La vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, pidió a los Ministerios austeridad en las próximas celebraciones navideñas, pero no que supriman las tradicionales copas con funcionarios y periodistas, o los regalos.
¿De qué tipo de austeridad se trata entonces? ¿Qué es lo que busca, que en lugar de dos copitas de cava, sólo se beban una? ¿Qué las cestas de regalo lleven únicamente un salchichón en lugar de chorizo, lomo y jamón?
Si se es austero, se es austero. Lo que no se puede pretender es serlo a medias, querer guardar las apariencias y dar la imagen de que desde el Gobierno se busca y se promueve el ahorro de costes para ayudar en la maltrecha economía patria.
Claro que, recordando que en el mes de marzo, en plena campaña electoral, hablar de crisis era antipatriota y que el presidente del Gobierno y el ministro de Economía negaban toda sombra de ella, no es de extrañar que ahora la vicepresidenta entienda por austeridad que los convites navideños de los ministerios sean mucho más frugales.
Crisis, ¿qué crisis?
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