¿Es de aplicación el concepto ‘responsabilidad social’ a las actuaciones de los poderes públicos? ¿Se refiere ese concepto exclusivamente al ámbito corporativo (RSC) o empresarial (RSE)? ¿Deberían atenerse las administraciones y empresas públicas a las reglas no escritas de la responsabilidad social que rigen para las empresas u organizaciones privadas? Parece que no.
Estamos sumidos en una profunda crisis, interna e internacional, y en más de una ocasión se ha afirmado por parte de los poderes públicos que las cosas van a ir a peor, que el paro seguirá aumentando, que cada vez más empresas cerrarán y más trabajadores quedarán en la calle; en este panorama, en el que incluso la afluencia de público a los estadios de fútbol va en descenso –curiosa estadística-, los ciudadanos somos cada vez más pobres y nuestra confianza va en descenso. No se venden casas, no se venden coches, no se vende casi nada de nada, y el círculo vicioso de la economía ‘negativa’ va en aumento. ¿Que saldremos de ésta? Seguro, pero no gracias a los políticos.
En esta situación, el comportamiento de nuestros gobernantes parece no estar en absoluto alineado con el interés general y con las normas básicas de la responsabilidad social y del sentido común. Coches de representación de bastantes miles de euros, reformas millonarias de despachos, obras de arte para adornar edificios de la ONU hechas con fondos de ayuda al desarrollo desviados… ¿Lo último? Más de 90.000 euros que se quería gastar el ayuntamiento de Zaragoza, comandado por Juan Alberto Belloch, en sillas italianas, a casi 2.700 euros por unidad. Finalmente, como el tema salió a la luz y creó indignación, la compra no se realizó. Si no se hubiera conocido ya habría algún culo sentado en tan espléndidas poltronas.
Hablando de coches y lujo, Ernest Benach, Presidente del Parlamento catalán, se gastó varios miles de euros en accesorios opcionales para su vehículo oficial, ya de por sí bastante caro. Levantado el revuelo correspondiente, señaló que los había retirado (que me digan cómo se hace eso de devolver opciones una vez entregado el automóvil).
Las cortes de Valencia, el Parlamento de aquella comunidad autónoma, ‘invirtió’casi 900.000 euros -150 millones de pesetas- en coches oficiales de la marca Audi. La partida incluía dos Audi A8 –el alto de gama- para la propia presidenta de la institución. Una vez entregados, se gastaron 12.000 euros adicionales en sustituir los asientos delanteros del nuevo parque móvil por otros de tipo eléctrico.
Estos son sólo algunos de los ejemplos más conocidos de la ‘responsabilidad social’ que gastan nuestros gobernantes. Habrá muchos más, de todo tipo de gustos y colores, que no salen a la luz.
¿Irresponsabilidades sociales, sinvergonzonerías, insultos a los más necesitados? De todo un poco. Incluso en periodos de bonanza, ¿son admisibles semejantes dispendios a costa del erario público? ¿Se lo gastarían igualmente si saliera de su propio bolsillo? ¿No se puede desempeñar un cargo público sin necesidad de derrochar el dinero de los demás?
Como señaló la Chunta Aragonesista, con toda la razón, en el caso de las sillas: Es un insulto para todas las empresas que quiebran, los trabajadores que van al paro cada día y las familias que cada vez tienen más dificultades para llegar a fin de mes. Esta actuación viene a demostrar la política de despilfarro y la insensibilidad social del equipo de gobierno municipal que, siete días después de subir los impuestos, se gasta dinero en sillas de lujo.
Y no sólo las sillas; los coches, los despachos, las obras de arte, los asesores… son igualmente un insulto para la mayor parte de los administrados, que comprueban una y otra vez como sus administradores ignoran los puntos más básicos de cualquier política socialmente responsable.
Luego, una vez descubierto el asunto, siempre hay alguien que sale a la palestra a decir eso de “… esto es el chocolate del loro”, y no hay ningún chocolate ni ningún loro, sino una falta total de transparencia y de responsabilidad social.
1 comentario en «Responsabilidad Social y poder público: El chocolate del loro»
Una vez más el director de este medio se mete en política y creo que no es el lugar para ello.
Además, se le ve claramente el plumero político, cosa que tampoco me gusta
Somos profesionales de rrhh y queremos opinion sobre nuestro sector, no sobre política.
Para eso tenemos El País.
Gracias
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