El miércoles 14 de noviembre de 2007 a las 12:40h un violento terremoto grado 7,7 en la escala Richter sacudió la norteña ciudad chilena de Tocopilla. Durante 95 interminables segundos la población entera se estremeció mientras la tierra temblaba a sus pies, las casas se deformaban como si estuviesen hechas de plastilina y el pánico se apoderaba de todos.
La semana del 20 de febrero tuve la oportunidad de conocer Tocopilla gracias a un interesante proyecto de Gestión del Conocimiento que hace tiempo está llevando a cabo una empresa eléctrica que tiene allí la central térmica más grande del país. Los efectos del terremoto son todavía muy evidentes, y, como es lógico pensar, ninguno de los que vivió tan amarga experiencia la va a olvidar jamás: dónde estaban cuando ocurrió, qué hicieron en ese instante, qué sintieron y cómo vivieron las innumerables réplicas, etc. En otras columnas http://tokland.com/elearning/?p=120 y http://tokland.com/elearning/?p=116 he insistido en que "Aprender es recordar".
Para llegar a Tocopilla hay que tomar un vuelo a Antofagasta y luego recorrer los posteriores casi 200 Km por carretera. Son 2 horas de travesía por un paisaje monumental, apabullante, una mezcla de paraje volcánico repleto de grandes y escarpados “roqueríos” con un territorio cuasi-lunar donde no se divisa un sólo árbol (está junto al desierto de Atacama, que es el más seco del mundo), todo ello bordeando el océano Pacífico, lo que crea un efecto verdaderamente indescriptible. Una cosa llamó poderosamente mi atención, y es que, a lo largo de toda la carretera, existen una elevadísima cantidad de "animitas" que son una especie de pequeños altares de no más de 50 cm de alto y que fueron levantados en memoria de alguna persona que murió en ese punto del camino, posiblemente fruto de algún accidente de tráfico, y que son mantenidos por sus familiares. Cuando pasaba junto a las primeras animitas, me resultó imposible no preguntarme ¿Qué le debió pasar a la persona que murió aquí? Ya que esta columna tiene que ver con el aprendizaje, las siguientes preguntas que me hice y que realmente nos conciernen eran ¿Me podría pasar lo mismo a mí? ¿Cómo podría aprender de lo que le ocurrió para evitar que me pase? La verdad es que, dado que las animitas no hablan, no puedo aprender nada de lo que en su momento sucedió y, por tanto, perfectamente podría yo ser víctima de la misma desgracia. Si en el instante que cruzaba aquella zona me hubiesen concedido el deseo de crear un invento mágico, hubiese ideado un instrumento inteligente que, a medida que me acercase a cada animita, me previniese de las peligrosas consecuencias de ejecutar determinadas maniobras, basándose precisamente en el análisis de los accidentes previos. Mis deseos todavía no se hacen realidad, pero en este mundo de los GPS, en que hay más teléfonos móviles que fijos, donde cada accidente da lugar a un atestado policial y a que entren en escena las compañías de seguros, no parece tan difícil pensar que dicho sistema, que aprende de lo que ocurre, sea pronto posible. Ahora bien, la clave no es que ese sistema se haga realidad, sino que toda su esencia se basa en que me ayudase justo en el momento en que yo lo voy a necesitar, no 3 días antes ni 2 semanas después, cuando su aporte resulta inútil. La cuestión decisiva es ¿cómo me apoyas ahora que tengo un problema?
Con el mundo de los negocios pasa algo muy parecido: Llegar con un producto o servicio antes de tiempo -antes de que exista un mercado interesado- es garantía casi segura de fracaso, pero llegar después también te condena a luchar en inferioridad de condiciones en un ámbito donde otros muchos tienen importantes ventajas sobre ti.
Esto nos conduce inexorablemente a reflexionar sobre algunos elementos muy interesantes:
- El momento adecuado para tratar de enseñar algo a alguien es cuando esa persona quiere aprender, y eso lo decide ella y no un profesor, sus padres o su jefe. Eso quiere decir que la motivación es un factor capital para aprender, pero que raramente se tiene en cuenta. Los profesores creemos que los alumnos quieren aprender lo que nosotros les queremos enseñar, y eso es mentira, quieren aprender lo que a ellos les interesa. Cuántas veces nos decimos "si hubiese sabido en ese momento lo que sé ahora …". Somos lo que hemos aprendido y seremos lo que seamos capaces de aprender. Cuando eras niño, ¿te interesaba aprender el catecismo o la revolución francesa? ¿me hubiesen interesado las animitas entonces?
- El colegio y la universidad no entienden bien está lógica, y se esfuerzan en tratar de enseñar multitud de cosas que NO hacen falta; NO enseñan otras que sabemos resultarán imprescindibles y las que sí lo son, generalmente no las enseñan cuando de verdad lo necesitas. Yo estudié Derecho y tengo 2 hijos. Aunque no pude estudiar para ser padre, reconozco que resulta mucho más fácil ser abogado que padre. El problema es que las empresas cometen demasiadas veces el mismo error -una demoledora estadística de Gartner Group indica que el 70% del gasto en formación no sirve para desarrollar objetivos de la organización, es decir, no sirve para nada-. La pregunta principal para diseñar un currículum no es qué deben saber los alumnos sino qué deben saber HACER, porque el saber es infinito. Muchas materias se estudian por si algún día te hacen falta -" no puede hacerte daño" o "el saber no ocupa lugar"-. Podríamos denominarlo aprendizaje just in case, por si acaso. Cuando buscas algo en Google, no es muy importante que te arroje 1.000 entradas, sino que encuentres las que son relevantes para ti. Una de nuestras principales obsesiones en los proyectos de implementación de sistemas informáticos es que la formación a los usuarios sobre dichos sistemas se ejecute lo más cerca posible del momento en que los van a utilizar y donde puedan practicar sobre el propio sistema, y no aprender manuales de memoria. Obvio, ¿verdad? Pues no crean que tanto.
- La movilidad y la ubicuidad van a jugar un rol fundamental, dado que la urgencia la determina la situación, el problema que debo resolver en este preciso instante y para el cuál no tengo solución, por lo que necesito aprender. Se trata de un problema de Timing. Lo crucial no es la distancia -dónde- sino el tiempo -cuándo, es decir, ahora-. Ni siquiera el formato importa demasiado -puede ser que necesite desde acceder a un experto, revisar un checklist o descargar un mini video clip de demostración-. Lo que debe responder una organización es ¿Cómo ayudo a mis empleados a resolver los problemas que tienen cada día cuando surgen? El director de RRHH de un gran banco reconocía hace poco que gran cantidad de personas que comprometen su asistencia a distintos cursos ofrecidos por la organización no asisten finalmente a los mismos a pesar de se haya desembolsado el dinero de los billetes de avión, reservas de hotel, honorarios de los formadores, materiales, etc. Lo que parece claro es que un curso de una semana de duración que tendrá lugar el mes que viene no es la mejor solución para el problema que tengo hoy en la oficina.
- En relación a la ubicuidad hay que ser consciente de que, aunque la tecnología no pone apenas restricciones, los dispositivos móviles son todavía relativamente limitados, ya que involucran muy tímidamente los diferentes sentidos -si lo comparamos por ejemplo con una consola de videojuegos- y dejan "hacer" muy poco al usuario; por eso no creo en la TV como herramienta educativa. No perdamos de vista que la razón de ser de la tecnología es precisamente "prolongar" el alcance de mis sentidos -TV para donde no llegan mis ojos, teléfono donde no llega mi oído, coche y avión donde no llegan mis pies, PC donde ojalá no llega mi cerebro-. Posiblemente, una de las grandes aportaciones de la tecnología es que para aprender ya no dependo de la oferta que existe en el lugar geográficamente cercano a donde estoy, sino que puedo acceder a cualquier fuente, donde esté y a la hora que esté. Lo que empieza a ocurrir es que es el usuario el que quiere tener la libertad de escoger cuándo y cómo quiere aprender, y no tener que desplazarse a un sitio a aprender, sino que el aprendizaje me encuentre y venga a mí. Los medios tradicionales -la TV, el periódico o un aula- son unidireccionales, te envían contenidos sin preocuparse por cómo lo recibes tú y qué haces con ellos. Hasta hace poco, el texto y la palabra eran los predominantes, hasta que el lenguaje audiovisual generó una revolución que hasta la fecha nos ha llevado al mundo de YouTube y promete seguir creciendo. Ya no hay apenas excusas para no recibir una enseñanza personalizada, aprendizaje a la carta: Si hoy me visto como quiero, como lo que quiero y donde quiero, entonces necesito aprender lo que quiero -porque me interesa o porque lo necesito- por los medios que yo prefiero -vídeos, imágenes, simulaciones, juegos….- y de quien yo quiero -inteligencia distribuida y aprendizaje colaborativo-.
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