Eso me decía hace unos meses un amigo, Comercial de Grandes Cuentas en una gran compañía tecnológica. Mi primera reacción fue preocuparme: nunca observé que tuviera particular inclinación por el alcohol, ¡y menos tal sibaritismo para que tuviera que ser en cóctel!
Él detectó mi gesto de extrañeza y rápidamente me aclaró:
- “No, José Luis, no es lo que piensas”, dijo sonriente. “Me refiero a que llevo una mala temporada en mi trabajo: están siendo unos años muy duros para la venta. Yo he tenido unos resultados muy buenos, comparativamente hablando. Pero, chico, estoy cansado, sobre todo a nivel psicológico. Y el cóctel al que me refiero es, perdóname la singularidad del símil, un cóctel motivacional”.
Mi preocupación se redujo sensiblemente, pero mi interés por lo que decía se mantuvo.
- “¿Un cóctel motivacional has dicho, Miguel? A ver, cuenta”.
- “Supongo que me entenderás bien, tú que te dedicas a estos menesteres. Trataré de sintetizarte lo que he venido mascullando en estos meses”. La cosa prometía: mi buen amigo me iba a contar en román paladino su visión de la motivación comercial.
- “Pensando en por qué estaba tan bajo de moral, cosa que también percibía en mis compañeros, empecé a darle vueltas sobre qué es lo que me mueve a mí a vender y a echarle ganas a lo que hago. Ya he estado en cursos y, en fin, el tema me es más o menos conocido, pero nunca me había detenido a pensarlo con cierta profundidad”.
Tomó un sorbo (de su café, sin más aditivos), y prosiguió:
- “Y encontré que, aparte lógicamente del dinero, ¡cómo no!, me motivan muchas otras cosas y creo que a la mayoría de mis compañeros les ocurre lo mismo. Te lo relaciono y luego me das tu opinión:
- Competir. Los comerciales (los buenos comerciales, diría) somos por naturaleza competitivos: “nos pone” entrar en liza con nosotros, sea la competencia, sean otras zonas…
- Reconocimiento. Con las cornadas que da la venta, necesitamos sentir que se reconoce tu tarea y esfuerzo.
- Contacto social y equipo. Aunque se nos tacha de individualistas, nos gusta sentirnos parte de un equipo, que no estás pegando tiros tú solo por ahí.
- Apoyo. Enlazado con lo anterior: es duro sentirse solo ante el cliente y cuando percibes que tienes a tu jefe y la organización detrás de tuyo, te da una gran confianza.
- Feedback. Mira: nos cuesta reconocerlo, y a veces nos creemos los reyes del mambo, pero agradecemos enormemente cuando se nos aportan ideas para mejorar nuestra forma de vender.
- Y motivaciones, no sé si es correcto decirlo así, “transcendentes” que vayan más allá del puro interés económico. Sentir que aportas algo a los demás, a la sociedad.
- “Tu término es correctísimo, Miguel”.
Me quedé callado, pensando unos segundos en silencio, con una leve sonrisa que se iba esbozando.
- “¿Te ha hecho gracia, José Luis?”
- “¡Oh, no, en absoluto, Miguel! Al revés, sonrío porque me acabas de dar una gran idea, y de ahí mi gesto de satisfacción”.
- “¿Una idea?”
- “Sí, Miguel. Voy a tratar de fabricar un cóctel con los ingredientes que has mencionado. Un evento que recoja todos esos aspectos: una competición entre equipos comerciales y que además contenga los demás elementos que has mencionado”.
- “Suena bien. ¿Y cómo lo vas a llamar?”
- “Habrá que darle vueltas”.
- “Es una competición, ¿no?, y de ventas… ¿qué tal “Sales Trophy”?
- “¿Sales Trophy? Miguel: ¡eres un genio!
- “Sí: un genio de la venta. Así que; si lo llamas así ¿me darás mi comisión?”, dijo sonriendo socarronamente..
- “Por supuesto: pide por esa boquita”.
- “Te saldrá barato: quiero participar”.
- “Ni cien mil palabras más: ¡Hecho!”
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