RRHH Digital. Lo que se supone que es una jornada festiva para los trabajadores, a la par que reivindicativa de sus necesidades laborales, lleva varios años convertida en una reunión de amigos que salen a la calle rodeados de pancartas para mantener una tradición que nada tiene que ver con su glorioso pasado.
El 1º de mayo de 2009 no va a pasar a la historia por ser uno de los más revolucionarios y reivindicativos de los últimos años, a pesar de que la actual crisis económica, el aumento escandaloso del paro y la inacción del Gobierno en materia laboral, parecían argumentos suficientes como para que las fuerzas sindicales hicieran honor a su apelativo y, con ahínco y potencia, usaran su multitudinaria manifestación para exigir que, de una vez por todas, se tomen medidas encaminadas a frenar el incremento del desempleo y conseguir ayudas y mejoras para que se pase del despido a la contratación.
Pero de eso, nada de nada. Según se desprende de lo sucedido en las distintas manifestaciones que se celebraron el pasado viernes por toda la geografía española, el problema más grave, la culpa de lo que está ocurriendo con nuestro mercado laboral y la economía, la tienen los empresarios por sugerir al Gobierno que una medida buena para ayudar a que termine el aumento del paro y que los expedientes de regulación de empleo dejen de producirse, sería aplicar alguna solución encaminada a mejorar la regulación del despido.
Se ha tocado un tema tabú en España, y eso ha encolerizado a los mandamases sindicalistas que ven en los empresarios a su enemigo natural, en lugar de comprender que los intereses de los trabajadores y los de sus patronos no tienen porque ser siempre diferentes, aunque sí muchas veces distintos.
Con cuatro millones de parados, camino de cinco; con la economía por los suelos y la productividad bajo mínimos; con más indicadores negativos que positivos, el gran problema el 1º de mayo para los sindicatos es seguir con su histórico enfrentamiento con los mayores creadores de empleo.
Visto y analizado todo lo sucedido el viernes, lo único que se pude deducir es que los llamados sindicatos de clase (qué también manda narices la denominación) están más alineados con el Gobierno que con los empresarios y que por muy mal que lo haga en empleo y economía el partido que esté en el poder, mientras que sea de izquierdas y progresista, se da por bien hecho.
Lo que nos gustaría saber es que pasaría si toda la financiación pública que reciben los sindicatos dejasen de obtenerla, y si los cuatro millones de parados (camino de cinco) están de acuerdo con la manera en la que son defendidos por los que se supone que tienen que hacerlo.
Suponemos que no, pero esto no deja de ser una ucronía.
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