Acabo de llegar de vacaciones (en el hemisferio sur estamos en pleno verano) y reconozco que me ha costado trabajo decidir cómo enfocar la columna de este mes. Por suerte, un par de detalles ocurridos durante este breve periodo de esparcimiento estival me han servido como excusa para reflexionar de nuevo acerca de los 2 elementos esenciales sobre los que se sostiene la relación entre Aprendizaje e Innovación:
- El error
- Las preguntas
Sin saber cómo, cayó en mis manos "La Magia", una historia sobre el poder de la creatividad y la imaginación, un libro de management de bolsillo del estilo de Quién se ha llevado mi queso. No se puede esperar demasiado de los libros que entregan recetas sobre cómo hay que actuar en la vida para que supuestamente te vaya bien por varias razones. Las principales son que soy de los que no creo que las recetas funcionan -ni siquiera para cocinar son garantía de éxito- y menos aun que el comportamiento o las competencias de una persona cambien por el hecho de leer un libro. No aprendes algo hasta que lo haces (no basta con saberlo) y sobre todo si lo recuerdas en el futuro y lo sabes hacer de nuevo -es difícil olvidarse de cómo nadar o andar en bicicleta aunque pases varios años sin hacerlo-. Para mi desgracia, eso significa también que nadie aprenderá nada por el hecho de leer esta columna. Los libros son uno de los mejores inventos sobre la faz de la tierra, pueden llegar a ser inspiradores, pero no mágicos, es muy difícil que te cambien la vida. Sin embargo, lo rescatable de este libro es que revela la manera en que opera el Cirque du Soleil, una de las organizaciones más innovadoras y dinámicas del mundo, pero contado por sus propios miembros.
A lo largo de sus casi 160 páginas, el protagonista de la historia "aprende" lo que significa el Cirque desde dentro, porque se somete al proceso de inducción y entrenamiento que todos los integrantes de la compañía deben realizar cuando ingresan. Y eso significa que se sube a un trapecio, a la malla metálica, la rueda alemana, aprende a maquillarse, … es decir, lo hace, no le cuentan como se hace sino que lo vive en carne propia.
El libro aborda distintos aspectos relacionados con la innovación -Corriendo riesgos, dando un salto al vacío, reinventándose a sí mismo, el miedo al éxito, etc.- pero destaco uno especialmente importante y que presentan con esta glosa: Queremos que cometas errores. Declaran formalmente que parte esencial de su espíritu y filosofía no sólo es equivocarse sino provocar el error, que ocurra en circunstancias donde se puede controlar y ,sobre todo, se puede aprender de él. Es decir, no se trata de reaccionar positivamente cuando aparezca el error -si es que aparece por suerte o por accidente- sino que el proceso de aprendizaje está intencionadamente diseñado alrededor del fracaso. Como se dice en España, los experimentos es mejor hacerlos con gaseosa.
¿Cuántas organizaciones conocéis que no sólo no castiguen el error o no lo escondan sino que lo fomenten? A lo largo de la mayoría de mis columnas, y especialmente de la que escribí hace un año titulada Rafael Nadal y yo queremos aprender
http://tokland.com/elearning/?p=21, me he referido abundantemente al error y al fracaso como el elemento más importante para aprender… y también para innovar. Para que el error ocurra, para fracasar, primero debes tener expectativas sobre cómo ocurren las cosas y esas expectativas se deben ver rotas, violentamente incluso. En el último mundial de fútbol de Alemania, la mayoría de aficionados esperaba que Brasil fuese de nuevo el campeón pero sin embargo ese pronóstico falló estrepitosamente. Una expectativa que no se cumple dispara un proceso imparable que consiste en tratar de entender y explicarse qué pasó, por qué no ocurrió lo que yo esperaba que ocurriese -por qué Brasil perdió inesperadamente en cuartos de final, por qué mi cliente prefirió a un competidor, determinada acción de la bolsa bajó en lugar de subir o mi despertador no funcionó ayer-, cómo saco conclusiones de esta experiencia que pueda utilizar en el futuro cuando me vuelva a enfrentar a situaciones similares para que no me sorprendan de nuevo y, por tanto, cometa el mismo error.
¿Habrá hecho Brasil ese ejercicio? Ese proceso imparable se llama APRENDER y no tiene nada que ver con ese invento artificial que lo simplifica al punto de hacernos creer que aprender consiste en escuchar a un profesor, estudiar una asignatura o hacer un examen.
Dentro del decálogo del éxito de una de las empresas más innovadoras que conozco -con un departamento de Innovación de 250 personas con una edad promedio de 30 años y que no está ni en Europa, Asia o Norteamérica-, y con quien tenemos la suerte de trabajar, figura el siguiente mandamiento: Aprende de tus errores… y no te equivoques dos veces.
Como nos gusta decir a nosotros, nos encantan los errores… siempre que sean errores nuevos. La primera vez que ocurre un error puede ser por muchos motivos, y se trata de sacar conclusiones al respecto. Si el mismo error se repite una segunda vez, ya no hay muchas excusas, simplemente no fuimos capaces de aprender de la primera.
La mayoría de las empresas realizan tareas repetitivas que se ejecutan millones de veces. El beneficio de reducir los errores y aprender de las mejores prácticas es extraordinario, y sin embargo rara vez se enfrenta de manera sistemática, entre otras cosas porque el peso y la dimensión que tiene el error no se pueden pasar por alto.
El MIEDO es el mayor Inhibidor de la INNOVACION y del APRENDIZAJE… y nuestra cultura y nuestra educación instala el miedo a equivocarse, el miedo a hacer el ridículo, el miedo a quedar en evidencia y que otros se den cuenta de que yo no sé. Generalmente los errores se ocultan y pocas veces se reconocen.
El miedo funciona impidiéndote alcanzar tus objetivos, y sólo si te arriesgas puedes lograr cosas importantes. Por eso, para innovar y para aprender es fundamental ser valiente, querer arriesgarte y probar cosas nuevas, ser curioso, porque exige abandonar zonas de comodidad para entrar en zonas de incertidumbre donde no hay garantía alguna de éxito. Es más, en la mayoría de los casos podemos estar seguros de que vamos a tener bastantes más fracasos que éxitos.
Hace muchos siglos el latín acuñó la frase Errare humanum est -es propio del hombre equivocarse-. Y por eso, para ser INNOVADOR y Aprendedor -y no morir en el intento- es imprescindible, por un lado, convivir e, incluso, sentirse cómodo con la frustración, y, por otra parte, tener un ego sólido que no se desmoraliza, sino que asume que para aprender a caminar, caerse al suelo forma parte del proceso.
Hay también una frase muy conocida en el deporte americano que dice No pain, no gain – si no te duele, no progresas. En Infonomia se puede ver este video
http://www.infonomia.com/tv/video.php?video=81 sobre Brainstore, una compañía especializada en producir ideas donde el denominador común de sus empleados consiste en "tener una curiosidad extrema y un gran interés por cualquier cosa que uno pueda encontrarse en este mundo". Por eso resulta tan importante no sólo estudiar los casos de éxito, lo que determinadas empresas hicieron bien, sino, sobre todo, analizar lo que se hizo mal y el por qué fracasó, para aprender y evitar que vuelva a ocurrir.
Mi hijo mayor, Iñigo, está cerca de cumplir los 4 años y está atravesando la "fase de los Por Qué". Eso significa que todo lo que atraviesa su campo visual es susceptible de ser cuestionado. En estos días de playa, las ráfagas de preguntas iban y venían sin misericordia: ¿Por qué el agua del mar es salada? ¿Por qué hay olas en la orilla? ¿Por qué el hierro se oxida con el agua? A cada intento de respuesta mía le seguía otro Porqué y luego otro… Realmente está viviendo la época de los porqués de los porqués y, como todos los padres saben, resulta agotador. Sin embargo, es la mejor señal de aprendizaje posible. Si el error es el que dispara el proceso -cuando Iñigo traga agua del mar su expectativa de que fuese dulce fracasa-, la pregunta es el paso determinante para averiguar qué falló -primero se pregunta a sí mismo y, al no ser capaz de explicárselo, me lo pregunta a mí-. Cada respuesta genera a su vez una nueva expectativa que en el futuro se verá rota en algún momento.
Iñigo es curioso y es creativo, cada cosa que aprende cada día es una innovación para él aunque el resto de la humanidad ya lo sepa. La creatividad es cuestión de preguntas y no de mística. Y claro, las preguntas surgen a partir de la confusión. La pregunta de Newton sobre por qué caen las manzanas no es nada sofisticada, pero el hecho de no hacerse la pregunta imposibilita descubrir nada. La semana pasada leía la historia sobre cómo se creó la empresa Gatorade, que actualmente factura más de 4.600 millones de dólares. Como es imaginable, surgió de la pregunta que se hizo su creador a mediados de los años 60 de por qué los jugadores de fútbol americano no orinaban después de los partidos. Sus investigaciones demostraron que la deshidratación que sufrían durante los partidos (perdían 8 kilos en promedio) tenía como consecuencia una importante pérdida de energía y menor rendimiento. Así que, con un presupuesto de 45 dólares, se pusieron manos a la obra para desarrollar una bebida que les permitiese recuperar electrolitos y carbohidratos. Según reconoció el creador "aquella pregunta inicial cambió nuestras vidas".
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