31 de octubre de 2024
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Ojalá (y 2)

Ojalá (y 2)

5. En Chile, durante este mes, un semanario suele publicar desde hace años un ranking de colegios, lo que sin duda es uno de los más flagrantes atentados contra la educación. ¿Por qué existe ese ranking, qué objetivo tiene? La respuesta es muy simple, y, por supuesto, no es accidental: La educación, en lugar de ser considerada un bien público que consolida y cimienta el desarrollo futuro de un país, ha pasado a ser un negocio enormemente lucrativo, y, como tal, es objeto de un marketing despiadado. Este ranking persigue vender el "servicio educación" posicionando a algunos productos -determinados colegios- como mejores que los demás, y trasladando a los padres el mensaje "si quieres que tus hijos triunfen, no tienes otro camino que matricularlos aquí". ¿Saben que la mayoría de los colegios someten a los niños -y en muchos casos también a los padres- a un examen para permitir su acceso? Un niño con problemas de aprendizaje, por leves que sean, es discriminado porque podría poner en riesgo las estadísticas del colegio y, por tanto, su posición en el ranking.

¿Creen que la mayor parte de los colegios del ranking están al alcance de cualquier bolsillo? Evidentemente, se trata del primer peldaño para diferenciar a los niños desde abajo, y, por tanto de empezar a discriminar.
Un aspecto que me parece especialmente delicado es el criterio que se sigue para determinar que un colegio es mejor que otro. ¿Cómo se mide la calidad de la educación? Se utilizan las puntuaciones obtenidas en una serie de pruebas que, mediante test, tratan de medir lo que saben los niños.
 
Los test son uno de los principales venenos del sistema educativo, ya que produce un efecto en cadena donde los colegios enseñan aquello que pueden medir en los test, en lugar de lo que los adultos sabemos que es importante para la vida, los profesores son evaluados en función de las notas de sus alumnos y los niños, como si estuviesen en el circo, saben que lo único que importa es comportarse según las normas, estudiar lo que entra para el examen y dar la respuesta correcta que espera el profesor.

¿Para qué tanta geografía o tanta Física? Todo este montaje es incapaz de soportar una pregunta elemental ¿Para qué educamos a los niños? ¿Para aprobar exámenes? Es raro, porque una vez terminamos la universidad nunca más hacemos exámenes y, por tanto, no importa mucho cuánto sabemos de gramática o trigonometría. ¿Para sacar buenas notas? Es extraño, porque un buen expediente académico no es sinónimo de una vida exitosa y feliz.

Tres de los máximos exponentes del éxito profesional actual como Bill Gates, fundador de Microsoft, Steve Jobs, fundador de Apple, o Amancio Ortega, fundador de Zara, quien acaba de superar a GAP como líder mundial por ventas entre las grandes cadenas textiles de moda, no sólo fueron malos estudiantes sino que o bien no terminaron la universidad o ni siquiera pusieron sus pies en ella. Si nos hubiesen enviado su curriculum o hubiésemos tenido la posibilidad de entrevistarles para incorporarles a nuestra empresa ¿Quién los hubiese contratado? ¿Dónde APRENDIERON lo que hoy hacen? Las empresas siguen obsesionadas en contratar personas con MBA que no dejan de ser en su mayoría personas muy competentes… en seguir las reglas, y, por tanto, no suelen ser los más hábiles ni para innovar ni para aprender.

Si el objetivo es preparar a los jóvenes para la vida que les espera, entonces las asignaturas y las notas tienen muy poca importancia. Lo que es verdaderamente crucial es educarlos para CAMBIAR, es decir, para APRENDER. Por primera vez nos empezamos a encontrar una sociedad donde la generación anterior empieza a ser incompetente para educar a la siguiente, donde los alumnos saben más que los profesores en algunos ámbitos, y donde, en el trabajo, los subordinados saben más que el jefe. En este contexto no resulta sorprendente que una de las competencias más apreciadas por los empleadores sea la capacidad de aprender de sus trabajadores.
 
¿Cuándo llegará la hora en que las autoridades dejen de dilapidar el tiempo en discusiones inútiles -generar nuevas leyes, discutir sobre la financiación, etc.- y se preocupen de cambiar de una vez por todas lo que realmente importa: Lo que ocurre dentro de las aulas, qué se enseña y cómo. Lo que como padre de dos niños de 3 y 4 años me preocupa es que "OJALÁ mis hijos sepan aprender" porque de otra manera pagaremos todos un precio muy alto.

Todo lo que haces depende del conocimiento que tienes. No puedes hacer lo que no sabes debido a que no lo aprendiste. Todos nacemos sin saber nada y, por tanto, necesitamos aprender. Lo que distingue a una persona de otra es su conocimiento. Las empresas saben que cuanto mejores profesionales tengan, mejor será la institución. Sobre el presente ya no puedes actuar, porque es el resultado de lo que planificaste en el pasado. Por tanto, tienes que aprender continuamente del pasado y planificar para afrontar el futuro con posibilidades de éxito.
Lo más importante para los ejecutivos de una empresa son los RESULTADOS. Y lo que más les debiese preocupar es cuando no se alcanzan dichos resultados. Es obvio que los resultados son la consecuencia del DESEMPEÑO de las personas que trabajan en una organización, de lo que hacen cada día. Y es todavía más obvio que, si quieres mejorar los resultados, tienes que mejorar el desempeño -que en lugar de dar 15 km por litro, den 20 km por litro-, y eso exige cambiar algunos COMPORTAMIENTOS para que sean capaces de hacer cosas que hoy no son capaces de hacer. Ese cambio de comportamiento se llama APRENDER. Quien domina el aprendizaje tiene un arma de enorme poder para afectar los resultados de una empresa.

La pregunta ¿qué necesito aprender para hacer mejor mi trabajo? es demasiado importante como para depender de un OJALÁ. Los OJALÁS nos cuestan muchísimo. Podemos y debemos hacer las cosas considerablemente mejor, porque es demasiado lo que está en juego: La educación de nuestros hijos, los resultados de nuestras empresas y el bienestar de los ciudadanos.

PD: El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define así OJALÁ.
(Del ár. hisp. law šá lláh, si Dios quiere). 1. interj. Denota vivo deseo de que suceda algo.
 

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1 comentario en «Ojalá (y 2)»

  1. Me parece una visión absolutamente acertada y además capital para un país y una empresa. La cuestión es ¿se quieren personas que sepan aprender, y por lo tanto pensar? Creo que pocos sistemas (empresas, universidades, países) son tan abiertos y fuertes como para resistirlo. A lo mejor es por eso que la educación continúa siendo elitistay las empresas van a lo «seguro» (en general).
    Es evidente que se están produciendo cambios sociales, en la organizaciones y en el acceso al conocimiento, pero seguirán existiendo resistencias.

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