Últimamente no paramos de encontrar en los medios de comunicación oportunidades excelentes para ver cómo el ser humano esquiva continuamente la responsabilidad sobre sí mismo como el gato escaldado esquiva el agua caliente. Lo podemos comprobar en cualquier ámbito de nuestra sociedad, y, como muestra, aquí planteo algunas historias de absoluta actualidad.
Si nos fijamos en algunos poderes públicos, todos podemos recordar cómo nuestro Ministro de Industria nos ha pedido recientemente a los españoles que consumamos productos nacionales. Hasta aquí todo normal. Sin embargo, me llama la atención que nuestro bienintencionado gobernante no haya considerado que si también fuéramos capaces de vender nuestros productos fuera de España no tendría que trasladarnos a los demás la responsabilidad de sostener a las empresas españolas mediante el consumo patrio.
¿Y cómo se hace eso? Asumiendo la responsabilidad de ayudar institucionalmente a las empresas españolas a posicionar sus productos en otros países, como hacen la mayoría de los gobiernos de los países de nuestro entorno.
¿Y cómo se hace eso? Los empresarios dicen que saben cómo se hace. Parece que no es el caso de los que tienen la responsabilidad de ejercer las relaciones públicas a nivel institucional.
Seguramente no hay una única receta, pero a poco que uno se ponga a pensar le vendrá a la memoria que días atrás se ha celebrado en Davos el Foro Económico Mundial. Al margen de la frivolidad que rodea a este foro y de otras controversias, es un escenario a nivel mundial donde las empresas de cada país, junto con sus poderes públicos, forman un equipo unido y alineado que trabaja con una única misión: Vender su marca nacional y posicionar a sus empresas en el mundo. Quizá éste puede ser un buen principio. En este caso, lo que ocurre es que algunos miembros de nuestra clase política, oposición incluida, se verán obligados a entender que parte de su responsabilidad es ayudar a vender, y no sólo gastar, y eso es más incómodo que ponerse continuamente de perfil esperando que el que está detrás venga a resolvernos los problemas.
Vayamos con otra historia mucho más lamentable acerca de la responsabilidad, o, más bien, de la falta de la misma. Recientemente he leído en un diario el caso de Jêrome Kerviel, personaje tristemente famoso por endeudar, supuestamente, a Société Générale en casi 5.000 millones de euros. No quiero referirme a lo que esta persona hizo en su día, el caso está en proceso de instrucción. Lo que me llama verdaderamente la atención es la no asunción de responsabilidades en nada de lo que hizo.
Los argumentos que este señor utiliza para justificar sus disparates se basan en acusar a su empresa por permitirle desbarrar. Literalmente, se compara con un Ferrari con el motor de un cohete que ha pasado por delante de sus jefes a 3.000 kilómetros por hora y no le han dicho nada. Más allá de la connivencia delictiva de sus responsables en el banco, que está siendo investigada, es evidente que este hombre no asume ninguna responsabilidad de lo que dice que ha perpetrado. Es más, reconoce que su problema fue que no se dio cuenta a tiempo de que la época de grandes ganancias se estaba acabando por el derrumbe de los mercados. Desde luego, deja muy claro que su problema no fue que no entendió lo que estaba bien y lo que estaba mal.
En cualquier caso, y por increíble que parezca, el colmo de la falta de responsabilidad no está en las declaraciones del sujeto en cuestión. Lo espeluznante de este hecho es que universidades como Harvard le están haciendo ofertas para impartir cursos. También fabricantes de coches le están proponiendo protagonizar campañas publicitarias. Más allá del prestigio y el poder de unos y otros, ¿dónde está su responsabilidad? ¿Ni siquiera ahora entienden que el modelo del fin que justifica los medios es inviable? ¿No les importa que el día de los atentados de Londres en 2005 este exitoso profesional estuviera exultante por haber hecho ganar a su banco 500.000 euros al haber vendido las acciones de una aseguradora unos días antes?
La falta de responsabilidad de este pobre diablo, y de las organizaciones que intentan rentabilizarlo, no deja de ser una consecuencia más de lo que ocurre cuando se invierten fortunas para formar a los futuros líderes en disciplinas técnicas, científicas y empresariales, olvidándonos de que nada de eso tiene sentido si no le damos importancia al hecho de que sus papás les enseñaran, o no, ciertos valores cuando tenían siete añitos.
Seguramente todos somos capaces de encontrar ejemplos como éstos. Escribir sobre ellos llevaría mucho tiempo, y, siendo realistas, arreglaría pocas cosas. Pero, al menos, parece claro que nuestra sociedad sí necesita que, de vez en cuando, reflexionemos al respecto. Es nuestra responsabilidad.
5 comentarios en «¿Responsabilidad? No, gracias»
Creo que más allá de estar inmersos en una crisis financiera galopante, nadamos desde hace ya bastante tiempo en una crisis de valores de dimensiones oceánicas.
Estoy de acuerdoq ue cada vez se esconde más la responsabilidad. NO asumimos ser autores de nuestros actos y decisiones. Como lo sniños. En ese sentido poco hemos madurado.
No creo que esta empresa pueda hablar de ser responsable y enfrentarse cara a cara a los problemas.
Efectivamente ejemplos de estos hay un montón, y en contra de lo que parece a priori, no es mal típicamente español. Esperemos al menos que cuando nos acostumbremos a vivir en esta situación de crisis no volvamos a las andadas.
No seamos tan pesimistas, hay que resaltar también los comportamientos excelentes, por ejemplo los de los bancos, los sindicatos, el propio gobierno y cómo no, la oposición. Todos ellos nos están dando cada día lecciones de responsabilidad y de sensibilidad por los problemas de la gente.
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