24 de noviembre de 2024
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Fortalezas del mejor aprendedor (y 2)

Fortalezas del mejor aprendedor (y 2)

La creatividad abre espacio de contribución a todas nuestras facultades y fortalezas, incluyendo el pensamiento crítico, deductivo, conectivo y abstractivo del que hablábamos; pero también cabe relacionar la creatividad con:

  • Perspicacia
  • Intuición
  • Serendipia

En efecto, ante la información presente en la conciencia, la agudeza en el pensar nos lleva al iluminador destello perspicaz; además, la concentración en los problemas cataliza la contribución intuitiva genuina, y a ésta, que sabe aprovechar todo nuestro saber inconsciente, debemos no pocos avances técnicos y científicos… Y ¿qué decir de la serendipia o serendipidad?

Como sabemos, el término (serendipity) fue acuñado por el cuarto conde de Oxford en 1754, aunque con un significado algo diferente al que atribuimos hoy. Hoy apuntamos a la sagacidad que procura conclusiones valiosas a partir de casualidades. Así surgieron el horno de microondas, el pegamento SuperGlue, el velcro, la penicilina, algunos edulcorantes… Si el lector no se identifica con la experimentación o el ensayo en su trabajo cotidiano, sí al menos se habrá encontrado, en sus frecuentes accesos a información, con algunos contenidos de alto interés aunque no respondieran a los patrones de búsqueda. El individuo aliado con la serendipia posee la sensibilidad precisa para detenerse en la casualidad en vez de pasar de largo; cuenta con sagacidad para detectar aplicaciones valiosas a sus descubrimientos casuales.

En verdad hay claro solape entre los nueve rasgos que, como quizá más significativos, hemos atribuido aquí al mejor aprendedor. Pero no podemos dejarlo en nueve: la reflexión parecería ganar solidez si fueran diez: ¿qué añadiría el lector? Sin duda varios rasgos más, incluido el protagonismo en el proceso de aprendizaje; pero dejémoslo en uno: ¿la autotelia?

El décimo rasgo diferenciador: la autotelia

En efecto, se diría que el mejor aprendedor vive el aprendizaje consciente como un fin en sí mismo, lo que conlleva concentración y aun disfrute, y nos hace suponer una buena dosis de protagonismo en el proceso. También podríamos hablar del aprendizaje inconsciente, porque de todo aprendemos y éste también se manifiesta; pero enfocando todavía el aprendizaje consciente, sin duda habríamos de recuperar la satisfacción de aprender. La competitividad individual nos exige aprender más rápido y de modo más efectivo, y aquí hay que contar con una cierta satisfacción en el proceso.

El mejor aprendizaje es ciertamente autotélico, en el sentido de que la motivación es sobre todo intrínseca, sin perjuicio de que nos entreguen un certificado o diploma acreditativo. Más de uno, en el colegio estudiábamos para aprobar y no tanto para aprender: en este caso, el aprendizaje era exotélico, de motivación extrínseca; durante la trayectoria profesional, en cambio y en general, aprendemos para hacer mejor nuestro trabajo y generar mejores resultados: para saber más y desenvolvernos mejor. Este dibujo incluye ciertamente una dosis de autotelia, y no descarta el autodidactismo… En realidad, lo del mejor aprendedor es actitud.

Comentarios finales

Hemos tratado de subrayar algunos de los rasgos personales que caracterizan al mejor aprendedor, porque el aprendizaje permanente constituye una exigencia para los profesionales de la economía emergente; pero en realidad, se trata, sobre todo, de una actitud: sin ella, sin el componente volitivo de las actitudes, sin confiar en la trascendencia de aprender, no seríamos buenos aprendedores.

Si el lector me ha seguido hasta aquí, primero he de agradecérselo, pero también querría justificar estas reflexiones. Hablamos de la economía “del conocimiento y la innovación”, y esto significa que hemos de abarcar el campo del saber que nos corresponde; pero también hemos de contribuir a expandirlo: el buen aprendedor ha de ser creativo.

Sólo una cosa más: El mejor aprendedor, para ser un profesional excelente, ha de dar curso a su saber. No lo pierde por darlo a conocer, de modo que ha de dar flujo a su saber y su saber hacer: la organización se beneficia y él es identificado como una fuente valiosa. Puede tener que enfrentarse, en algún caso remoto o residual, contra una posible mediocridad militante, pero es que el mejor aprendedor también es valiente.

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