Nuestro conocimiento está absolutamente condicionado por las preguntas que hacemos. No merece la pena esforzarse demasiado en buscar respuestas si no nos estamos haciendo las preguntas adecuadas. Y esto significa que esas preguntas deben ser tuyas y no de otros. El colegio y la universidad están repletos de respuestas a preguntas que los alumnos no se hacen, y mientras no se las hagan, simplemente no escuchan esas respuestas. Es imprescindible que, primero que todo, aprendan a hacer preguntas para querer saber las respuestas y hacer uso de ellas. Los niños son máquinas de hacer preguntas, pero de cosas que les interesan a ellos, no a sus padres o a sus profesores, y la creatividad depende de querer saber. Como los científicos reconocen, el valor de una buena pregunta -que conduce a descubrimientos e invenciones- es infinitamente superior al de una buena respuesta.
Lo que ocurre es que las respuestas son mucho más cómodas, porque nos permiten continuar avanzando sin cuestionar nada, mientras que las preguntas te obligan a detenerte y reflexionar. Para una civilización obsesionada con las prisas, las respuestas son más importantes. Para una sociedad que busca la innovación, las preguntas son lo principal.
Hay razones muy poderosas para no otorgar a las respuestas la importancia que tienen: Primero, no hay verdades absolutas, no hay cosas correctas o incorrectas sino que hay muchos matices. Y en segundo lugar, en esta era de cambio permanente, el problema es que, para cuando te aprendiste las respuestas, estás dejaron ya de ser validas porque cambiaron las preguntas.Las verdades de hoy quedan desactualizadas para mañana mismo.
La innovación implica alumbrar nuevas y distintas respuestas, pero eso sólo ocurre si te haces nuevas y distintas preguntas. Si te aprendes las respuestas, aprendes lo que funcionaba antes. Aprender a hacer preguntas significa descifrar qué hacer hoy. Si Innovar significa hacer cosas que no se han hecho antes -lo que requiere aprender a hacer las cosas de otra manera-) entonces exige nuevas perspectivas, y las preguntas, precisamente, invitan a esa nueva perspectiva.
Uno de los mejores preparadores físicos de fútbol del mundo reconocía recientemente, "Si me paro a pensar lo que hacía el mes pasado, no he cambiado casi nada; si miro hace seis meses, he cambiado bastante, y si es hace casi dos años, todo es diferente".
La realidad es que tener todas las respuestas te da mucha seguridad, te hace sentir muy seguro, muy cómodo. Pero la Innovación y el Aprendizaje son impredecibles, son arriesgados, y las preguntas conducen a respuestas con las que no necesariamente puede ser fácil convivir.
Ser innovador -igual que ser aprendedor- es una actitud. Los Innovadores son seres complicados porque no se conforman con las explicaciones oficiales, rechazan la forma actual de hacer las cosas, desorganizan e, incluso, muchas veces decepcionan, pero, sobre todo, uno de sus rasgos característicos es que hacen preguntas incómodas e, incluso, irritantes.
Ahora bien, aunque no seamos conscientes de ello, todas las personas nos hacemos preguntas continuamente, aunque la mayoría de ellas pasan inadvertidas.
En otro día de playa, y mientras Iñigo me daba un respiro con sus preguntas, leí en el periódico varias noticias que me llamaron la atención. Una de ellas decía: Turista europeo de suicida el día de su cumpleaños arrojándose de cuarto piso del Hotel Aeropuerto dejando carta de despedida donando su cuerpo a la ciencia. Otra de ellas rezaba así: Estudio comprueba que uso de móvil eleva riesgo de infertilidad masculina. Mi curiosidad por saber más fue la que guió las preguntas que inmediatamente me surgieron y me llevaron a continuar leyendo: ¿Por qué alguien decide suicidarse en un país extranjero? ¿Será coincidencia que fuese su cumpleaños? ¿El teléfono móvil no afectará la fertilidad femenina? Para tratar de entender y, por tanto, de aprender, no hay más remedio que formular nuevas preguntas.
Innovar y Aprender exigen dudar de todo, pensar absurdamente, romper las reglas, NO dar nada por sentado, ser descabellado, pero, sobre todo, ESTAR ENFADADO, inconforme, reconocer que hay cosas que no funcionan, que se pueden hacer mejor. Innovar y Aprender dependen de ser curioso -detectar anomalías / imperfecciones, es decir, hacerse la pregunta adecuada en el momento justo y no encontrar la respuesta-, formular hipótesis, probarlas, verlas fallar y corregirlas. En definitiva, depende de atreverse a pensar.
Las 2 Principales preguntas de un innovador son: ¿POR QUÉ las cosas son así? y ¿POR QUÉ NO pueden ser de otra manera?
Las respuestas del NO innovador son: NO se puede, alguien ya lo debe haber intentado, más vale malo conocido que bueno por conocer, aquí siempre se ha hecho así, quien nada hace, nada teme …
Para Innovar y Aprender, deben darse unas condiciones mínimas:
- QUERER = Motivación (me sirve para resolver mis tareas diarias y mi desarrollo profesional).
- SABER = ¿Sabemos Innovar? ¿Me han enseñado? ¿Se puede aprender a Innovar?
- PODER = ¿Qué incentivos tengo? ¿Cómo maneja mi organización el error? ¿Se premia la Colaboración?
Toda innovación busca satisfacer una necesidad, apuesta por invertir recursos actuales a cambio de expectativas futuras, lo que equivale a lidiar con la incertidumbre y el riesgo.
Muchas personas se preguntan si se nace innovador: Hay que reconocer que no somos educados para Innovar, aunque todos estamos diseñados para ello. Desde nuestro nacimiento no cesamos de hacer preguntas y jugar, hasta que… empezamos el colegio. Toda innovación exige cambio, y todo cambio conlleva aprendizaje. Lo interesante es que para Innovar necesitas… crear nuevo conocimiento, es decir, APRENDER. Por esa razón, APRENDER es la habilidad clave en la Sociedad del Conocimiento
Ese ¿Por qué? con el que me acribilla mi hijo no ocurría con tanta normalidad en generaciones anteriores. La mayor parte de las veces un subalterno no podía preguntar por qué a un jefe, tampoco un alumno a un profesor ni un hijo a un padre, ya que las respuestas eran conocidas: Porque yo lo digo o por que yo mando.
El cambio de civilización nos va a conducir de memorizar las respuestas sin discutirlas a no aceptarlas, hacer preguntas y pensar por ti mismo, y, por ende, a gozar de mucha mayor autonomía. La pasión del saber es lo que mueve a las personas, porque aprender te enriquece.
¿Cuánto saben de aprendizaje y de innovación las empresas?
Para averiguarlo basta con comprobar qué rol juegan el error y las preguntas en sus dinámicas diarias. Toda empresa que intenta ser una organización que aprende e innova tiene que sentirse cómoda con más preguntas que respuestas, y considerar el error como un amigo ineludible. Y ¿Cuánto saben de educación y de innovación las universidades y los colegios? La respuesta es, tristemente, bastante desalentadora.
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