones. Según la muestra del citado Barómetro de Entidades No Lucrativas de Deloitte, el salario bruto medio de un directivo se sitúa en torno a 35.000€, y en 27.000€ para un mando intermedio; un cargo técnico estaría cobrando unos 20.000€ brutos anuales, y el personal administrativo alrededor de 18.000€.
Sin ser las cifras que se barajan en las compañías, sin duda es una alternativa más a tener en cuenta a la hora de trabajar. En este caso, con la ventaja indiscutible de saber que detrás de nuestro trabajo hay un fin solidario, un propósito que da sentido a nuestro esfuerzo, y la satisfacción personal de poder aportar un impacto positivo a la sociedad y mejorar las condiciones de vida de muchas personas que realmente lo necesitan.
Otro aspecto positivo que caracteriza al empleo en el Tercer Sector es la paridad de género. Según el último estudio ‘La presencia femenina en el Tercer Sector’, que cada año elabora la Fundación Lealtad, el 49% de los miembros de los patronatos y juntas directivas de las organizaciones no lucrativas son mujeres. Y el 53% de las ONG españolas están dirigidas por una mujer (por ponerlo en contexto, en las empresas cotizadas la presencia femenina en los consejos de administración es del 29%, y las mujeres representan el 25% de los catedráticos universitarios). Si hablamos del resto del personal, según datos la Plataforma de ONG de Acción Social, en las entidades no lucrativas el 78% de los puestos de trabajo los desempeñan mujeres, frente al 41% en el caso de las empresas.
Formación especializada
En los últimos años, este sector ha avanzado mucho hacia su profesionalización, y hoy en día sus empleados presentan altos niveles de formación y capacitación. Paralelamente, exigen una elevada cualificación a las personas que van a incorporarse al equipo de la organización, y no siempre les resulta fácil encontrar talento especializado. Y eso que han ido surgiendo diversas titulaciones dirigidas específicamente a formar a expertos en el Tercer Sector.
Diversas universidades y centros formativos disponen actualmente de grados y posgrados en dirección y gestión de asociaciones y fundaciones. Hoy día es posible cursar másteres en dirección de entidades no lucrativas, en captación de fondos, en gestión de proyectos sociales, en gestión y medición del impacto social o en comunicación de entidades sociales.
En estos cursos se aprende cómo construir la estrategia de la entidad, cómo llevar una adecuada gestión financiera, la relación de los órganos de gobierno con los grupos de interés, cómo realizar su propia evaluación de desempeño y la rendición de cuentas de la organización, entre otros muchos aspectos. Y a prepararse para llevar a cabo una buena gobernanza basada en la transparencia y las buenas prácticas.
En definitiva, del mismo modo que lo hacemos para trabajar en el sector privado, es posible formarse y especializarse para ser el mejor profesional dentro del Tercer Sector, poniendo todo el talento y el conocimiento al servicio de la sociedad y el bien común.
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