En un país como el nuestro, en el que, por desgracia, las previsiones políticas –y algunas no políticas- tienen poca validez y menos valor, que el ministro de Trabajo se aventure a decir, visto lo visto, que no alcanzaremos los 4 millones de desempleados este año es para echarse a temblar.
Pero la fórmula es muy sencilla, aunque nos quedemos en 3,99 millones:
- Quitamos como de costumbre a los parados en formación, porque están haciendo cursos
- A las víctimas de EREs, porque no es más que algo coyuntural
- A los prejubilados, porque sí
- A los obreros de la construcción, porque ya sabemos que el ladrillo va mal
- A los de las inmobiliarias, porque ya sabemos que no se vende ni un piso
- A los recién licenciados que se apuntan al INEM, no tiene sentido que lo hagan, que sigan viviendo de sus padres
- A los que quieren retornar a sus países de origen, que ya es hora
- A los que quieren entrar, ya no cabe nadie
- A los que trabajarán en los comedores sociales, que cada vez hay más
- A los alpinistas que limpiarán las fachadas de los edificios públicos, esto es fundamental
- A todos aquellos que por Real Decreto se crea conveniente o necesario que no figuren en las listas del paro
¿Cuatro millones? De ninguna manera. ¿Alguien da más?
Hasta la próxima semana
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