Mayo es un mes muy particular. Florece la primavera con todo su esplendor en el hemisferio norte mientras, al mismo tiempo, estalla el otoño sin clemencia en el cono sur.
La capacidad de asombrarse es un elemento primordial para aprender, y este mes ha sido pródigo en historias asombrosas:
1. A lo largo de mayo me ha tocado participar en varios eventos, en algunos como ponente y en otros como asistente. Una empresa de servicios me pidió abordar el "aprendizaje como herramienta de mejora de los resultados" durante su convención comercial, donde reunió a los 750 responsables de sus equipos comerciales con el objetivo de transmitirles "qué es ser un buen jefe, un buen líder".
Por descontado, nadie puede esperar que tras una convención estas personas vayan a comportarse como lideres ejemplares. Una declaración del Gerente Comercial me pareció demoledora: "El 90% del aprendizaje ocurre en el puesto de trabajo". Esto significa reconocer que la mayoría de lo supuestamente "aprendido" en la universidad o, incluso, en los cursos ofrecidos por la empresa es prácticamente irrelevante. El gran dilema es: ¿Qué estamos haciendo en nuestras organizaciones para ayudar a nuestros colaboradores a aprender cada día en su puesto de trabajo?
El V Congreso Latinoamericano Montessori me invitó a compartir con varios cientos de educadoras -casi todas mujeres- sobre innovación en educación. Ocurre que, a la hora de aprender, los adultos somos como árboles torcidos a los que cuesta muchísimo esfuerzo enderezar. La inercia pesa demasiado. Sin embargo, cuando fuimos niños, éramos extraordinariamente dúctiles para aprender. Para nuestra desgracia, la escuela realiza una minuciosa labor de demolición que debilita dicha habilidad hasta el punto de que nos volvemos altamente incompetentes y pagamos un alto precio por ello en todos los órdenes de la vida. Me resulta llamativo el grado de acuerdo que existe acerca de lo que hay que cambiar en el ámbito de la educación mientras, al mismo tiempo, todo continua inmóvil. No puede ser casualidad.
Ambos eventos tenían como objetivo aprender, el mismo objetivo que los miles de seminarios, talleres, congresos, conferencias… que se celebran cada día en todas partes. Si decides dedicar un tiempo no menor en dejar de lado otras tareas, desplazarte y sentarte a escuchar a un experto en determinada materia, debe ser porque definitivamente te interesa lo que allá va a suceder.
Es espectacular el volumen de gente que se mueve alrededor de estos eventos y los recursos que se invierten -muchos de ellos cobran precios desorbitados, sobre todo si el ponente es un gurú reconocido-. Se trata de una instancia de Gestión del Conocimiento puro donde una o varias personas que saben mucho tratan de transferir lo que saben a otros que vienen casi siempre a escuchar y, como mucho, tomar notas.
Sin embargo, en estas situaciones se produce un doble fenómeno bastante peculiar:
Primero, ¿Qué sabe el ponente de su audiencia, sobre qué les interesa, qué les preocupa, qué desafíos tienen, qué aspectos quieren mejorar? Casi nada, tan sólo cuántos serán y, con suerte, cuál es su procedencia -ámbito empresarial, académico, etc.-. En varias ocasiones he tratado, aunque sea mediante una encuesta previa, de averiguar a qué se dedica la gente que me va a escuchar, con qué tiene más dificultades, en qué creen que necesitan mejorar, pero ha sido siempre imposible.
Segundo, ¿Qué saben los asistentes acerca de lo que se van a encontrar? ¿Qué les van a contar, para qué les servirá, si les será útil, si se acordarán…? De nuevo en este caso, casi nada, sólo el nombre de la charla y el ponente. ¿Se puede esperar que ocurra lo que todos esperan que ocurra, es decir, que los asistentes Aprendan? Sería un milagro que lo que el ponente explique sea exactamente lo que el asistente necesita. Pero aunque ese milagro ocurriese, es igualmente imposible aprender en esas condiciones, ya que escuchar no significa aprender. En todo caso, aprendes cuando practicas lo que el ponente te cuenta. El problema es ¿Qué puedo hacer con lo que escucho en una conferencia o leo en un artículo?
Tanto en el caso de la Convención Comercial como en el Congreso Montessori, a los organizadores tan sólo les cabe pensar para sus adentros "OJALÁ aprendan, OJALÁ todo este esfuerzo, todo este tiempo, todo este dinero invertido sirva para algo…”
2. Mayo es un mes futbolístico por excelencia. Se deciden la mayor parte de las ligas más importantes del mundo, se proclama el campeón de la Champions League, de la UEFA, la Copa Libertadores se acerca a sus rondas finales, etc. En la liga española el Real Madrid ha ganado el título por segundo año consecutivo, pero los principales periodistas especializados están realizando sesudos análisis para explicarse el rotundo fracaso del FC Barcelona, quien hace solo dos años maravilló al mundo con un juego y un equipo que parecía destinado a marcar una época.
La principal conclusión a la que han llegado es que el FC Barcelona no ha sido capaz de aprender del desmoronamiento sufrido por su eterno rival, el Real Madrid, que pocos años atrás vio como se derrumbaba su equipo de los "galácticos", construido para devolver al equipo la grandeza que hizo que fuese considerado el mejor club del siglo XX. Sin embargo, nadie aprende en la cabeza de otro, y el FC Barcelona repitió milimétricamente los errores que produjeron la debacle del equipo madrileño con escasos años de diferencia.
El entrenador ya ha sido despedido y se está renovando drásticamente la plantilla tratando de olvidar los malos hábitos adquiridos y partir prácticamente de cero. Parece que la lección aprendida es "fichar bien y vender antes de la decadencia". Mis amigos socios y aficionados del FC Barcelona se lamentan diciendo "OJALÁ hubiésemos sacado conclusiones y aprendido de lo que le pasó al Real Madrid, ya que hubiésemos tomado las decisiones adecuadas para evitar este descalabro". No parece fácil aprender cuando las cosas les suceden a otros.
3. Conversando con los responsables del Área de Gestión del Conocimiento de una empresa industrial, me relataban que en su sector resulta habitual realizar "paros" en las distintas instalaciones para realizar mantenimientos y revisiones programadas que son críticos para garantizar la continuidad del negocio. Recientemente, cuando una planta se preparaba para realizar dicho paro, se dieron cuenta que el experto que debía liderar dicho proceso ya no estaba en la empresa porque se había jubilado el año anterior. Ante la ausencia de dicho experto, nadie estaba en condiciones de asumir su lugar y liderar el trabajo, de manera que fue necesario ir a buscarle a su casa para comprobar si estaba disponible. Por suerte fue posible contar con su participación, y el proceso se pudo llevar adelante sin inconvenientes, pero casos como estos demuestran que la mayor parte de las organizaciones no sólo no disponen de un mapa de su conocimiento crítico que especifique sus ventajas competitivas sino tampoco de un mapa de sus expertos que les permita anticipar situaciones tan delicadas como estas y no depender de que "OJALÁ el experto quiera ayudarnos a realizar este paro". Muchas empresas saben que el impacto de perder a su Presidente o al Director General es mínimo si se compara con el daño provocado por la pérdida de aquellas personas que atesoran el conocimiento crítico.
4. Hace dos semanas recibí un mail de una compañera de uno de los colegios a los que asistí en Madrid, y que abandoné en 1978 cuando mi familia se traslado a vivir a San Sebastián. Me había localizado por la web, me invitaba a una fiesta de 25 años de graduación y me adjuntaba el blog del curso que lleva varios meses funcionando con una efervescencia digna de un grupo de adolescentes enamorados. Hace 30 años que no he tenido contacto alguno con mis ex compañeros y ex profesores, y os podéis imaginar el impacto que me produjo leer el blog, contemplar fotos de cuando éramos escolares, asociar caras con apellidos, recordar aventuras ya olvidadas… Esa misma sensación fue la que sintieron la mayor parte de mis colegas, muchos desperdigados por el mundo y dedicados a las más variopintas profesiones. Lo más llamativo es que, cuando leí con detenimiento los distintos posts, me llamo la atención que NINGUNO hace mención alguna a las asignaturas que tuvimos que estudiar, a las notas o a las clases. Todos los aportes, casi siempre cargados de contenido altamente emocional, se refieren actividades que sucedían fuera de los muros del aula, en los viajes, los partidos, las fiestas, los recreos, incluso en algo aparentemente tan monótono y trivial como el recorrido diario en autobús desde casa hasta el colegio. Tanto esfuerzo y tantas horas dedicadas a que estudiásemos y sacásemos buenas notas para que todo lo que recordemos y apreciemos de nuestra época escolar sea en definitiva las experiencias que vivimos. Puedo imaginar más de un cuarto de siglo atrás a nuestros profesores rogando "OJALÁ que estos niños estudien y sean hombres de provecho".
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