Hablar hoy en día de educación o de sus derivados (formación, aprendizaje, etc.) implica terminar haciendo énfasis en los números: horas, alumnos, notas, presupuestos, costes, inversiones, ahorros, en definitiva, dinero. La educación es un lucrativo mercado y la formación es un negocio que no dejará de crecer exponencialmente en una sociedad que venera el conocimiento como la gasolina que alimenta los motores de las personas. Sin embargo, todavía no entramos de lleno en la era digital. La materia prima fundamental sigue siendo el petróleo aunque pronto será remplazado por una nueva energía mental: la creatividad.
Aprender no es una ciencia, es un arte. El aprendizaje no se puede medir con cifras y aunque fuese posible, no merece la pena hacerlo. Lo que importa es medir el resultado de su aplicación; no cuánto sabe alguien sino qué hace con lo que sabe, qué resultados obtiene; no cuánto cuesta sino qué beneficios aporta.
Vivimos en la época del fast food – fast training. La educación se ha trivializado, se compra por peso, se mide por horas.
Para diseñar un programa de aprendizaje, los contenidos no son el punto de partida y cuando solicitan una propuesta, muchos clientes insisten en acompañarla con toneladas de powerpoints cómo si ese fuera el patrón de medida. Y para aprender, sabemos que no es imprescindible hacer cursos. Basta con reflexionar acerca de aquellas áreas en las que nos consideramos expertos y pensar en cómo hemos llegado a desarrollar ese know how. Desde luego, en muy pocas ocasiones ocurrió en un aula. De hecho, si estamos de acuerdo en que aprendemos haciendo, el propio concepto de aula, curso y profesor no tienen sentido porque en un aula no se «hace» gran cosa. Sabemos que cualquier cosa que queramos hacer bien (vender, liderar personas o sacar jugando al tenis) exige años de práctica y no cursos de 8 horas o libros con títulos prometedores.
Hay una pregunta que nunca falta y que formulan de manera constante muchos responsables de RRHH. ¿Cuánto cuesta un curso de e-learning?
Lo perverso de esta pregunta es que implícitamente da por sentado que un programa de aprendizaje se corresponde directamente con un número, tiene un precio que cada proveedor anuncia en un cartel como en los puestos de un mercado, y se puede comprar por kilos como si fuese jamón, tomates o patatas. Cada vez que escucho esa pregunta respondo con otra pregunta similar que está idénticamente mal formulada ¿Cuánto cuesta una casa? Obviamente depende de muchas cosas. Quien esté preocupado por saber cuánto cuesta un curso de e-learning debiese primero hacerse algunas preguntas: ¿Por qué quiero hacer un curso? ¿Qué problema quiero resolver? ¿Cuánto me cuesta (y me importa) ese problema y hasta dónde estoy dispuesto a llegar para resolverlo? ¿Qué resultados espero obtener y cómo los voy a medir? ¿Estoy seguro de que ese curso es la mejor solución?
Nuestra sociedad venera la velocidad, la cultura del correcaminos donde todo debe ser cada vez más rápido, donde no vivimos la vida sino que corremos la vida, y donde el tiempo es dinero (hacer más en menos tiempo). Estamos obsesionados en medir todo con cifras y que cada año, esas cifras sean considerablemente mejores que las del anterior. Obviamente era muy ingenuo pretender que esta ola no iba a inundar también el mundo del aprendizaje: cada día nos ofrecen desde cursos de lectura rápida, hasta aprender todo sobre management en 1 hora (el best seller Quién se ha llevado mi Queso, por ejemplo) o asistir a una clase magistral con el Profesor Peter Drucker en DVD. Pasamos del workaholic al speedaholic. Tomarse tu tiempo, ralentizarse un poco, ser pausado, está mal visto. Cuando corro, me evito pensar. No hay niños con déficit atencional sino adultos con ese déficit. Criamos niños estresados que no saben pensar y no saben soñar. Se busca lo más rápido, lo más efectivo pero al mismo tiempo lo más barato. El problema es que esa ecuación no se sostiene
No sé de quien es la responsabilidad: si de la oferta que es capaz de ofrecer cualquier cosa con tal de vender en un negocio que cada vez resulta más apetitoso. O de la demanda, del mercado que ve una manera fácil y sencilla de gastar lo menos posible reutilizando los viejos manuales, powerpoints y CDs que ya tenía. Cuando preguntas a un directivo de una empresa cómo miden el impacto de su formación, si están contentos con el esfuerzo que hacen y si se puede mejorar, todos coinciden en que la formación no le cambia la vida a nadie: no modifica comportamientos y por tanto no tiene apenas impacto.
“Se cuenta una historia de un maestro que terminaba siempre la clase con una fábula, pero los alumnos no siempre la entendían. Uno de ellos se quejó de que no les explicaba el significado y el maestro se disculpó y en señal de reparación le invitó a comer un rico melocotón. Más aún, el maestro se ofreció a pelar él mismo el melocotón. Incluso lo cortó en trozos para que le fuese más fácil comerlo, lo que el alumno acepto aunque no quería abusar de su generosidad. Por último, el maestro le propuso también masticarlo antes de dárselo a lo que el alumno, esta vez, se opuso sorprendido. El maestro le contestó: Si yo os explico el sentido de cada cuento, sería como daros a comer una fruta masticada”. Para aprender te tienen que pasar cosas a ti, no al profesor. Nadie puede masticar la comida por ti, ni nadie puede aprender por ti. Lo malo es que en los cursos, sean estos presenciales o virtuales, pasan muy pocas cosas.
En definitiva ¿Cuánto cuesta un curso? La verdad es que la respuesta a esa pregunta no importa, pero si no se conforman con eso, tengan los ojos bien abiertos porque en el supermercado cercano a su casa deben estar ofreciendo el ofertón del mes: pague 3 cursos de habilidades directivas y llévese 1 de ofimática y 1 de inglés de regalo.
2 comentarios en «¿Cuánto cuesta el kilo de e-learning?»
Tienes toda la razón, Javier: no se mide la eficacia de la formación, sino cuántas horas se han ofertado tal año a tantos empleados por tanto menos dinero. Independientemente de que sirva para algo o no. De hecho, ni se mide si ha servido, es decir, si se ha puesto algo en práctica. Excelente artículo.
Muy buen artículo, me llama la atención que este tipo de situaciones se den en diferentes contextos, como en el que se encuentran… yo soy de Bolivia, y realmente todo lo que planteas es 100% cierto más aun en las universidades privadas que recien incorporan la modalidad a e-learning y ofrecen postgrados que son altamente cortos y con grandes cargas horarias y a costos bastante altos… Y según un análisis realizado por un equipo de estudiantes con los que trabajamos el nivel de estos cursos son de muy baja calidad… y la verdad no se si ingresamos a la currículum de cartones, es decir mientras más cartones tenga alguien parece ser mejor reconocido… por otro lado, este tipo de curso con los altos costos que tienen se convirte en privilegios para los profesionales que tienen dinero y estos llegan a ser parte de las elites… pero en la práctica es otra cosa…
Bye…
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