Supongamos que estamos preparando unas conclusiones sobre el efecto de la mala cultura transmitida en las empresas, y decidimos detenernos a recordar los distintos tipos de comportamiento que nos hemos ido encontrando a lo largo de los años.
En nuestros primeros recuerdos hay un hecho que resulta inevitable, y es que los integrantes de un equipo suelen tener como referente a su inmediato superior. Cuestión que aumenta gradualmente cuando su formación es escasa o simplemente inexistente. Si el jefe se encontraba debidamente preparado, todo iba fluyendo a lo largos de los años, y cuando se producía algún que otro cambio, éste era fácilmente asimilable.
El problema surge con los malos ejemplos de ciertos jefes, que no se han preocupado en mejorar sus conocimientos a lo largo de su carrera profesional. En estos casos, una experiencia -en ocasiones- de más de treinta años se encuentra resumida, siendo generosos, como mucho en tres años; eso sí, repetida de forma inexorable durante los siguientes veintisiete. Si este efecto se produce en cascada, podemos vislumbrar con lo que nos vamos a encontrar al cabo de un cierto tiempo. De ahí es de donde pueden partir los principales problemas de ciertas empresas.
Uno de los más conocidos es la costumbre de permanecer en el trabajo hasta que no se haya ido el jefe, sin saber que está manteniendo un duelo personal con los otros directivos por ver quién sale más tarde. A ello podemos sumarle los problemas derivados del exceso e ineficaz número de reuniones, la acción por la acción sin parar a pensar, la maledicencia, la crítica por el miedo a una formación de tipo superior -léase “master del universo”-, el manejo exclusivo de una aplicación informática sin preocuparse de las personas, la acción por urgencias, la ocultación de información, la impuntualidad, el mal trato verbal y psicológico. En fin, incluiremos todos los casos derivados de una falta de preparación personal y profesional que puede llevar al colapso institucional tanto por la ausencia de motivación como por la pérdida de resultados a medio y largo plazo.
¡Cuantas veces insistimos una y otra vez en buscar soluciones de tipo coyuntural cuando los verdaderos problemas son ya estructurales! Y cuantas veces trabajamos para minimizar los efectos sin detenernos a buscar las causas que lo produjeron. No nos damos cuenta que en nueve de cada diez casos los problemas en las empresas se producen por el tipo de relaciones establecido entre las personas.
Para hacer un seguimiento de la posible procedencia de los males que nos pueden aquejar hemos decidido hacer un viaje por el Purgatorio de Dante. Dante Alighieri fue autor a comienzos del siglo XIV de una de las obras más conocidas de la literatura, la Divina Comedia. En ella, hace una descripción de su visión personal acerca del Cielo, Purgatorio e Infierno, donde va identificando a las personas que ha conocido a lo largo de su vida.
Nosotros, en nuestro afán de buscar soluciones para nuestra empresa, sólo vamos a acompañarle al Purgatorio, ya que pensamos que, de momento, nuestros errores son solucionables. Como de toda adversidad se puede rescatar una lección aplicable, veremos que es lo que a nuestro regreso deberemos tener en cuenta para no caer en los mismos errores que otros cometieron antes que nosotros.
A continuación iremos comentando e interpretando todo lo que nos vayamos encontrando en nuestra ascensión por la montaña del Purgatorio:
Los soberbios y orgullosos. Son aquellos cuyo deseo es ponerse por encima de los demás. Piensan que pertenecen a una categoría superior. Nicolás Maquiavelo decía acerca de ellos que “la naturaleza de los hombres soberbios y viles es mostrarse insolentes en la prosperidad y abyectos y humildes en la adversidad”. Lo ideal es poder trabajar con personas que sobre todo sean realistas. Dante los representa arrastrándose con piedras en sus espaldas.
Los envidiosos. Son los que desean que su compañero no pueda disfrutar o no posea lo que tiene. No pueden soportar que a otras personas les vaya mejor que a ellos, o, simplemente, que les vaya bien. La crítica sistemática, la táctica de rebajar los méritos de otros, la difamación, sus numerosas carencias e incapacidad creadora suelen ir unidas a las personas de naturaleza envidiosa. Contra ellos necesitamos verdaderos líderes que se preocupen de los demás, ayudándolos a que consigan sus metas personales. Son representados con los párpados cosidos para que no puedan ver, cubiertos de cilicio y entonando cánticos de amor.
Los irascibles. La ira es un estado emocional con intensa furia y respuesta agresiva. El problema surge cuando está fuera de todo control, convirtiéndose en algo destructivo para nosotros y para los demás. Sus colaboradores están a merced de sus emociones imprevisibles. Las personas iracundas están todo el día dando gritos, chocando y enfrentándose con todo el mundo, creando un ambiente de tensión insoportable. La situación ideal es poder trabajar con personas pacientes y equilibradas. Son representadas sumergidas en una espesa nube de humo que los mantiene prácticamente en la oscuridad.
Los perezosos. Dice Goethe que “los perezosos siempre hablan de lo que piensan hacer, de lo que harán; los que de veras hacen algo no tienen tiempo de hablar ni de lo que hacen”. Es la falta de acción por la falta de estímulo o ganas en realizar cualquier tarea. De la necesidad surge el deseo y el comienzo de las acciones para conseguir un objetivo que, al alcanzarlo, aumenta la satisfacción y motivación. Si les quitan la posibilidad de cubrir sus necesidades surgirá la desmotivación y, por ende, la desidia y la pereza.
Lo ideal es tener líderes-jefes diligentes que comprendan y se interesen por las cuestiones relacionadas con la motivación. Dante representa a los perezosos como condenados a correr sin cesar.
Los avaros. Es el propio Dante quien dice que “la avaricia es de naturaleza tan ruin y perversa que nunca consigue calmar su afán: Después de comer tiene más hambre”. Lo contrario a la avaricia es la generosidad, teniendo mucho que ver con la objetiva y adecuada asignación de recursos en el momento preciso. Son representados con la cara pegada al suelo y atados de pies y manos, como castigo a que en vida únicamente ansiaron bienes terrenales.
Los gulosos. La gula es el deseo incontrolado por el placer de comer o beber. Está conectado con otros temas que pueden ser afines, tales como gastar más de lo que necesitamos, desperdiciar, dilapidar, consumir sin prestar atención a quienes nos acompañan. Lo adecuado son los jefes con buenos hábitos y moderados. Dante nos muestra a los gulosos delgados por el hambre. Purgan sus penas con numerosos manzanos a su alrededor a cuyos frutos no pueden acceder.
Los lujuriosos. La lujuria es el deseo incontrolado por el placer sexual. Nos referimos a las situaciones en que se producen casos de abuso por valerse de una posición de superioridad, como puedan ser las situaciones de acoso sexual en la empresa aprovechándose de la autoridad jerárquica. Los jefes deben asumir sus responsabilidades e intervenir fomentando ciertos cambios de actitudes, concienciando sobre el peligro de determinados modelos de comportamiento. Todo ello generará una atmósfera de rechazo contra ciertas conductas con el correspondiente buen ambiente de trabajo. Dante los representa ardiendo en un gran incendio.
Para finalizar conviene señalar que hay tres cuestiones comunes a todos los grandes dirigentes: la primera es su visión estratégica; la segunda, su capacidad para gestionar el tiempo, y la tercera, su comprensión acerca de la importancia de generar un buen ambiente. Estos líderes ya realizaron su viaje y tomaron la decisión de involucrarse para intentar que sus empresas fueran como el Paraíso de Dante.
Por nuestra parte podemos preguntarnos acerca de cómo afectan todas estas cuestiones a la cultura de nuestra empresa e, incluso, a nuestra propia vida.
Tal vez no sean sólo figuraciones, o puede que todo no sea más que la visión de un humanista como Dante. En cualquier caso, ¿por qué no tomar nuestra propia decisión y darnos un paseo con Dante por su Divina Comedia?
2 comentarios en «El Purgatorio de Dante y la empresa»
¡Cuánta razón tiene este señor! Si Dante viniera a mi empresa, se los llevaría todos, no al purgatorio sino…. al infierno
Feliciano: tienes mucha razón. Todos los Directivos de las empresas deberían tener de lectura de cabecera el artículo de este señor
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