Una de las tendencias que nos caracteriza a nosotros, los Seres Humanos, es la de intentar proporcionar una explicación racional a todos los fenómenos que acontecen a nuestro alrededor. Con esta racionalidad lo que pretendemos es evitar, en lo posible, conceptos como el azar y la incertidumbre. El problema surge cuando en un intento de proporcionar una explicación racional a todo lo que nos ocurre, tomamos decisiones desde un prisma reduccionista. En Recursos Humanos, en más de una ocasión, se ha dado esta tendencia, hablo de intentar explicar fenómenos tan complejos como el comportamiento humano desde la racionalidad y la lógica extremas.
Uno de los frutos de este prisma, un tanto reduccionista, serían los famosos modelos conceptuales que tanto éxito están teniendo en el mundo de los Recursos Humanos, estos modelos compuestos por flechas que van y vienen y círculos concéntricos tienen como objeto el proporcionar una explicación lo más coherente posible a una realidad mucho más compleja de lo que aparentemente parece ser.
En Recursos Humanos, y más en concreto cuando hablamos de evaluación de personas, los clientes esperan que como “expertos del comportamiento humano” y apoyándonos de las herramientas de evaluación arrojemos predicciones sobre la futura conducta de los candidatos o empleados. Resultaría poco humilde afirmar que poseemos la verdad, porque por muy rigurosos y exhaustivos que sean nuestros procesos de evaluación, éstos nunca serán predictores exactos del comportamiento de una persona en la organización. No podemos taparnos los ojos y obviar que las realidades humanas escapan de explicaciones racionales y cálculos de porcentajes.
Creo que, a veces, no nos queda otro remedio que aprender a vivir más cercanos a la incertidumbre. La humildad ante el conocimiento es algo que se está perdiendo y a la vista de muchos, parece ser más bien un signo de inseguridad.
Cualquier experto en servicios de consultoría nos diría concienzudamente que “ante el cliente lo más importante es hacerle ver que nuestra solución es una pócima de éxito garantizada” cuando en realidad, creo que estaríamos mostrando más seguridad si dejáramos que nuestros clientes expresasen desacuerdos y dudas sin avasallarles con argumentos que intenten convencerles de lo contrario, o aun mejor, si fuésemos los primeros en reconocer que nuestras soluciones no serán pócimas mágicas porque, cuando hablamos del comportamiento humano, no estamos ante una ciencia exacta sino ante un entramado de fenómenos multicausales.
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