En el mundo de hoy no podemos ni debemos pertenecer ni estar comprometidos con nadie salvo con nosotros mismos. No obstante, sin compromiso no hay sentido de la responsabilidad frente a los otros y, sin responsabilidad, no tiene sentido la moralidad.
Esta parece ser la respuesta adecuada y racional para un mundo caótico, en el que el futuro existe para ser inventado, no para ser previsto y menos aún para ser controlado. Pero que lo hace un lugar solitario, en el que el vecindario puede llegar a es una jungla, el extraño, un posible agresor del cual esconderse, y la casa, cárcel privada. De cualquier manera, es un hecho que hoy somos capaces de ejercer un determinado control sobre nuestras vidas y nuestra futuro como nunca ha sido posible en la historia del ser humano.
En el entorno social de nuestros días, cualquiera (y valga el ejemplo de muchos de los emigrantes recién llegados a nuestro país) probablemente con una formación mínima, además de energía e iniciativa, cualquiera puede, en teoría, ganarse el sustento. Sin embargo, hay grandes impedimentos estructurales para la creación individual de riqueza. La situación no es la misma para todos. Por el contrario, a muchos les falta alguno de esos elementos, cuando no todos. Alguien debe ayudarlos a conseguirlos, si no la idea de soberanía personal se convierte en una broma de mal gusto.
En ese aspecto, empresas e individuos no diferimos demasiado: ambos somos responsables de nuestro propio destino y de nuestra conducta y necesitamos lograr un propósito subyacente que les da carácter único. No podemos transferir esta responsabilidad a otras personas. Ahí radica la oportunidad, y el riesgo.
El contrato “psicológico” que nos une a los “trabajadores del conocimiento” con las organizaciones a cambiado: Podemos considerarla una “transacción comercial” en sentido estricto: dinero por capacidad y tiempo; más dinero si se consiguen mejores resultados. El concepto de seguridad y estabilidad cuando menos está en crisis permanente, a excepción de los entornos más o menos burocráticos ligados a la administración pública.
¿Cúal es el tipo de compromiso que hoy es exigible en el estado actual de las relaciones empresa / empleado?
Aunque puede parecer egoísta en el fondo somos mercenarios que debemos ser leales con nosotros mismos y con nuestro compromiso temporal con el proyecto que tenemos en marcha. Esta es el tipo de lealtad que hoy aporta valor a nosotros mismos y también a la organización de la que formamos parte.
Durante el pasado más reciente, hasta hace aproximadamente 15 años, o lo que es lo mismo, para la generación profesional anterior, la idea de una carrera profesional significaba culturalmente un proceso por el cual alguien ocupaba distintas posiciones a lo largo de su vida dentro de una organización como consecuencia de una serie de ascensos casi “automáticos o por antigüedad” a puestos de más alto nivel. Hasta cierto punto un modelo de carrera semejante al servicio civil en la administración.
Este modelo se fundamentaba en una carrera definida por la lógica del progreso o, en otros términos, un conjunto de posiciones en una estructura jerárquica. El modelo se basaba en las suposiciones siguientes:
- Una distribución piramidal de la jerarquía
- Un crecimiento sostenido de la organización para que pudiera ofrecer oportunidades mediante el ensanchamiento de la pirámide
- Compensación a los “perdedores” fundada en la continuidad en la estructura
Sin embargo todos constatamos los cambios que se han producido en las organizaciones. Por una parte, el criterio de estabilidad y permanencia se ha roto; por otra, el modelo de relación ha cambiado como consecuencia de:
- Descentralización y achatamiento de las estructuras
- Cesión de responsabilidades en función de los resultados
- Las remuneraciones no se fundan en criterios de antigüedad y jerarquía
La dinámica carrera-empleo ha cambiado totalmente. Los supervivientes de los procesos de reestructuración son conscientes de “tener un empleo”, pero igualmente no saben si “tienen una carrera”.
Probablemente, como muchos estudiosos han destacado, existe un ligamen inconsciente pero muy poderoso entre los individuos y las organizaciones para, aun en la situación de ruptura actual de muchos de los paradigmas que han fundamentado la relación empresa-empleado, seguir preservando elementos claves de la relación tradicional y del criterio de lealtad.
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