Es nuestra conexión con el mundo exterior, nos informa de lo que sucede y nos permite vivir. Pensamos desde él, analizamos los datos, tomamos decisiones, opinamos, reaccionamos a lo que nos sucede. O eso es al menos lo que creemos porque el cerebro de neutro no tiene nada. Transforma nuestro entorno hasta el punto de ser nuestro único vínculo con el mundo pero en esa transformación suceden cosas de las que no somos conscientes y condicionan nuestras decisiones.
El cerebro tiene tres pisos -dejadme que hable así-: el reptiliano, el límbico y el cortical:
- El reptiliano tiene las claves que permiten a nuestras funciones trabajar de forma automática: respiración, digestión, los latidos del corazón…
- El límbico contiene una serie de respuestas rápidas ante los estímulos del entorno. Respuestas restringidas a huída, ataque o bloqueo. Respuestas poco racionales pero no por eso irracionales. Tiempo de reacción: seiscientos milisegundos. Huir de un animal salvaje, responder a una agresión con otra agresión, un enfado ante una petición de un compañero o un colaborador, necesidad urgente de salir de la oficina, una reacción desproporcionada ante una propuesta… todo regido por el sistema límbico.
- Pero, sobre todo, esto se produce antes de que la información llegue al cortex y neocortex, en donde reside nuestra capacidad de creación de respuestas más elaboradas, y a los lóbulos frontales, en donde tenemos la capacidad de control y parece que, en gran parte, la de empatía. Cuando llega la información a estas áreas nuestro cerebro, ya ha emitido la primera respuesta. La conciencia de estar tomando una decisión parece residir en estas últimas zonas, con lo que vamos con retraso.
A esto hay que añadir la diferenciación de los hemisferios del cerebro y nuestra querencia a hacer todo con más intensidad desde uno de ellos. Este fenómeno es más conocido. La velocidad cerebral y la dominancia componen una serie de filtros que influyen en todos los aspectos de nuestra vida: cómo consumimos, cómo nos sentimos, cómo analizamos los temas y tomamos decisiones…; mando, control, delegación, comunicación, presentaciones, trabajo en equipo, venta, negociación… claro que también están influidas por el cerebro. No es la única influencia pero sí debemos conocerla para no creer que nuestras decisiones son justas, las de los otros no y además no quieren colaborar ante nuestras órdenes claras y precisas.
Estas áreas nos ocultan muchos datos, porque si procesaran toda la información que les llega correríamos el riesgo de enloquecer.
Así que, por un lado, tenemos dos velocidades cerebrales, y por otro lado, las especializaciones de los dos hemisferios. Con un hemisferio derecho más creativo, holístico, espacial, atento a las irregularidades… Y un hemisferio izquierdo más lógico, concreto, técnico, atento a las generalizaciones… Y aunque las diferencias no son tan radicales como las que aparecen en cualquier tabla de doble entrada, sí es cierto que son dos versiones del mismo tema. De las velocidades y las especializaciones cerebrales nace el Neuromanagement.
Hace tiempo, haciendo coaching en una empresa, analizaba una situación que me tenía desconcertado. Jefe y colaborador eran tutorados míos y no se podían ni ver (como comprenderán, esa no es la situación que me tenía despistado). Lo que no entendía es que ambos eran buenos profesionales, preparados y preocupados por su trabajo, y con un nivel de desempeño muy alto. También eran buenas personas: amables, respetuosos y dispuestos a ayudar. Pero su manera de ver las cosas era diametralmente opuesta. De hecho, estaban convencidos de que el otro había nacido para “amargarle la existencia”. Hasta que no leí a J. M. Chalvin y su teoría de las incomprensiones mutuas no lo vi claro: tenían unas dominancias cerebrales muy marcadas y opuestas.
Cambiar sus atribuciones no fue fácil, pero funcionó muy bien. Ahí me di cuenta de que la fisiología cerebral nos podía ayudar a mejorar nuestra forma de ejercer el management. Que no podíamos seguir trabajando dando la espalda a los avances de las neurociencias, o, lo que es lo mismo, como si el cerebro no existiera.
Puestos a bucear, reflexioné, entrevisté personas para corroborar algunas de las aplicaciones del cerebro en situaciones de management en las empresas. Desde hace muchos años leo libros sobre el cerebro. Tenía algún material trabajado y me puse manos a la obra. El libro de Neuromanagement, publicado por Almuzara en abril del 2008, era unos de los resultados. Los otros fueron cursos sobre su aplicación al mando, a las ventas o a la negociación, productos que permiten a los participantes profundizar en estos temas y mejorar su desempeño.
Las preocupaciones del neuromanagement son:
- Cómo tengo que plantear mis mensajes para ser entendido con más facilidad
- Qué debo controlar para complementar la visión y el trabajo de mis controladores
- Cómo aprende la gente que está a mi alrededor
- De qué manera puedo ser más eficaz motivándoles
- Cómo exponer mis ideas en una presentación para llegar a todo tipo de cerebro…
- Sobre todo, en qué condiciones tengo que trabajar para que mis colaboradores y yo podamos usar mejor nuestro cerebro, para que el cerebro límbico dé paso al cortical y nuestras respuestas sean más elaboradas, más emocionales, más humanas.
El Neuromanagement quiere aportar respuestas a estas preguntas, pero desde una perspectiva más. Sabemos que no es la única perspectiva. No pretendemos una metateoría que lo explique todo, más bien queremos estar atentos a los descubrimientos de las neurociencias y buscar su aplicación al management.
Sergio Cardona Herrero es autor de “Neuromanagement. Los conocimientos sobre el cerebro aplicados al mando en las organizaciones”.
Los comentarios están cerrados.