Hace unos días, asistiendo a un evento en relación a la búsqueda efectiva de talento, tuve la suerte de compartir mesa y mantel con un nutrido grupo de profesionales del, a mí humilde entender, forzadamente llamado entorno de los recursos humanos, cuestión esta última que, si me permiten, explicaré en otro momento.
Mi propósito no era otro que compartir con ustedes, benditos humanos recursos, el empeño que existe en nuestro ámbito profesional por tratar de dignificar la profesión a través de poder darle contenido numérico, algo así como que si lo que hacemos lo pudiésemos cuantificar… resulta más creíble, más vendible, más producto, en definitiva, más y mejor para todos los que trabajamos en ello.
No les engaño si les digo que llevo oyendo esta plegaria desde hace más de 15 años; al principio, incluso yo me la creía, la adaptaba, la maduraba, la hacía mía y defendía a capa y espada que el valor de mi trabajo debía ser cuantificado a través de ratios, porcentajes, coeficientes, logaritmos, curvas de Gauss y diferentes y valiosos mecanismos numérico-gráficos que me permitiesen estar a la altura de la discusión en la mesa del comité de dirección con mis colegas financieros, marketinianos, de operaciones, etc., que hasta entonces miraban mi actividad como aquello que hacía el que no valía para hacer otras cosas en la empresa, como no, reservadas a mentes numéricas y enfocadas a resultados y no a esa filosofía barata del de “personal”.
Y resulta que, con el paso de los años, y tras soportar estoicamente ir en el vagón de cola de las empresas, llega eso tan difícil de pronunciar del “management”, y de pronto todo el mundo en la empresa habla de que si el activo sube y baja las escaleras -en otros sitios el ascensor-, que si la ventaja competitiva está en las personas, que si el valor diferenciador ante el consumidor lo da cómo se tratan a las personas internamente, que si no tienes “empowerment” -sin comentarios- no tienes nada , en definitiva, un sinfín de cuestiones que configuran el nutrido panorama del buen gestor de personas.
Créanme si les digo que lamento llegar a la conclusa conclusión de que si el haber hecho nuestros deberes respecto a conocer el negocio de nuestras respectivas empresas, haber convertido la gestión de personas en palanca de éxitos o fracasos, haber contribuido con nuestro trabajo a mejorar las relaciones laborales de muchos empleados, homogeneizar salarios y futuros profesionales de mujeres y hombres, haber preparado el camino de nuestros jóvenes para saltar de la escuela al mundo laboral, haber integrado la diversidad en las empresas como un factor enriquecedor, haber sido facilitadotes de carreras de éxito… , si todo ello , digo, no sirve para quitarnos complejos de encima y seguir pensando que todo lo numérico es mejor que todo lo que no lo es, mal asunto.
Sin ningún género de duda, materializar nuestro trabajo con rigor es necesario, y, evidentemente, nos ayuda a gestionarlo; el dicho “nada que no se pueda medir se puede dirigir con acierto” se hace verdad en nuestra gestión diaria, pero, por favor, no nos obcequemos en pensar que la medida está en el ratio; hay medidas estratégicas cuyo resultado va implícito en la cuenta de explotación y que nadie discute, y si esto es así, ¿Es o no es estratégico nuestro papel?
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