Es frecuente escuchar a mujeres relevantes cómo Ángela Merkel y Hilary Clinton animando a las jóvenes a llegar a las esferas en las que se toman decisiones. El otro día recordaba un estupendo estudio del CIS “Mujeres en la empresa: transición hacia la alta dirección”, dirigido por A. Kauffman, que describe como las mujeres se relacionan con el trabajo de forma diferente a los hombres, en detrimento de su visibilidad y su salario. Si unimos ambas cosas el llamamiento Merkel/Clinton y el estudio del CIS se abre una interesante vía de reflexión. ¿Tienen que cambiar las mujeres su manera de valorar, afrontar y desempeñar la carrera profesional o deben evolucionar algunos criterios de valoración empresariales, algunos modelos y estilos de liderazgo? Sin preocuparse de su visibilidad y sin aprender a valorarse en términos de salario, parece difícil llegar a las esferas de poder.
En nuestro país, podríamos caer en la tentación de creer que para poder llegar a los centros de decisión políticos y empresariales, la mujer tiene que demostrar que se puede comportar como un hombre, se tiene que parecer al hombre de éxito. Ante currícula y capacidades similares, aún tendemos a seleccionar y promocionar a aquellas mujeres que expresan abiertamente que la maternidad no está en sus planes, su profesión está por encima de todo, y siguen preguntando a las demás que harían si se les pone malo el niño, para demostrarles que no están preparadas para ser directivas. Considerando más capaces a las mujeres que creen en el modelo del trabajo masculino, como símbolo de emancipación, y libertad frente a las que no lo ven así, la igualdad no será real y seguiremos perdiendo talento femenino.
Igualmente capaces son las mujeres que consideran la maternidad un privilegio y no una esclavitud, no renuncian a su rol profesional y contribuyen a la sociedad a través de su papel como madre y como profesional, sin usar el género para sacar ventaja ni en un sentido ni en otro, y reflexionando sin complejos dónde hacen más falta en cada caso.. Echo de menos el grito de “hijos sí, maridos no” por lo menos todavía defendíamos nuestra maternidad reclamando igualdad desde la diferencia esencial.. En esto de la maternidad y la igualdad sigue pareciendo que no hay avance sin renuncia, aunque no sea cierto.
Las neurociencias ya han demostrado que el cerebro femenino y masculino son diferentes. Respecto a la cooperación, capacidad verbal, percepción y soporte emocional, la mujer sale ganando, aunque, por supuesto, muchos factores modulan e influyen en la expresión de esas diferencias. Estas cualidades hacen que la mujer sea más hábil en situaciones que exigen empatía, persuasión, y cooperación. En ambición económica, visibilidad y manejo de influencia, salen mal paradas las mujeres en el citado estudio. Son, curiosamente, cualidades muy valoradas para acceder a las esferas de poder y toma de decisión.
La visibilidad pública de las mujeres es importante, permite crear iconos de éxito protagonizados por mujeres, modelos a seguir por las jóvenes, así que habrá que trabajar nuestra tendencia a ser invisibles. Mujeres consejeros afortunadamente hay, como las meigas, pero son pocas y se las ve menos. No creo que sea cuestión de cupos, conviene revisar, de verdad, los criterios de valoración, y el modelo de éxito empresarial, o la presencia de mujeres en la alta direccion podrá aumentar, pero el talento femenino seguirá faltando. Los consejos necesitan diversidad de perspectivas, la incorporación de la mujer a los consejos facilitará esa diversidad, siempre que la mujer no se vea abocada a “masculinizarse”. No olvidemos que consejeros hombre con otros modelos de trabajo y criterios de valoración alternativos, también aportan diversidad. El cambio de modelos y de cultura empresarial facilitará la igualdad de acceso que ahora no existe, la prueba es que seguimos con cupos.
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