La Formación Experiencial se basa, en gran medida, en la capacidad que tenemos todas las personas para aprender gracias a la experiencia directa. Reproducir situaciones que se dan en la vida real a través de metáforas, simulaciones y actividades es el primer paso para el aprendizaje.
Diversos teóricos del Aprendizaje han enfatizado repetidamente, a lo largo de los años, la importancia de proporcionar experiencias directas a los niños para ayudarlos a madurar y crecer. La habilidad de un niño para integrar el conocimiento viene, en un principio, de la experiencia directa, ya que no ha desarrollado todavía la capacidad mental de integrar el conocimiento como información.
Todos conocemos la potencia y la profundidad de los aprendizajes que se alcanzan en edades tempranas del desarrollo humano, no hay más que recordar con qué facilidad aprenden los niños idiomas. Sin embargo, las personas, cuando maduramos, tendemos a disminuir la importancia de la experiencia y su utilidad para aprender ideas o conceptos.
La experiencia directa como aprendizaje
La Formación Experiencial se basa, en gran medida, en la capacidad que tenemos todas las personas, tanto los niños como los adultos, para aprender gracias a la experiencia directa. Por este motivo, supone una metodología de aprendizaje que reproduce situaciones que se dan en la vida real a través de metáforas, simulaciones y de actividades en aula, al aire libre o en espacios especialmente habilitados. De alguna forma, se invita al participante a jugar, como si de un niño se tratara.
La fuerza del proceso de aprendizaje reside, precisamente, en el impacto que la vivencia produce. Esta experiencia posibilita que el proceso de análisis y conceptualización, imprescindibles para aprender e interiorizar los nuevos conceptos, habilidades o actitudes, sea mucho más eficaz.
Proceso de la Formación Experiencial
En primer lugar, y después de vivenciar las situaciones programadas cuidadosamente para producir los aprendizajes perseguidos, se analiza lo sucedido de forma conjunta con los profesionales que conducen la acción experiencial. De esta forma, las personas pueden explorar las analogías y similitudes existentes con lo que ocurre en su vida cotidiana.
Posteriormente, el aprendizaje se integra a través de la asimilación de modelos conceptuales de la gestión y del comportamiento humano, que permitirán actuar en las situaciones futuras, ya en el entorno real.
El último paso del proceso consiste en transferir lo aprendido a la vida diaria, a través de acciones de seguimiento y proyectos concretos. Esto proporciona la práctica consciente necesaria para que se produzca la interiorización de las conductas, y, por tanto, el desarrollo personal.
Otra de las particularidades de este tipo de formación es que la responsabilidad del aprendizaje está en el participante, por lo que la figura del instructor o formador clásico queda sustituida por la del facilitador. Es una ruptura con la formación clásica, partiendo de paradigmas diferentes y llegando a resultados también distintos.
En resumen, el aprendizaje se produce a través del proceso que se da por la vivencia de los participantes, en un plano emocional, el análisis guiado y su conceptualización posterior, en un plano más cognitivo.
Esquema
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Vivenciar las situaciones programadas
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Análisis de lo sucedido
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Integración de aprendizaje por la asimilación de modelos de gestión y comportamiento humano
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Transferir lo aprendido a la vida diaria
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