RRHH Digital. Según datos recogidos por RRHH Digital, periódico Online de recursos humanos, cuando se lleva a cabo la fusión de dos cajas de ahorro, se produce la Destrucción Estructural de 1.300 puestos de trabajo cualificados.
Elevadísimo coste social en el contexto actual sobre el desempleo y la creación de empleo. Que se destruyan 1300 puestos de trabajo cualificado significa menos posibilidades para los universitarios de la comunidad en la que las cajas de ahorros operan.
* Unicaja: 350 / 400 = 15%
* Caixa Catalunya: 1.800 (400 bajas) = 18%
* Caja Duero + Caja España: 900 = 15%
* Caixanova + Caixagalicia: 1.300 =17%
A ello hay que añadir la pérdida del conocimiento y experiencia en momentos como el actual que es cuando más se necesita para afrontar los retos que una crisis económica conlleva.
Aunque en la teoría, una fusión, uno más uno, deben ser tres, la realidad es que en servicios centrales, servicios territoriales y determinadas zonas comerciales se tiene un exceso de recursos que implicará, además y como consecuencia lógica, la ineficiencia correspondiente y un horizonte temporal de no contratación que puede ser muy duradero.
Según los datos recogidos por RRHH Digital estudiando las incorporaciones medias en veinte cajas de ahorros españolas, los datos son concluyentes:
AÑO NUMERO DE CONTRATACIONES
2001 ……………… 17
2002 ……………… 72
2003 ……………… 93
2004 ……………… 131
2005 ……………… 132
2006 …………….. 272
2007 ……………… 351
2008 ……………… 308
2009 ……………… 155
Frente a esto, después de tantos años de trabajo en una organización como es una caja de ahorros, después de toda una vida, nada. Hasta que no te enfrentas a ello, no sabía que un día pudiera ser tan largo. No podemos seguir sosteniendo el culto a la juventud. Hay que valorar la experiencia y el espíritu crítico.
Leer, viajar, estudiar… Tras décadas de vender su tiempo, miles de personas se asoman al catálogo de actividades para colmar las horas en una edad a la que el mercado laboral califica, ironías del lenguaje, como plenamente activa.
Descanso, liberación, regalo del destino para unos. Desconcierto y tristeza, para otros. La prejubilación patrulla por nuestra sociedad como un bendito enmascarado que se afana en ocultar las fechorías del maldito paro. Cuenta con el entusiasmo de los empresarios, el consentimiento del trabajador y la complicidad de la Administración.
Sus ventajas estructurales son evidentes. Pero, entre tantos vítores y aplausos, tal vez nos exponemos a que algo realmente valioso se nos escurra entre los dedos. Corremos el riesgo de que nuestra sociedad actúe como un ebanista insensato que, después de pasar años modelando un mueble, cuando ya sólo faltan los últimos detalles, decida arrojarlo al contenedor de trastos viejos.
Cervantes engendró Don Quijote de la Mancha pasados los 50 años. Picasso pintó el Guernika a los 56. Gaudí inició la construcción de La Pedrera a los 54. Pasteur administró la primera vacuna de la rabia a los 63. Y, cada domingo, admiramos a Vargas Llosa en la Cuarta Página de Opinión de distintos periódicos, a sus 74 años.
Tal vez pecamos de soberbios al arrojar a algunas de las personas más capacitadas, formadas y experimentadas a la cuneta profesional cuando están en la plenitud de su carrera. Es posible que les falte el brío y la ilusión de los jóvenes. Pero a cambio pueden aportar la serenidad y la astucia de haberse enfrentado innumerables veces a situaciones difíciles.
El baby boom de los años 60 lanzó al mercado un excedente de jóvenes que revolucionó las entrañas filosóficas de nuestra sociedad. La política, la economía, la cultura se volcó con los nuevos reyes del mercado. Y lo dominante pasó a ser idolatrado. Hicimos de la juventud un dogma a seguir, como si estuviera en nuestras manos el control de las manecillas del reloj. La nueva religión creó sus mandamientos, haciendo del aspecto físico y del juego -también llamado ocio- los preceptos obligados. Nuestra terrible fe ciega nos llevó a erigir la vejez como el compendio de los males, sinónimo de inutilidad y fealdad. A menudo, objeto de burla y, casi siempre, devaluada reliquia desterrada del precioso aparador de diseño.
Pero ahora, aquellos cachorros avanzan sin remisión hacia la frontera del destierro. Los mayores de 40 años ya suman más que los menores y la diferencia no va a hacer más que acentuarse en las próximas décadas en beneficio de la madurez. No deja de ser curioso que en esta sociedad donde impera la inmediatez, donde los cambios de tendencia están a la orden del día y la rapidez de evolución se contempla de un modo tan admirativo, aún no se haya propuesto, ni siquiera planteado, un cambio de paradigma.
¿Es posible establecer un modelo de sociedad que premie el conocimiento, la capacidad y el espíritu crítico más allá del número de arrugas que surcan la piel? ¿Cuándo nos atreveremos a enfrentarnos al espejo y rebelarnos al destierro del espejismo?
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