Hace algunos años, muchos me temo, cuando era un estudiante de quinto curso de Psicología, durante una sesión clínica en el antiguo Hospital Psiquiátrico Alonso Vega de Madrid, tuve la oportunidad de ver a una paciente, aquejada de muchos males alucinatorios y alcohólicos, que se dirigía siempre a una de las psicólogas que la trataba llamándola “psicólica ”.
Me pareció entonces un precioso palabro en el que la atormentada mente de aquella desdichada mujer fusionaba alma con alcohol y alcohol con alma, proyectándolo todo sobre aquella psicóloga, harta, supongo, de la bromita del inconsciente enfermo y ajeno.
Casi veinticinco años después ¡horror! a mí me ocurrió lo mismo. Hace unos días, durante una conversación entre colegas, quise referirme a los, tan en boga hoy en las empresas, Psicólogos Positivos, pero llamándoles, ni más ni menos, “Psicóticos” Positivos, convirtiendo a estos honrados colegas en alucinados orates, eso sí, manteniéndoles su título de “positivos”.
¿Por qué, pensé, mi inconsciente me había conducido a cometer este claro acto fallido, aunque no por ello menos censurable?
Quizá el analizar mi experiencia inmediatamente anterior me podría poner en la pista de su explicación y de la causa de tal error. Y me puse a ello, como psicoanalista aficionado que soy.
¿Y cuál podía haber sido esa experiencia anterior, se preguntarán ustedes, capaz de provocar ese efecto mariposa en mi inconsciente? Pues la experiencia inmediatamente anterior había tenido lugar el día antes, y había sido mi asistencia a una charla, una conferencia, un seminario… de cuatro horas… impartido por el psicólogo positivo Alex Rovira. Como diría Sábato, bastará decir su nombre, pues su identidad estará en la mente de todos.
¿Tan mala había sido la conferencia? En absoluto. No conocía personalmente al orador, pero, oyéndole, pude comprobar su enorme capacidad de comunicación, su tremenda habilidad de persuasión y su competencia para la seducción. Justo, justo, todas ellas, aptitudes de las que yo carezco por completo.
¿Habría sido, por tanto, la envidia insana la que habría estimulado a mi inconsciente a cambiar “psicólogo” por “psicótico” e insultar de esta forma a los oradores positivos?
Pues no; llegué a la conclusión de que no, de que mi acto fallido no era un insulto encubierto hacia Alex por mas que, en efecto, la envidia me estuviera corroyendo por dentro al ver cómo alguien es capaz de mantener la atención de cien sesudos hombres y mujeres de empresa durante -ya lo he dicho- cuatro largas horas. No había tal insulto. Rovira no era causa suficiente, al menos por sí mismo.
¿Entonces?
Otro hecho fue, precisamente entonces, el que, en primera derivada, pasó a ser objeto de mi particular auto psicoanálisis. Inmediatamente después de finalizadas las cuatro horas de conferencia, fui a parar al típico corrillo de asistentes que se forma con aquellos que, o bien están dispuestos a invertir algo más de su tiempo y de su resistencia en el ejercicio de comentar las frases más celebradas del orador positivo, o bien no tienen nada mejor que hacer salvo esperar la hora de la comida, que era mi caso.
Y aquí fue donde, creo, ocurrió lo que originó la pequeña debacle de mi inconsciente.
En este corrillo estaba una persona que comentaba con entusiasmo lo “bonita” que había sido la conferencia y lo importante que resultaba la felicidad, la fraternidad, el amor y los buenos sentimientos a pesar de todas las desgracias lejanas del mundo. Juro que sólo hice una observación que fue el afirmar que esas desgracias, lejanas y cercanas, cuestionaban, precisamente, el que nos pudiéramos sentir tan felices. Y aquí me quedé, nada más pude decir, porque de inmediato el hablante se me abalanzó dialécticamente y me espetó un “ya está aquí el negativo” que me dejó KO, tambaleante y con cara de sonado. Sólo acerté a decir un “bueno… pues nada… me tengo que ir… ya nos veremos” que, encima, sonó estúpido, mientras ellos volvían a comentar lo felices que eran, lo bien que todo les iba y lo “bonita” -¡serán horteras!- que había sido la conferencia de cuatro horas.
Efectivamente, aquí estaba el origen de mi acto fallido, aquí estaba la razón, el por qué de haber llamado “psicóticos” a los “psicólogos positivos”. Esta era la causa, el origen de mi maremoto interior que había transformado la ciencia de la conducta humana, de la buena y de la mala, de la feliz y de la desgraciada, pero de la humana, en una alteración mental que hace de la fantasía, de la alucinación y del delirio el centro de un mundo infantiloide, en el que se está convencido de que basta con desear para tener y de que basta con decir para ser, expulsando de él todo aquello que sea, precisamente, real, bueno o malo, pero real.
Y, claro, si hay algo en el mundo de la empresa es, precisamente, realidad pura y dura, realidad humana, con su lado claro y su lado oscuro, pero, al fin y al cabo, humana.
Mi pequeño auto psicoanálisis había concluido, y yo, por fin, podía ser individualmente feliz después de desentrañar el sentido de mi fallido acto y de a vencer a mi traidora mente, al menos, hasta una nueva traición.
¿Un mundo feliz, una empresa feliz? No, gracias, Sr. Rovira
6 comentarios en «¿Una empresa feliz? No, gracias (Sr. Rovira)»
Sí señor, un 10 a este señor
Absolutamente de acuerdo. Enhorabuena Emilio.
Buen auto-psicoanálisis, reafirmo el 10 que le da Jaume Puig.
Pero bromas aparte, «parece» que la psicología positiva esta cobrando fuerza tras varios años (hay personas serias que llevan analizando estos temas con estudios rigurosos durante varios años, y no solo dando «charlas motivadoras»). Ahora lo difícil es pasar de charlas positivas (o bonitas) a temas «aplicables de verdad en la empresa».
Y me surge una pregunta a la que debo aplicar mi propio psicoanálisis: ¿Por qué creo la aplicación de la psicología positiva puede ser como «el agua de mayo» (vaya mes este año para nombrarlo ahora)?
Pienso que la percepción de la felicidad en cada uno de nosotros puede aportar un buen nivel de satisfacción en nuestros trabajos. El problema consiste en que solemos ser más felices fuera de él, dedicando nuestra mayor parte del tiempo a “sufrir como campeones”. No deberíamos fijarnos en lo que nos falta sino siendo conscientes de lo que tenemos apoyarnos en esto para conseguir aquello que ansiamos, esto nos dará una sensación de satisfacción, ilusión por la vida (engagement), optimismo ante nuevos retos y por ende mayor felicidad. Soy de la opinión que SI es importante trasladar estos aspectos a TODOS los ámbitos de nuestra vida, sobre todo al que dedicamos más tiempo (hoy por hoy), nuestro trabajo. Personalmente si creo en la Psicología Positiva, basta de buscar en lo que no funciona, ¡busquemos lo que SI FUNCIONA para utilizarlo a menudo!. Sigo investigando en ello. ¡Ah! por cierto (me voy a permitir un espacio para prestar atención a lo que no funciona….) Alex Rovira no es Psicólogo es Licenciado en Ciencias Empresariales. Gracias por la reflexión Emilio, es interesante otro punto de vista.
Excelente, ha plasmado de un modo impecable lo que siente una asídua asistente a este tipo de conferencias.
Lástima no haber estado en ese corrillo.
Considero que es cierto que con mentalidad positiva se encuentran muchas más vías de solución a las situaciones comlicadas que padecen la empresas y personas hoy día.
Pero de ahí dejar todo en aras de la percepción me parece excesivo. En la vida también ocurren circunstancias por hechos objetivos que no es que nos hagan ser negativos , si realistas.
Durante la vida crecemos y evolucionamos gracias a los momentos complicados y a los buenos. Nosotros podemos elegir algunos, en cambio otros nos vienen dados.
Gracias por expresarlo tan magistralmente. un saludo.
Estoy plenamemnte de acuerdo con el articulo y con los comentarios que se derivan de el. Esto no será mas de una moda más. La empresa/la organización tiene como objetivos inherentes la consecución de objetivos y no la felicidad de sus colaboradores. De la misma forma que para educar no vale solo la felicidad de los «educandos» para la gestion lo basico no es la felicidad sino la consecución de resultados. El «mundo feliz» no existe.
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