1 de noviembre de 2024
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¡A las trincheras!

¡A las trincheras!

-A la de tres. Uno, dos…y tres

Dio un paso hacia delante, luego otro y otro y otro. Contó seis pasos.

-¡¡¡Ufff!!! Por poco – Pensó, mientras se retiraba el sudor de su frente con la manga de la camisa.

Las cuchillas se balanceaban con una cadencia anodina de un lado a otro, y él había sabido esquivarlas. Escogió el momento justo para dar ese pasito que le salvó la vida. Seis cuchillas, seis pasos.

La primera prueba estaba superada. Pero esto era sólo el inicio.

-Vamos a por la siguiente. – Se dijo con gran determinación.

Por delante de él se abría un sendero de piedras. Eran como cantos, más o menos planos, en los que apenas cabrían las puntas de sus zapatos. A su alrededor agua turbia, de ésa que no te deja adivinar qué esconde en su interior. Pero tenía que hacerlo.

Cogió aire, apretó los dientes, cerró los puños con fuerza y se lanzó en busca de la otra orilla. Y llegó.
Lorenzo iba tan deprisa y tan concentrado que no se dio cuenta de que algo parecido a un reptil le había intentado morder. Afortunadamente para Lorenzo, falló en la embestida.

Tuvo unos minutos para recobrar el aliento y lo más importante, valorar las fuerzas que le quedaban. Mirando hacia atrás pudo contemplar los restos del fracaso de muchos de sus compañeros. La imagen era espeluznante.

Pero se trataba de alcanzar el objetivo, de llegar a la meta después de superar todas las pruebas y no cabían sentimientos ñoños o muestras de debilidad.

-Estoy aquí para ganar. Voy a ganar. Voy  a ganar. – Se decía a sí mismo mientras se insuflaba una confianza que parecía decaer junto a sus fuerzas.

La siguiente prueba le resultó más fácil de lo esperado. Seleccionar entre cinco tipos de setas la única no venenosa y comerla no le costó mucho. Aún recordaba cómo de pequeño su padre, cuando salían al campo, le decía “Lorenzo, con las amanitas tienes que tener tanto cuidado como a la hora de elegir esposa. Un error en el primer mordisco te puede pasar factura el resto de tu vida”. A él le hacía mucha gracia porque entonces no era capaz de ver la relación, pero al final le sirvió para conocer mejor el mundo de las setas.

Ya sólo quedaba una prueba. Sabía que tenía que ser la más difícil porque allí sólo ganaría uno y aún quedaban competidores.

Todos los supervivientes fueron recibidos por los organizadores con elogios y fuertes palmadas en la espalda que trataban de transmitir admiración. Les propusieron sentarse en torno a una mesa y una vez allí les repartieron unos sobres cerrados junto a un lápiz y una goma.

– No abran el sobre todavía.- Ordenó uno de los instructores.

Lorenzo miró de izquierda a derecha y pudo contar cuatro supervivientes. Bueno, cuatro competidores porque todavía estaban en el fragor de la batalla.

Había dos chicas. Una de ellas llevaba la cara manchada de lodo. La pobre no había tenido tiempo de limpiarse. Los demás, como el propio Lorenzo, compartían todo tipo de magulladuras y heridas en brazos y piernas.

A Lorenzo le preocupaba un chico sentado a su izquierda. Su semblante resultaba hasta soberbio. Parecía que se fuera a comer el mundo ahí mismo, sin pedir permiso siquiera. Su seguridad era insultante a la vez que inquietante.

No había tiempo para remilgos. Hasta allí habían llegado todos y cualquiera podía ganar esta última prueba.

– Por favor, pueden abrir el sobre. – Dijo el instructor. – Encontrarán un cuadernillo en su interior. Lean las instrucciones.

Lorenzo empezó a leer la primera página, pero a medida que iba avanzando en su contenido se iba poniendo más y más nervioso. Se dio cuenta de que estaba temblando cuando su lápiz golpeaba espasmódicamente la mesa y le pidieron silencio. Sudor frío, palpitaciones. No le llegaba el oxígeno al pecho.

– No, no, no. No puede ser. – Se lamentaba. – He llegado hasta aquí para nada. Esto es injusto.

Ante sus ojos se extendía una pesadilla en forma de preguntas: “Un quiosco vende 235 periódicos a un precio de 1,20 €…”; “Olfatear es a olisquear como saborear es a…”; “7-14-21-28- ?”; “Cuál de las siguientes figuras es diferente a las demás”; “Pido ayuda a mi jefe cuando no sé cómo seguir”; “A)…B)…C)…”.

Lorenzo, con el peso del fracaso sobre sus hombros, se levantó de la silla y abandonó el proceso de selección.
Lo que más le humilló fue ver cómo su compañero de la izquierda iba contestando las preguntas una tras otra, sin ninguna dilación. No necesitaba ni pararse a pensarlas.

– No cabe duda el puesto de auxiliar administrativo será para él. – Masculló Lorenzo con desagrado. – Mañana empezaré a mover otra vez el currículum.

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2 comentarios en «¡A las trincheras!»

  1. Pues si que se está poniendo caro ser Aux. Admtvo., esto es como matar moscas a cañonazos. Creo que con una prueba de personalidad, dos de aptitudes (Factor G y Test de Aptitud Admtva. adaptado al puesto a desempeñar), el curriculum y una entrevista, sería como para nota y más que suficiente, no entiendo este sobredimensionamiento del proceso selectivo. Es más, si me apuras, me sobra casi todo, me bastaría el curriculum y una entrevista, todo dependerá del nº de candidatos a examinar, que si son muchos, utilizaría los tests, ¡fíjate oyes!. ¡AGUR!

  2. Sólo se me ocurre decir cómo en muchas ocasiones la dureza de un proceso de Selección está en proporción inversa a la importancia estratégica de un puesto…¡cuántos puestos directivos he visto contratar en pocos días! En fin, siempre tendremos la «estricta selección» previa tanto de nuestro Presidente del Gobierno como del de la Oposición, por referirme a alguien que manda.

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