Lo escuché en esa televisión nuestra que tan bien nos representa. Un mal llamado “profesor”, de baile eso sí, pero profesor (confundimos con frecuencia los términos instructor, entrenador y profesor) en sus 15 minutos de fama (estoy dando pistas), les decía a sus alumnos “aquí vais a aprender el alfabeto del baile. Las vocales y las otras”.
¡Quietos todos! Sí, ya lo sé. Para bailar, como para desfilar (sea en pasarela o por la Castellana) no hace falta ser candidato a los Príncipe de Asturias (los Nóbel están un poco desvirtuados).
Y estoy de acuerdo, así es. Por eso, esta disertación va más contra la clase gobernante que contra los damnificados de las políticas educativas patrias.
Zapatero y su Think Tank de coche oficial, cristales tintados y antenas por doquier quieren cambiar el modelo productivo español. Quieren que seamos como Suecia que te acuestas en el taller de Gepetto o San José (ya que estamos en Navidad) y te levantas con un IKEA.
Se acabó el ladrillo que sólo quedará para bailar el chotis. Nuestro invento más insigne, el Chupa Chups, será objeto de mofa y no orgullo, como hasta ahora. El Transiberiano pasará a ser TransAVEriano. Y Pixar hará un remake de PLANET 51 con Tom Hanks y Meg Ryan digitalizados.
¿El G-20? ¿El G-8? De eso nada. El G-3: Hamburguesas, sushi y gazpacho compartiendo mesa y mantel en los foros más decisivos.
La idea (o la ocurrencia) en sí es buena. Es inherente al ser humano tener ideas. Luego el tiempo dice si era buena o mala, o por el contrario es deportada al país de las ideas que nunca se probaron. Ese país con una densidad de población incalculable.
Me gusta que mi gobierno tenga ideas (u ocurrencias). Eso demuestra que trabajan. Que mientras tú duermes sabes que hay un equipo de pensadores dándose al brain storming, por mí y por todos mis compañeros. Es como el adolescente que está en su cuarto con la puerta cerrada. Nos gusta pensar que está estudiando y que en su ordenador solo existe Wikipedia.
Ya lo veo. España 2020. Ni olimpiadas, ni Expos ni nada que no sea susceptible de ser pirateado por los chinos (que no somalíes) en sus talleres clandestinos.
En fin, muy hermoso. Idílico. ¿Utópico? ¿Quién dijo utópico? Vosotros, escépticos leed a Lamarck y veréis como es posible. Eso sí, para 2020 lo veo un poco justo.
2 comentarios en «Las vocales y las otras»
Enhorabuena, ¡Excelente editorial!
Saludos.
Te felicito. Es de lo mejor que he leído ultimamente.
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