31 de octubre de 2024
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¿Somos todos iguales? (y2)

¿Somos todos iguales? (y2)

La propuesta empieza por rediseñar las aulas -la arquitectura dice mucho sobre cuánto aprendizaje o colaboración puede ocurrir en un lugar, y las aulas no son el mejor ejemplo-. Continua cambiando el plan de estudios para permitir a los alumnos escoger en qué experiencias reales quieren participar y colocarlos en situaciones donde deban superar desafíos, alcanzar objetivos, tomar decisiones, resolver problemas… en lugar de hacer test de respuesta múltiple. Los alumnos demandan un proceso mucho más democrático, exigen poder para decidir qué aprender y, sobre todo, que se parezca mucho más a su aplicación en la vida real. Al igual que en el caso del fútbol, la educación es uno de los pocos servicios en el que pagas sin saber lo que vas a recibir.

Lo que hacemos con los niños es muy similar a amaestrar animales en el circo: Si saltas dentro del aro, te doy una sardina -aunque nunca más vayas a ver un aro en tu vida o no te gusten las sardinas-. Pero si se te ocurre cuestionar por qué te obligan a saltar el aro o que el aro no sirve, te quedas sin sardinas. El rendimiento académico no es ningún ‘predictor’ del comportamiento ni de la vida de lo que le espera a una persona. Mi experiencia a la hora de seleccionar y contratar personas indica que cuanto más brillante es el currículum académico, menos innovador resulta ser, menos abierto al cambio y menos flexible, porque está programado para administrar la certeza, pero no para administrar la ambigüedad, los errores y la inseguridad. Nos vamos creando un problema, porque la gente que es brillante académicamente no está acostumbrada a la frustración y no sabe cómo manejarla sin deprimirse.

¿Sabían que el presidente de Brasil, Lula da Silva, sólo tiene estudios hasta 8º de básica? Hoy puede presumir de tener el mayor respaldo popular de la historia de su país sin haber terminado la educación media ¿Qué pasaría si envía su curriculum a cualquier empresa? ¿Quién hubiese contratado a Bill Gates, Steve Jobs o Amancio Ortega de Inditex?

No podemos dejar de preguntamos en algún momento cuáles son las cuestiones básicas que debería enseñar la escuela, y, sobre todo, cuál es la mejor manera de aprenderlas -obviamente nunca convirtiéndolas en asignaturas-. La lista difícilmente será corta, pero existen algunos elementos que resultan indispensables.

Uno tiene que ver con relacionarse con otros. Casi todas las cosas que te ocurren en la vida tienen una estrecha relación con cómo eres capaz de establecer relaciones con otros, no solamente profesionales: Tienes pareja, tienes hijos, tienes amigos, tienes jefes, tienes compañeros de trabajo. Hoy, esta habilidad tiene nombres diversos, que van desde ‘networking’ a trabajo colaborativo y en equipo. Y eso no lo promueve el colegio, porque te condena a pasar innumerables horas sentado solo en tu pupitre, y si hablas con el compañero de al lado te castigan. El colegio no está diseñado para fomentar una habilidad tan esencial como relacionarse con otros, llegar a acuerdos con otros, consensuar con otros.

Hay un segundo elemento que tiene que ver con la habilidad de comunicación escrita y oral. Quieras o no, pasas la mayor parte de tu tiempo comunicándote con otros, persuadiéndolos, convenciéndolos, seduciéndolos. Aunque la escritura parecía haber quedado relegada hace algunos años, el correo electrónico nos ha obligado a escribir de nuevo. Y cuando analizas las cosas que escribe la gente, verdaderamente dan ganas de llorar. Y no solamente por la ortografía, sino porque lo que escribes muestra la forma en que piensas, muestra el modo en que ordenas tus pensamientos, cómo estructuras, cómo argumentas, cómo concluyes, cómo le das relevancias a cosas importantes o no…

La tercera habilidad es aprender a razonar. Y no caigamos en el error de creer que lo que hace falta es enseñarle a la gente más matemáticas. Significa enseñarle a plantearse desafíos, a analizarlos, a desmenuzarlos, a valorar alternativas, a perseguirlas, a analizar las consecuencias de las decisiones, a entender por qué las cosas son de una forma y no de otra, y como podrían ser; es decir, a no dar nada por sentado, a dudar y a llegar a tener tu propio criterio y a mirar por qué la gente hace las cosas como las hace. En definitiva, se trata de enseñar a la gente a pensar. Nada de esto se puede enseñar mediante una asignatura formal ni de forma directa. No puede haber una asignatura que sea comunicación, porque lo que allí se hace es hablar de comunicación, pero no practicar la comunicación, es decir, comunicar.

Para producir el tipo de cirugía mayor que se requiere en la educación, hace falta un liderazgo y coraje político rayando en lo suicida, que no se vislumbra por ningún lado, porque significa atreverse a cambiar todo un sistema que -se sabe- va a generar rechazo, y, sobre todo, no permitirá beneficiarse de sus resultados hasta bastantes años después. No conozco ningún político dispuesto a inmolarse, aunque sea por una causa tan noble.
La educación todavía no es capaz de abordar dos aspectos cruciales:

Para qué educamos a las personas, teniendo en cuenta que, si sabemos lo que se encontrarán a lo largo de su vida, no hay razón para que la escuela no les facilite el camino y se lo anticipe.
 
Qué significa ser un ciudadano del siglo XXI, un ciudadano en la sociedad del conocimiento, qué habilidades, qué conocimientos, qué herramientas, qué actitudes hacen falta.

No necesitamos una educación que siga insistiendo en más matemáticas, mejores notas ni en que todos seamos como robots, sino en preparar más gente que piense y lo haga por sí mismo. Por ejemplo, los niños entienden mejor que es la fuerza de la gravedad antes del colegio que después. El término Educare en latín significa "Extraer lo mejor de uno mismo".
 
Hoy, las portadas de los periódicos las acapara la Crisis financiera. A estas alturas y como mero espectador, sólo hay 2 cosas que me preocupan:

¿Qué vamos a aprender de esta experiencia? Me gustaría pensar que lo suficiente para evitar que se vuelva a producir una hecatombe similar.
 
¿De qué conocimiento disponen los responsables de resolverla?

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