La semana pasada se presentaba en la sede de
El informe analiza la personalidad laboral de cerca de 6.000 trabajadores de Randstad, a lo largo y ancho de la geografía española, a través de los resultados obtenidos de un número similar de encuestas en las que se utilizó el test PAPI (Personality and Preference Inventory – Inventario de Personalidad y Preferencias).
Principales conclusiones
Del informe de Randstad y Actual Grupo se extraen, sobre la diferente personalidad laboral de mujeres y hombres, las siguientes conclusiones:
Mujeres
- Necesitan apoyar a sus superiores
- Son ordenadas
- Tienen un ritmo de trabajo
- Necesitan terminar lo que empiezan
- Son cordiales
- Necesitan normas
- Son detallistas
- Asumen el rol del trabajador duro
- Necesitan controlar a los demás
- Asumen un rol de líder
- Necesitan lograr sus objetivos
- Quieren tener el protagonismo
- Toman decisiones más fácilmente
- Necesitan imponerse a los demás
- Contienen sus emociones
Otras cuestiones
Sin entrar en más detalles del estudio -pueden consultarlo en la sección de documentación-, durante el turno de preguntas de los periodistas volvieron a salir, una vez más, cuestiones relativas a conciliación vida personal-vida laboral, oportunidades profesionales para hombres y mujeres, cultura laboral y social de los españoles, etc.
Una de las conclusiones que pude sacar en claro durante la presentación del estudio fue la de que las mujeres podrían tener mejores oportunidades profesionales si adoptaran las maneras de comportarse de los hombres; es decir, cambiar de sexo para triunfar y alcanzar el liderazgo. De hecho, se pusieron ejemplos de figuras políticas femeninas que habrían podido llegar a esas posiciones de liderazgo adoptando roles típicamente masculinos, aderezados con un componente de aspereza o rudeza: Ángela Merkel, Margaret Thatcher…
Pero esta conclusión no es más que una anécdota. Lo que verdaderamente impide que una mujer, en España –y quizá en todo el mundo-, pueda llegar a las cotas más altas en su carrera profesional no es una falta de preparación, de experiencia o una menor formación… sino los usos o costumbres sociales. Y la mujer también es culpable del rol que sigue desempeñando en la sociedad y en el mercado de trabajo, aunque en la mayoría de los casos sea la primera interesada en cambiarlo.
No han pasado tantos años desde que la mujer era protagonista única del cuidado de su casa y de la familia, y el hombre el responsable único del sostenimiento económico de esa unidad familiar. Cambiar eso de la noche a la mañana es complicado, porque supone cambiar una costumbre arraigada desde generaciones atrás. Sin embargo, seguimos anclados en el pasado y sin visos de que la cosa vaya a cambiar.
El hombre parece no dispuesto a que la situación evolucione, y la mujer, en muchas ocasiones, es cómplice de que no se produzca dicha evolución. Es curioso que, cuando de habla de conciliación, todos tengamos en la cabeza la idea de que es un término asociado a la mujer, porque el hombre, salvo excepciones que lo confirman, tiene muchas menos cosas que conciliar que
Para cambiar de mentalidad no es necesario entrar en una guerra de sexos. Feminismo y machismo son conceptos trasnochados, como casi todos los acabados en “ismo”. Se trata de hacer una transición tranquila, sin prisa pero sin pausa, hasta llegar a un equilibrio beneficioso para todos. Y alcanzado ese equilibrio, que cada familia consensúe el rol que deben tener los integrantes de la misma, pero sobre una base de igualdad. Hay que desterrar la imagen positiva del hombre ambicioso y negativa de la mujer ambiciosa, y hacer todo lo necesario para no llegar al transexualismo empresarial de ver mujeres adoptando maneras de hombres para llegar a la cumbre.
Estudio Randstad Actual Grupo
La personalidad del trabajador contemporáneo
http://www.rrhhdigital.es/imgs/documentacion/La_personalidad_del_trabajador_contemporaneo.pdf
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