El calendario del Gobierno, bien pensado y estructurado, ya tenía presente –creo yo- la posibilidad de que a 15 días del inicio de agosto se tuviera que hablar de crisis, con tibieza, pero de crisis. Se acabó el debate semántico –ya era hora- y comienza el debate de fondo.
Hace poco escribía sobre cómo era posible que en el mes de marzo estuviéramos en la ‘champions’ de la economía, y ahora estemos próximos a la bancarrota social y económica. Cómo era posible que hace cuatro meses nos prometieran 2 millones de empleos -PSOE y PP-, y ahora se estén destruyendo. ¿Acaso nos han mentido? Y si no nos han mentido ¿En qué manos insensatas estamos?
No tengo ni idea de economía, de macroeconomía, de finanzas, de política… lo reconozco, por lo que no suelo entrar en debates interminables y sinsentido para mí; pero esa falta de capacidad mía para perderme en números y datos (economía) y argumentos banales (política) no está reñida con el más mínimo sentido común que creo poseer, lo que no es ningún mérito. Y ese sentido común –llamado así porque lo debe tener la gran mayoría de la gente- me decía, allá por otoño de 2.007, que las cosas nos iban a venir mal dadas. Las alarmas ya estaban empezando a sonar.
Tampoco suelo ver debates políticos porque, además de aburrirme, no creo que en dos horas puedan modificar una intención de voto, intención que, al menos creo yo, se debería formar durante toda una legislatura. Siguiendo con esa sana costumbre, no vi el doble debate Zapatero-Rajoy ni ningún otro que pudiera producirse de ámbito nacional, local, autonómico… salvo el Solbes-Pizarro.
Tampoco lo vi entero, pero sí lo suficiente como para advertir de que se trataba de un enfrentamiento entre un funcionario y un empresario, ambos metidos por circunstancias muy diferentes a políticos. Independientemente de que ese debate tampoco sirvió para forjar un voto, sí consiguió aumentar mi preocupación sobre el futuro. La apatía de Solbes y el ímpetu de Pizarro lo consiguieron. Y no recordaba nada más de aquel encuentro hasta que el otro día lo repitieron en un canal de televisión, Intereconomía. Tampoco lo vi completo en esta reciente ocasión –sigo sin ser capaz de ello- pero me quedé con una frase de Pizarro que decía algo así: “Si no quieren inflación, paro e incertidumbre… voten al PP (o algo similar)”. También afirmó que las medidas que tenían que haberse tomado para minimizar la crisis debían haberse tomado hace bastante tiempo, mucho antes de ese debate.
No me gusta la política -¿Lo he dicho ya?-, pero ahora toman fuerza esas palabras del candidato popular a ministro de Economía –obviando la petición del voto al televidente-, cuatro meses después: Inflación, paro e incertidumbre. Como nota curiosa, todas las encuestas o estudios post debate señalaron que el mismo fue “ganado” por Solbes, aunque el pronóstico válido fuera el de Pizarro.
La obligación del Gobierno es gobernar, y la de la oposición es, básicamente, oponerse, pero con criterio. Y creo que los gobernados no tenemos ni lo uno ni lo otro, y somos los más perjudicados. Sin embargo, de nada sirve lamentarse, quejarse, preocuparse, acongojarse… porque sólo tenemos lo que nos merecemos, tanto a nivel de Gobierno como de oposición, y con ello tendremos que lidiar hasta 2012.
Hasta entonces, estando lo peor por llegar –según dicen los expertos-, aguanten como puedan la inflación, el paro, las hipotecas, el déficit público…
Por cierto, de los sindicatos mayoritarios ni se sabe.
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