¿Qué sería de un año nuevo sin unos buenos propósitos? Pero debemos pensar que el mejor propósito es el objetivo conseguido, es decir, la acción que emprendemos y realizamos. Desde el campo de la psicología y la economía se están planteando una serie de paradigmas para intentar conseguir que estos nuevos propósitos se materializen. Hay tres líneas de investigación:
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En primer lugar, los estudios de RICHARD WISEMAN que desde 2007 hace una encuesta sobre lo que se ha conseguido de los buenos propósitos de principio de año, indican que el 88% acaban en fracaso. Al analizar el otro 12% que se conseguía sólo pudo plantear obviedades como: ¿hay que reconocer el problema? o ¿Hay que ejercitar la voluntad? Sólo hay una evidencia estudiada neurológicamente por la Universidad de Stanford, que hicieron una investigación con dos grupos de alumnos, al primero le pidieron que recordará una cifra de dos dígitos y al segundo una cifra de siete. Luego les dieron a elegir entre una tarta de chocolate o una de fruta, y vieron que la probabilidad de optar por la tarta se duplicaba si debían recordar un número largo. Es decir, la carga cognitiva o la amplitud de foco de atención tenía ocupado el cortex y no podía ejercer una labor de autocontrol. En resumen, para conseguir cambios hay que centralizarse en pocos focos de propósitos a realizar y que puedan conseguirse realisticamente (a partir de diez cifras no funcionaba el experimento).
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En segundo lugar, los estudios de los economistas conductuales O´Donoghue y M. Rabin sobre que la gente es excesivamente optimista sobre los planes de futuro que implican un coste en el momento en que se ejecutan y cuyo beneficio se cosecha más tarde. Las decisiones son “inconsistentes en el tiempo” y que las personas están sujetas a la “influencia del presente”. Un estudio realizado por M. Kremer y J. Robinson sobre el uso de fertilizantes por los agricultores africanos y un estudio realizado en FILIPINAS sobre el “contrato de compromiso” para dejar de fumar, nos lleva a replantear que hay procesos coadyuvantes para conseguir que los propósitos se conviertan en acciones. El descuento para comprar fertilizantes, el enviar a casa el fertilizante, el informar en el tiempo de la siembra favoreció que la gente invirtiera en fertilizantes para tener una cosecha mejor al año siguiente. E igualmente el dinero asociado a dejar de fumar y los intereses que renta el dinero aportado apoyan el cambio. Por tanto, debemos establecer una estrategia que implique un refuerzo continuo en convertir el propósito en acción. No debemos dejar todo al reconocimiento racional de aceptar la importancia de dejar fumar o de comprar fertilizantes, sino “forzar” la acción con estímulos que coadyuven a conseguir los objetivos.
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Y por último, la hipótesis de las expectativas racionales del premio Nobel de Economía Robert Lucas. Lucas en 1988 lanzó una teoría que atribuye el crecimiento económico a la acción del capital humano. La riqueza surge cuando la gente toma recursos y los combina en forma que aportan valor. Los propósitos deben aportar un valor duradero y valorado exogenamente para considerarlo por la riqueza personal que produce. El conocimiento, según Lucas, es un elemento indispensable en el crecimiento económico, pero por si sólo no mejora el bienestar, para eso hace falta además que las personas entiendan que el dominio de este conocimiento cambiará la vida. En resumen, según Robert Lucas, los propósitos no deben implicar sólo saber su importancia sino también en como cambiará la vida y que riqueza me producirá ese objetivo.
Tras analizar estas tres corrientes de investigación psico-económica llegamos a unos consejos que aplico en mis sesiones de coaching, y también se lo recomiendo a aquellos que en estas fechas me atosigan con un lista interminable de cambios. Los seis consejos son:
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Poner foco. Solamente, tres propósitos preferiblemente que afecten a ámbitos diferentes de la vida. Suelo aconsejar un propósito profesional, un propósito personal y un propósito social. Cuanto más objetivos menos autocontrol tendremos.
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Huir de listas sino más bien crear “ventana multitareas” en tu hacer. No se trata de listar lo que vas a hacer sino “procesar” un itinerario de cambio. Sencillamente, aconsejo hacerse sobre cada propósito cinco preguntas básicas: qué, porqué, como, cuando y cuanto. Hay que pensar en un proceso “concurrente“ para aunar en tus propósitos.
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Involucrar a gente externa en el cumplimiento de los propositos. No se trata de crear esas listas secretas en tu PC Personal sino buscar a actores importantes de tu vida y asignarles un rol en el cambio. Desde el rol de juez, colega, maestro, etc. Esta involucración con roles es un garante en el compromiso en el cambio.
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Celebrar los pequeños éxitos. El refuerzo continuo en el cambio es básico, los propósitos son meras guías de actuación que necesitan reformarse a corto plazo, porque esperar al final para la recompensa puede generar mucha “influencia del presente”. Estos refuerzos se pueden materializar en “contratos de compromiso”, si consigo A puedo disfrutar de B, por tanto, pequeños éxitos generan una mayor consistencia en el cambio de conducta.
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Aporte de valor de cambio. Hay que utilizar las técnicas de visualizar lo que se conseguirá con el cambio a través de verse “delgado”, “sin toser”, “mejores cosechas”, etc. Se trata de valorizar la importancia del esfuerzo más allá del tiempo necesario para conseguirlo.
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La emoción asociada al cambio ¿Qué va a cambiar mi vida gracias a este propósito? Asociar el cambio a una emoción que evoque el bienestar futuro. Es importante pensar para cambiar, pero sólo se cambia cuando se asume emocionalmente el reto del cambio.
Al fin y al cabo, a principio del año hay que tener pocos propósitos, en diferentes esferas de tu vida, con un itinerario de cambio, involucrando a personas externas con roles en el cambio, celebrar los éxitos parciales, centrarse en el valor añadido del cambio y emocionarse cada vez que veamos lo que vamos a conseguir. Sin más, como decía Groucho Marx cuando al cumplir los 85 años hizo una reedición de su primer libro “Camas”, dio una gran fiesta durante la cual se dejo fotografiar en su lecho, y los periodistas le preguntaban qué si esa era su cama y les dijo: “A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos”. Si le gusta hacer una lista a principios de año por hacerla y no conseguirla, pues no me haga caso porque hay muchas formas de ser feliz.
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