Conclusiones
Siracusa, pese a ser una gran ciudad, no tenía forma de poder compararse con Roma, la ciudad más importante de la época. Su única posibilidad era intentar competir a través de la innovación, ya que cualquier enfrentamiento en otro campo de batalla significaba poco más o menos que una derrota segura, y presentaba un futuro incierto.
¿En qué consiste la innovación?
En primer lugar es preciso distinguir entre personas creativas, inventores e innovadores. Una persona creativa es aquella que genera ideas originales; un inventor indaga sobre un sentido práctico de dichas ideas; mientras, la innovación busca su puesta en el mercado para obtener ventajas competitivas.
¿Cómo se puede medir?
Aunque, en segundo lugar, no toda innovación es patentable, un buen indicador del grado de innovación de un país es el número de solicitudes de patentes y su distribución geográfica. Según datos de la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM), la media europea en cantidad de patentes por millón de habitantes es siete veces superior a la española; la del Reino Unido es 31 veces superior a la de España; las de Finlandia y Alemania son 13 veces mayor. Como aspecto positivo conviene indicar que en los cuatro últimos años el mayor crecimiento de los países a partir de un cierto número de solicitudes de patentes europeas lo experimenta España, con un incremento del 57%, seis veces el de Alemania.
Otros indicadores de interés son Recursos Humanos (educación y empleo), las ventas de nuevos productos y la financiación (capital riesgo).
¿Es importante para un país?
Se estima, en tercer lugar, que entre la mitad y dos tercios del crecimiento económico de un país está ligado a I+D+i, siendo la innovación el impulsor clave de la competitividad económica.
¿Qué podríamos hacer a nivel de empresa?
La inversión en talento humano y el capital, por último, es básica para competir en la economía global. Quizá pueda ser conveniente ayudar entre todos a cambiar la mentalidad en las empresas fomentando la iniciativa y el espíritu emprendedor de sus empleados, en apoyo del desarrollo de una cultura por la innovación.
Hay que invertir en formación en la escuela y en la universidad, pero el verdadero déficit se está produciendo en la formación permanente en las empresas, donde invertimos cinco veces menos que Europa.
Hacen falta muchos “Arquímedes”, pero también sus correspondientes “Hierón” que sepan bajar a la arena todo el talento imaginativo de estos nuevos empleados y convertirlo en algo práctico.
Se investiga, pero no sabemos cómo convertir en dinero o cuota de mercado todo ese conocimiento. Como comentó en su momento un Presidente del CSIC, “somos capaces de emplear dinero para generar conocimiento pero no somos capaces de emplear el conocimiento para generar dinero”.
En España más del 97% de las empresas son PYMES, siendo la mayor parte micropymes -de 1 a 10 empleados-, pero seguro que con un cambio de cultura adecuado y el apoyo de las existentes partidas presupuestarias específicas podremos competir con cualquiera: “Mucha gente pequeña en muchos lugares pequeños -dijo el Dr. Leonardo Buscaglia- harán cosas pequeñas que transformaran al mundo”.
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