Situémonos por un momento en la legendaria tarde del 9 de noviembre de 1989. Günter Schabowski era un alto funcionario de la entonces República Democrática Alemana que se disponía a informar sobre una nueva política migratoria que apenas modificaba la vigente. En un momento de la rueda de prensa, y en respuesta a una pregunta de Ricardo Ehrman, corresponsal de la agencia italiana de noticias ANSA, el portavoz del gobierno de la Alemania comunista buscó en su portafolios y leyó literalmente y por error otra información traspapelada que rezaba lo siguiente: “Los viajes ordinarios hacia Berlín Occidental pueden realizarse a través de todos los puestos fronterizos de la República Democrática Alemana”.
¡Se había equivocado de documento! Alguien le puso delante una nota anacrónica que leyó aturdido y trémulo. A la pregunta inmediata y casi unánime de los revolucionados periodistas, ávidos por conocer la fecha en que se produciría el hito histórico, Schabowski, inmerso ya en una confusión paralizadora, consultó de nuevo el papel y al ver el documento fechado ese mismo día, concluyó: “Según entiendo yo… inmediatamente”.
Aquel miembro del Politburó de la RDA pasó a la historia como el artífice accidental de la caía del Muro de Berlín. El ‘accidente comunicativo’ de Schabowski –rememorado estos días por cumplirse 20 años de la caída del telón de acero– desencadenó una inmediata peregrinación popular hacia los puestos fronterizos de Berlín que acabó por ser definitiva para el derrumbe de la frontera represiva y, a la postre, para la reunificación alemana.
Del bendito error de Schabowski nace esta reflexión sobre el papel movilizador de la comunicación, el liderazgo como motor del cambio y el compromiso de los profesionales con la organización y sus valores. Y es que no es fácil encontrar en la historia contemporánea un episodio que aglutine metáforas tan válidas de todos estos conceptos en un hecho tan concreto y, sobre todo, con consecuencias tan importantes.
Como nuestro protagonista, muchos líderes empresariales soportan –o mejor, tienen el placer de sostener– el liderazgo comunicativo de sus organizaciones. Sobre ellos recae el gran desafío de influir e involucrar a sus colaboradores en los objetivos que van apareciendo en el horizonte de su empresa. En su caso, también un error en la transmisión de información puede ser letal para el devenir de su compañía. Mejor será expresarlo en positivo y sin tanto dramatismo: Sencillamente, una gestión adecuada de la comunicación corporativa puede reportar innumerables avances en la gestión de los profesionales.
En no pocas ocasiones, las intenciones de cambio o las transformaciones corporativas se quedan en los estratos superiores de la compañía. En el mejor de los casos, los mensajes descienden hasta los colaboradores ‘rasos’ con un alto componente de distorsión o, sencillamente, atenuados por interlocutores que no ponen el empeño necesario para transmitirlos con el mismo entusiasmo que los recibieron. No es cuestión baladí. Los cambios estratégicos no se implantan muchas veces con el éxito deseado por culpa de una deficiente comunicación interna. Y lo que es más importante, esos déficits de comunicación interna pueden disociarse erróneamente de otros importantes conceptos como el ‘engagement’ o compromiso, la motivación o el propio desempeño.
En estos días de crisis e incertidumbre, el planteamiento que aquí se aborda cobra aún más importancia. Las corporaciones empresariales están reinventando su estrategia para adaptarse a la coyuntura del mercado y escaparse de los cenagales de la recesión. Es raro que una compañía no haya variado, aunque sea mínimamente, su modo de afrontar la realidad. Pero, ¿conocen sus empleados las remozadas intenciones de la organización? ¿Han llegado con nitidez los requerimientos que se derivan del nuevo rumbo? Que cada cuál reflexione con honestidad, si bien es indudable que las carencias comunicativas adquieren magnitud en estos tiempos y, lo que es peor, se expanden silenciosamente disimuladas entre problemas de naturaleza económica, más importantes a ojos de todos.
Entretanto, aún en crisis, siguen reclamando atención las modas propias de los recursos humanos, un entorno que ha sido siempre propicio para la aparición de tendencias y debates pasajeros. Actualmente –perdonen el atrevimiento– lo que se lleva es construir verdades absolutas sobre el ‘engagement’ o compromiso de los profesionales con la organización. Los gurús que explotan este concepto lo condicionan irremediablemente a elementos externos al individuo como la gestión del mando intermedio, los planes de carrera o las posibilidades de desarrollo que ofrece la empresa, entre otras cosas.
En diferente línea de reflexión, los planteamientos más innovadores consideran el compromiso como un rasgo intrínseco al propio profesional, algo que se tiene o no se tiene. Es decir que por motivos educacionales o casi genéticos, algunos profesionales tienden a comprometerse con lo que hacen en todos los ámbitos de su vida; otros, sencillamente, no presentan esa tendencia.
Pues bien, tanto en estos últimos casos de querencia innata al compromiso, como en los de profesionales que tienen alergia al término, el liderazgo comunicativo puede ser fundamental. Y es que hasta un profesional que presenta una clara intención de comprometerse necesita unos valores y una cultura empresarial en los que depositar sus ansias de pertenencia, en los que desarrollar su rasgo. En todos los casos, simples o complejos, la búsqueda de la implicación no conoce otro camino que el de una comunicación influyente, clara, continua y bien argumentada.
Está claro que liderazgo y comunicación son términos inseparables. La histórica rueda de prensa de Schabowski con la que arrancaba este artículo sólo es un episodio anecdótico que ejemplifica la importancia de la comunicación. En aquella ocasión, las palabras de un líder desencadenaron uno de los cambios más importantes de la historia reciente de Europa, impulsado por un pueblo comprometido ¡Y fue por error! La historia es en esta ocasión especialmente paradógica. Schabowski desencadenó un cambio contrario a sus intereses, pero a la larga clave para el progreso de las libertades. Dicen que todavía no se ha conseguido descifrar el misterio de cómo llegó aquel papel a manos de Schabowski. Poco importa ya.
En cualquier caso, aquella histórica conferencia de prensa nos ha servido hoy para obtener algunas conclusiones que pueden extrapolarse a la gestión de recursos humanos en el entorno empresarial:
- Para empezar, una simple frase espoleó a un pueblo entero y acabó con la frontera más defendida del mundo. En paralelismo grandilocuente, las conductas negativas más recalcitrantes o la simple desidia de profesionales poco motivados, pueden y deben abordarse con resortes comunicativos. Con mayor motivo, la comunicación corporativa es indispensable ante colaboradores recién llegados o ante cambios de modelo que merecen más explicaciones de las que en principio parecen demandar.
- Las personas que atesoran el liderazgo comunicativo en una organización deben trabajar al máximo por no cometer ‘deslices’ en la transmisión de cultura corporativa, valores o cambios estratégicos. O mejor, tienen la gran posibilidad de influir desde su posición de privilegio y su clara ascendencia frente al colectivo de profesionales. El reto no aparece sólo cuando la responsabilidad recaiga en su propia persona, también en la elección de los canales idóneos y los emisarios más adecuados.
- El compromiso, ya sea considerado un rasgo o se contemple condicionado por agentes externos, no respira si no se alimenta de información relevante y retadora. Hasta aquel profesional que se compromete con mayor facilidad, necesita algo en lo que apoyar su entusiasmo.
Llamar a estas conclusiones ‘Las lecciones de Schabowski’ sería exagerado. Esta ha sido, esencialmente, una reflexión sobre comunicación interna, su importancia en el contexto empresarial y su irremediable incidencia en el compromiso, la motivación y el desempeño de todos los profesionales. Schabowski es únicamente un ejemplo paradigmático, paradójico por erróneo, de una comunicación sencilla e impactante, con consecuencias impensadas…
1 comentario en «Schabowski, el liderazgo comunicativo y el compromiso organizacional»
¡Qué ejemplo más claro y qué conclusiones más acordes de esa máxima de que un hombre es «dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras!
Los comentarios están cerrados.