El escándalo de corrupción que salpica a Turisme Jove podría acarrear nuevas consecuencias para el consorcio además de la condena penal -si la hubiere- de sus antiguos dirigentes. La mala imagen planea ahora sobre este organismo público, por lo que sus actuales responsables ya se están planteando cambiar de nombre para intentar desvincular las corruptelas de la gestión que llevan a cabo.
"Cuando sucede una cosa de estas es lógico que se genere mucha alarma social y también confusión; la gente recibe tanta información de lo sucedido, que puede tender a pensar que lo mismo que ocurría antes sigue pasando, cuando no es así. Por eso pensamos que tendremos que buscar otra denominación" para el organismo, explica el gerente de Turisme Jove, Rafel Gelabert. Todavía es pronto para decidir la alternativa, aunque él mismo ya está barajando posibles nombres.
La mala gestión heredada del PP está suponiendo no pocos quebraderos de cabeza para los actuales responsables de UM, que hablan sin reparos de "quiebra técnica" del ente público, con una deuda de 6 millones de euros. Sólo en tres alquileres de oficinas, el consorcio tiene acumulada una deuda de unos 288.000 euros desde principios de año, cuando tuvo que dejar de pagar a los propietarios por falta de liquidez. Estos arrendamientos suponen unos 36.000 euros mensuales al consorcio, y fueron ´atados´ por Juan Francisco Gosálbez, el presunto cabecilla del entramado de corrupción, quien a su vez se beneficia de 4.500 euros al mes tras haber endosado un local suyo a Turisme Jove.
Gelabert explica que la conselleria de Deportes y Juventud, de la que depende el consorcio, ha tenido que inyectarles una nueva aportación extraordinaria para poder hacer frente a los gastos corrientes más urgentes, "pues de otro modo sólo cabía cerrar, así de claro", señala el gerente. Entre estos desembolsos se incluyen las nóminas del personal -80 trabajadores-, pero sólo hasta octubre. "Habrá que ver cómo les pagaremos las de noviembre y diciembre", se lamenta.
Protestas de empleados
Precisamente el malestar crece entre algunos empleados de Turisme Jove, por su precaria situación laboral. Un trabajador de uno de los albergues del consorcio denuncia que tienen "que hacer de todo: las recepcionistas sirven comidas y las cocineras tienen que hacer las camas". El empleado protesta por la escasez de personal, mientras "en las oficinas se están tocando las narices". Añade además que el comité de empresa no hace nada al respecto, porque a uno de sus dos miembros le han ascendido recientemente al puesto de Gosálbez.
El elevado número de proveedores a los que el consorcio tiene pendientes de pago está obligando además a que los propios directores de los albergues tengan que realizar las compras para los huéspedes en las grandes superficies, ante el plantón de los suministradores. Se llega al extremo de que "el menú se confecciona en función de los precios: si una semana la pera va más barata que la sandía, sólo compramos la primera fruta", relata un responsable del consorcio.
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