La semana pasada tuve una de las comidas más instructivas que recuerdo. La sobremesa prometía ser entretenida, tal y como siempre me había sucedido con el citado comensal. Se trata de una persona culta y leída que, asimismo, tiene muchas vivencias y temas profesionales que contar debido a su vasta experiencia. Tiene por costumbre solucionar, en primer lugar, los temas a tratar, y a continuación, si considera que dispone del suficiente tiempo y que el ambiente es el adecuado, se relaja y suele contar en una forma distendida todo tipo de anécdotas y curiosidades. Además, en este caso, se celebraba de manera extraoficial su nombramiento como Consejero Delegado de una gran multinacional.
Las comidas con estos personajes son siempre divertidas y agradables. Todavía no me he encontrado ningún caso -de este tipo de directivos- en el que me haya sorprendido sobre el por qué de su nombramiento. Contrariamente a lo que se pueda pensar, te agasajan en todos los sentidos, están pendientes hasta de los más mínimos detalles para que te sientas a gusto y en ningún momento pretenden hacer uso de su status profesional y/o social. Supongo que todo será cuestión de una mezcla de educación junto con una cierta dosis de humildad que destilan los grandes directivos.
Irremediablemente, surgió el tema de la crisis. A medida que íbamos charlando notaba como conseguía –pese a mi resistencia inicial- que me viera invadido por esa extraña sensación de confianza en que todo se irá solucionando en un margen de tiempo no demasiado extenso. Me explicaba que en ciertos sectores ya se había descontado gran parte de la misma, y que la competencia que había quedado era más saludable. Entendiendo ésta como la no necesidad de recurrir a cierto tipo de prácticas que, aunque legales, acaban siempre perjudicando a todo un sector o industria.
Le pregunté por la importancia que, bajo estas circunstancias, le atribuía a cada una de las direcciones de la empresa, y, en especial, qué consideración le producía que la formación fuese el primer presupuesto en rebajarse, e, incluso, en desaparecer temporalmente. Su contestación fue sorprendente, una gran carcajada, preguntándome a continuación con ese vozarrón que le caracteriza:
– “Hombre, Benito, pero cómo puedes preguntarme semejante barbaridad. Ya sabemos todos que la publicidad y la formación es lo primero de lo que se prescinde en épocas de crisis; precisamente en los momentos en que más se necesitan. Vamos a verlo a tu manera: Dime el nombre de un gran personaje histórico, el que más te pueda apetecer en estos momentos”.
– “Julio César”, contesté inmediatamente, totalmente sorprendido.
A partir de ese momento comenzó una disertación sobre el entrenamiento recibido por las famosas legiones romanas, que fueron las que realmente acabaron conquistando medio mundo del por aquel entonces conocido. Cuando ignoraba algún detalle me lo preguntaba directamente, y lo ligaba a la explicación con gran soltura.
– “¿Te imaginas a Julio César comentando a sus centuriones, curtidos en decenas de batallas, que, a partir de ese momento, ya no se entrenaría más a los legionarios por falta de presupuesto? ¿A ti que impresión te produce? Sencillamente, perdería a partir de ese momento toda su credibilidad y respeto profesional, mientras nosotros, en nuestra galopante ignorancia, lo consideramos como algo habitual. Obligamos a los expertos en formación a que nos demuestren de alguna forma los resultados de su trabajo, pero no nos preocupamos en presentar un estudio sobre la evolución de las empresas que suprimieron la misma. ¿Has visto alguna vez en acción a un vendedor sin experiencia y formación específicas? Algunos dicen que te formas en la calle; pero con la preparación y nivel actual, tanto de la competencia como de los clientes, un vendedor inexperto y sin preparación no tiene ninguna oportunidad, independientemente del grave perjuicio que causa a la empresa tanto en ingresos como en imagen. Ni siquiera los considerados veteranos se pueden sentir libres de la mejora permanente».
– “Desde luego tiene todo el sentido del mundo lo que comentas”, le contesté.
Ni siquiera se detuvo en asentir, mientras proseguía:
– “El entrenamiento de los legionarios duraba todo el día, la mayoría de las veces estaban deseando que llegara el momento del combate, ya que lo consideraban casi como un descanso. Pocas personas saben que el mismo incluía equitación y natación. Cada legionario podía atravesar un río a nado y galopar sobre un caballo. No hay casualidades, los romanos no innovaron, lo copiaban todo y sacaban las mejores aplicaciones a sus circunstancias. Fueron los mejores, sencillamente, porque eran los mejor entrenados y preparados para la actividad que debían acometer. No hay secretos extraños, pero algunos se empeñan en repetir eternamente los mismos errores que otros cometieron anteriormente. Evidentemente, no fue el caso de César, por esa razón llegó a alcanzar ese nivel de grandeza. Tener a las personas debidamente preparadas depende de nosotros, es una lucha que no debe cesar. Para acabar te citaré una frase de Bertolt Brecht que viene al caso: ‘Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles’. Pues en eso consisten los temas de formación, en tratar de mejorar cada día de tu vida”.
Por mi parte, después de semejante lección, sólo me quedaba preguntarle si me permitía escribir un artículo sobre nuestra conversación.
– “Bien, Benito, pero no cites mi nombre”, contestó.
Y así lo he hecho, intentando plasmar fielmente cómo transcurrió aquella agradable jornada.
Sólo me queda agradecerles la lectura del mismo.
2 comentarios en «César: Cuestión de formación»
Precisa y conveniente observación. Gracias, Pepe.
A pesar del peligro que tienen las analogías, parece en verdad incuestionable la necesidad del aprendizaje permanente (lo que significa tanto en tiempos de crisis, como de bonanza) y bueno es recordarlo. Yo sólo añadiría que el mismo (el lifelong learning) no afecta sólo a los trabajadores, sino también a directivos y ejecutivos, dado que cada día se precisa mayor dosis de conocimiento para la toma de decisiones acertadas. Oportuno el texto de Benito, creo yo.
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