El pensamiento crítico es un pensamiento de excelencia, abonado a la objetividad y el rigor; un pensamiento de alta calidad que contribuye a la efectividad profesional. Para Richard Paul y Linda Elder, y a este fin, nuestro pensamiento habría de dotarse de independencia, integridad, humildad, empatía, imparcialidad, entereza, perseverancia y subordinación a la razón. El pensador crítico es por lo tanto humilde y precavido, aunque exigente, audaz y valiente; es perspicaz, agudo y penetrante, casi como el del famoso personaje de Arthur Conan Doyle. El pensador crítico es además tenaz y perseverante, aunque abierto y razonable; es independiente e íntegro, sin olvidarse por tanto de la ética en el manejo de la información; es justo, imparcial, sin dejar de ser flexible y empático. De este modo nutrimos nuestra objetividad, y nos aproximamos a las realidades (que aún así se nos escapan, empero, en alguna medida).
También, para contribuir a definir el concepto, podemos referirnos a un párrafo de The Delphi Report (1990), de la American Philosophical Association: “El pensador crítico ideal es habitualmente inquisitivo, bien informado, de raciocinio confiable, de mente abierta, flexible, justo en sus evaluaciones, honesto en reconocer sus prejuicios, prudente para emitir juicios, dispuesto a reconsiderar las cosas, claro con respecto a los problemas, ordenado en materias complejas, diligente en la búsqueda de información relevante, razonable en la selección de criterios, enfocado en investigar y persistente en la búsqueda de resultados que sean tan precisos como el tema/materia y las circunstancias de la investigación lo permitan”. Ésta y otras declaraciones impulsaron el conocido como “critical thinking movement”.
Al referirnos a los pensadores críticos estamos haciéndolo, por consiguiente, a quienes piensan con esmero, asegurando la validez de cada inferencia, dudando de su propia percepción de las realidades y cuestionando también el rigor y el propósito de cada información, antes de darla por buena: son personas que, con la información, se muestran exigentes y aun, en cierto modo, desconfiadas. Dicho esto, ya se verá que estamos ante una facultad muy deseable en la Sociedad de la Información. No podemos convertir la información en conocimiento sin comprobar su solidez e interpretarla debidamente.
No cabe, por consiguiente, confundir o fundir el pensamiento crítico con la criticidad compulsiva, ni con el escepticismo. Comparemos estas descripciones.
El individuo crítico (como estereotipo):
- Busca defectos, fallos.
- Presenta actitud negativa.
- Cree poseer buen juicio.
- Se precipita en las inferencias.
- Genera desconfianza e inseguridad.
- A menudo tiene reproches.
- Ve lo malo.
- Identifica fracasos y culpables.
- Denota insatisfacción.
- Admite todo lo que avala sus juicios.
- Se basa en sus modelos mentales.
- Se muestra terco e inflexible.
El pensador crítico:
- Busca verdades.
- Presenta actitud exploratoria.
- Quiere poseer buen juicio.
- Lentifica las inferencias.
- Genera confianza y seguridad.
- A menudo tiene dudas.
- Acaba viendo lo oculto.
- Identifica causas y consecuencias.
- Denota curiosidad.
- Contrasta toda la información.
- Es consciente de sus prejuicios.
- Es flexible, razonable e íntegro.
Para asumir el liderazgo de nuestra trayectoria profesional, hemos de cultivar este modo perspicaz y juicioso de pensar. Cuando damos por buenas las síntesis o conclusiones de los demás, estamos cediendo protagonismo y renunciando a nuestra plenitud de seres humanos. Sin duda, la independencia en el pensar —el pensamiento crítico— constituye un valor cardinal, especialmente en quienes han alcanzado suficiente grado de desarrollo personal y profesional; no hablamos de sumarse a corrientes críticas ni de militancias opositoras, sino de controlar nuestro pensamiento, de desplegar un control de calidad.
En un libro reciente, Eduardo Punset nos dice: “Probablemente, el gran salto evolutivo entre los homínidos se produjo el día en que uno de aquellos seres fue capaz de intuir lo que estaba cavilando otro miembro de su grupo. Saber lo que estaba pensando su interlocutor le permitió ayudarlo… o manipularlo. Esta tendencia a convencer a los demás de nuestras propias opiniones o a intentar manipularlos parece no haberse interrumpido desde entonces”. Punset destaca aquí la necesidad del pensamiento crítico en todos nosotros, para neutralizar los intentos de manipulación que padeciéramos, ya fuera oralmente o por escrito.
Se trata de un modo de pensar reflexivo y penetrante, esmerado e indagador, riguroso e independiente, que busca la verdad. Resulta inexcusable en la percepción de las realidades del entorno, incluida la realidad propia, para conocernos mejor a nosotros mismos. Pero sin duda necesitamos igualmente el pensamiento crítico para evitar falsos aprendizajes, evaluar la información con mayor acierto, abrir nuestra razón a nuevas consideraciones, abordar la complejidad, dar en el hito (o dar en el clavo) y llegar a mejores síntesis y conclusiones. Estamos apuntando a la calidad en el pensamiento ?y en el aprendizaje?, lo que refuerza nuestra efectividad e incluso nuestra calidad de vida.
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