Para generar el mejor binomio “rendimiento+satisfacción profesional” hemos de creer en lo que hacemos, querer hacerlo y saberlo hacer; pero quizá a veces se nos olvida lo primero: saborear el significado del trabajo. Sin duda, cuando somos más conscientes de la contribución a la sociedad, nos sentimos más satisfechos de nuestras tareas.
El lector recordará la historia de los tres canteros que daban a su trabajo un significado distinto: el que se veía construyendo la catedral parecía más feliz que el que decía estar simplemente puliendo una piedra, o el que decía estar ganando el sustento para su familia. Y asimismo y por ejemplo, sabemos que, al preguntar a las enfermeras, quizá unas declaren que su tarea consiste en cuidar enfermos y otras, en servir a los médicos. Pero podemos acudir a un caso que nos resultará quizá más familiar y del que tal vez obtengamos enseñanzas más sólidas.
Recordemos a Haruo Naito, que asumió la presidencia de Eisai, laboratorios farmacéuticos japoneses, en 1988, y cuya intuición le llevó a revisar oportunamente la estrategia de la compañía. Naito, que se había graduado en la prestigiosa universidad de Keio, siguió luego un MBA en
En efecto, en 1988 había tomado ya conciencia de una profunda crisis de identidad de la compañía —entonces sexta empresa japonesa del sector—, que parecía poner en riesgo su futuro. Tras reunirse con los consejeros y consciente de la inquietud reinante en la organización, decidió dar un giro estratégico: dejaría de orientar el enfoque a sus clientes (médicos y farmacéuticos), para llegar a los usuarios (los pacientes y sus familias). Había que dar significado a la actividad; sin un significado de contribución social, no cabía contar con la adhesión emocional de la plantilla y la consiguiente liberación del capital humano.
Hubo de orquestar un sólido programa de formación en cascada para renovar la mentalidad de directivos y trabajadores, pero lo consiguió. Tal como recoge Robert K. Cooper en Executive EQ, Naito parecía estar convencido: “No es suficiente decir a los empleados que si hacen tal cosa su salario aumentará: no basta como incentivo. Debemos mostrarles que lo que hacen está conectado con la sociedad, y, en nuestro caso, cómo redunda exactamente en beneficio del paciente”.
“Sabíamos —sostenía Naito al recordar aquellos días— mucho acerca de enfermedades y de cómo se originan y propagan, pero no sabíamos nada del paciente, en tanto que individuo con una personalidad y una historia vital; no sabíamos nada de sus relaciones familiares, ni de sus posibles cuidados especiales”.
Eisai Co. Ltd. es, ya en el siglo XXI, una compañía con excelentes resultados que investiga, desarrolla y comercializa productos en más de 30 países y cuenta con cerca de 10.000 empleados. Entre sus fármacos tal vez más conocidos figura el Aricept, contra el mal de Alzheimer, y al respecto podemos destacar el esfuerzo de investigación dedicado a nuevas y más eficaces soluciones para las enfermedades neurodegenerativas. Pero cabe destacar, sobre todo, el hecho de que el “concepto hhc” (human health care) guía la actuación cotidiana de directivos y trabajadores.
Una analogía final
Ciertamente debemos ser conscientes de a quién servimos, y esta historia también nos permite establecer una posible analogía con la formación continua en las empresas. Las consultoras de formación, como todas las empresas, intentan satisfacer a sus clientes y bajo esta etiqueta sitúan, en general, a los responsables de recursos humanos que les contratan; pero sus servicios son utilizados por empleados y directivos de diferentes departamentos.
Cuando felizmente hay sintonía entre proveedores, clientes y participantes en las acciones formativas, cabe esperar los mejores resultados de la formación. Sin duda y para obtener máximo provecho del mismo, un directivo o trabajador ha de estar convencido de la necesidad de seguir un curso; así puede estar ocurriendo en la mayoría de los casos, pero habría de asegurarse siempre.
Hay, en la actividad económica, empresas legítimamente instaladas en la generación de beneficios y a ello se enfocan; otras que no ven más clientes que aquéllos a quienes envían sus facturas; y asimismo otras que, con visión más holística y sistémica, procuran dar todo el significado a su actividad, lo que parece facilitar la prosperidad en el largo plazo. Las mejores consultoras de formación, sin duda, identifican el éxito con el aprendizaje más efectivo que, con el mínimo esfuerzo, llevan a cabo sus alumnos.
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