Cada vez con más frecuencia, en los foros de Recursos Humanos a los que asisto o en los artículos o blogs que leo relacionados con esta materia, encuentro referencias a la individualización del empleado, especialmente en lo que se refiere a la compensación. Percibo cierta presión en las empresas por satisfacer las necesidades distintas que cada individuo tiene en cada momento del tiempo.
Observo mantras sobre la flexibilización absoluta de los beneficios y la “customización” de la compensación. La idea que prevalece y parece imponerse, es que las organizaciones deben ser rápidas, ágiles, tecnológicas e innovadoras para ofrecer a sus colaboradores un abanico de posibilidades – cuanto más extenso, mejor – para que cada uno, individualmente, tome decisiones sobre cómo, cuándo y a qué dedicar su salario. Todo alentado por considerar que así mejoramos la “experiencia empleado”.
La trasformación tan profunda que estamos viviendo como sociedad en los últimos tiempos, lleva sobre todo a las nuevas generaciones que acceden al mundo laboral, a priorizar el aquí y ahora, la satisfacción inmediata, el cambio en un click. El futuro es tan elástico y cambiante que para qué anticiparse y preocuparse.
Mi reflexión es si no estaremos perdiendo el foco de lo que debemos ser como organización para las personas que la conforman. Y tal vez no hay que preocuparse, pero si ocuparse de ese futuro.
Yo veo a la empresa como una comunidad de personas. El cuidado de uno mismo y de los demás importan al grupo y pasa por prevenir, prever, proteger, proyectarse…y es una responsabilidad corporativa recordarlo, promoverlo, comunicarlo y llevarlo a cabo. Y es responsabilidad corporativa también sentar bases trasversales de esa protección que alcancen a toda la comunidad a través de cada individuo.
Creo, por tanto, que no debemos perder de vista la protección por encima de la libre elección. Situaciones como la enfermedad, el fallecimiento, la incapacidad sobrevenida, la jubilación.
Proporcionar bienestar financiero, no es solo cuánto recibo en mi nómina al final de mes o cómo me ayudas a tener el coche que quiero hoy, o si me das la opción de contratar Netflix de manera más fácil. Es también poner conciencia y educación financiera ante las situaciones a las que me puedo enfrentar en la vida que mermen mi capacidad de generar ingresos y el impacto que eso puede tener en mí y en los que me rodean. Es tener la tranquilidad de que mi empresa me protege, me cubre, me ayuda, me cuida, porque proactivamente pone las redes de seguridad adecuadas para que camine tranquila, y entonces si, piense en el color de ese coche hoy, y de paso, ofrezca mi mejor versión personal y profesional.
Por tanto, mi conclusión es que las empresas deben mantener, de manera proactiva, programas de beneficios basados en esquemas de protección, independientemente de la elección del empleado. Para mi tiene todo el sentido enmarcar esta protección dentro de las exigencias mínimas del Deber de Cuidado o dentro del buen gobierno y plan social que contemplan mis políticas ESG.
De esta manera, no renunciamos a nada: reconocemos a nuestros empleados como individuos diversos con necesidades concretas, distintas y cambiantes en el tiempo, pero también somos comunidad y sentamos las bases comunes para protegerlos.