24 de noviembre de 2024
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¿Quién quiere ser profesor? (y 2)

¿Quién quiere ser profesor? (y 2)

Un hombre joven muere y va al cielo, donde encuentra una cola con 2 personas esperando para entrar. San Pedro les dice a los 3 que, debido a que se han detectado tantos traficantes de drogas y otros criminales en el cielo, han decidido endurecer el proceso de admisión.

Cada uno debe explicar la profesión que tenía antes de morir y sus ingresos anuales. El primero de la fila dice, "Yo ganaba 1 millón de dólares al año y era actor", y San Pedro le abre la puerta. El segundo, a su vez, confiesa, "Yo ganaba 250.000 dólares al año como abogado"; San Pedro duda por unos instantes, pero también le deja entrar. A continuación se gira hacia el tercero y le dice "Y tú, ¿Qué hacías con tu vida?" El tercer hombre responde, "Yo ganaba 12.000 dólares al año …" y San Pedro le interrumpe, "Ah, no me cuentes más ¿De qué eras profesor?"

Presente: Parece que existe consenso cuando se dice que para los profesores, cualquier tiempo pasado fue mejor:

1. La educación está unánimemente mal evaluada en la mayor parte de los países. Por mucho que se declare públicamente su importancia, hoy es más un negocio lucrativo que una prioridad de desarrollo, porque de otra manera no es posible explicarse la situación.

2. Los profesores están atrapados entre la espada y la pared.

  • Los Padres, que ponen a sus hijos en sus manos (pasan más horas con ellos que en casa), miran con recelo su trabajo y, sobre todo, los resultados del mismo. En realidad consideran al profesor como una niñera. Lo primero que pregunta un padre a un profesor es "¿cómo se portó mi hijo?". Lo primero que pregunta un padre a su hijo es "¿qué nota sacaste?", y lo segundo es "¿cómo lo pasaste en el colegio?". Nadie pregunta ¿Qué aprendiste?
  • El Ministerio les controla y les responsabiliza de muchos de los problemas de la educación. Lo injusto es que un profesor está totalmente limitado por el programa que enseña y por las metas que se le fijan.
  • Los Clientes (alumnos) están por obligación y no por su propia voluntad (incluso el servicio militar es voluntario). Si preguntas a los alumnos en su primer día de clase por qué están allí, ninguno te dice que viene a aprender. Si les permites decidir si quieren ir al colegio, es fácil adivinar su respuesta. Si les preguntas por qué van a la Universidad, titubean y no saben bien como explicarlo, simplemente van … Sin motivación es imposible aprender. Además, para los alumnos, el profesor es un obstáculo en su camino a conseguir sus objetivos, que son pasar de curso y obtener el título. Es una autoridad, una amenaza que tiene su destino en sus manos, tiene el poder de decidir sobre su futuro y, por tanto, es más temido que amado.

3. Todo parecido con lo que había imaginado un profesor acerca de su profesión es pura coincidencia. Sin entrar a analizar los conflictos que suceden diariamente en las aulas, aquellos profesores con verdadera vocación se encuentran con una realidad de sueldos escasamente competitivos, alumnos poco interesados, rutinas frustrantes a la hora de impartir la enseñanza en el aula (los mismos contenidos año tras año) y múltiples tareas administrativas. Con 30 alumnos por profesor, la labor a realizar es quijotesca, más aun sabiendo, como sabemos, que la mejor educación es el 1 a 1.

4. Ante la Tecnología los profesores reaccionan con un miedo atávico, imaginando que van a ser sustituidos por máquinas que harán su trabajo mucho más eficientemente, por sueldos ridículos, sin protestar y sin necesidad de vacaciones. Por supuesto, nada de eso va a suceder, pero ellos no terminan de creerlo.

En definitiva, se ha producido una evidente perdida de prestigio y de respeto hacia los profesores. Hemos pasado demasiado abruptamente de una sociedad con demasiada autoridad a la perdida casi absoluta de la misma.

Una de las cosas más gratificantes para cualquier persona es que reconozcan la labor que realizas. En un restaurante, un cliente te felicita cuando le gusta la comida. A un arquitecto o a un médico, sus clientes o sus pares le reconocen con entusiasmo su trabajo. Sin embargo, para los profesores esa satisfacción se produce muy aisladamente. Basta mirar la cara de la gente para hacerse una idea de cuan contentos están con lo que hacen. Hace tiempo que los profesores no tienen buena cara.

Futuro

¿Qué ha sucedido? ¿El rol del profesor es menos importante que antes? Desde luego que no. Dudo que exista responsabilidad mayor que preparar a los jóvenes para la vida que les espera. Es factible aprender por uno mismo, de hecho tú eres tu mejor profesor, pero claramente aprendemos mejor apoyados por alguien que sabe más que nosotros, que nos guía y nos ayuda cuando no somos capaces de resolver los problemas por nosotros mismos.

¿Hay esperanza? Por supuesto; en la sociedad del conocimiento todo lo relacionado con el aprendizaje cobra una importancia vital, por tanto el futuro de los profesores es muy prometedor y sólo puede mejorar, pero para ello es imprescindible redefinir su rol y, sobre todo, ayudarles -educarles- para que sepan cómo desempeñarlo.

Hace algunos años escribí un artículo sobre el rol del profesor en el mundo virtual que tiene bastantes aspectos en común con esta columna http://tokland.com/elearning/?p=80

A continuación planteo algunas ideas:

1. Redefinir el rol: Evidentemente, el rol del profesor como lo hemos conocido por suerte ya no va a regresar, y se va a ir definiendo un rol diferente, mucho más divertido, enriquecedor y de mayor impacto. Los profesores ya no son los depositarios del conocimiento, sino que van a tener que especializarse en aquello en que sean mejores que los ordenadores. Una de las responsabilidades de los profesores va a consistir en gestionar personas y gestionar relaciones entre personas, es decir, ayudarles a desarrollar todas aquellas competencias de habilidades sociales y de relación interpersonal que sabemos son esenciales, que permanecen invariables generación tras generación, que jamás la educación ha tenido en cuenta (ya que no se pueden enseñar directamente y por tanto son difíciles de evaluar) y que un ordenador no puede abordar: Comunicarse y comunicar a otros, razonar, relacionarse con los demás, trabajar colaborativamente, negociar, liderar, convivir con el fracaso, innovar, expresarse adecuadamente, etc.

Podemos poner a los ordenadores a buscar, almacenar, memorizar y entregar información en múltiples formatos mientras que las personas podemos dedicar nuestro tiempo, esfuerzo y, sobre todo, cerebro a pensar, a soñar y a imaginar. Hay que dejar que los ordenadores hagan el trabajo sucio.

En la sociedad del conocimiento, el aprendizaje es la habilidad más importante. Por esa razón, otro aspecto clave consiste en erigirse en un entusiasmador, transmitir la pasión por aprender, motivar, proponer desafíos, indicar caminos, plantear preguntas y, en general, hablar menos (ojala sólo a petición del alumno) y escuchar más, porque para entregar contenidos los ordenadores tienen una capacidad inigualable.

En este rol, una competencia esencial consiste en dar el feedback y el apoyo adecuado a cada alumno en el momento en que los necesite, y en evaluar (no a través de exámenes) cuándo un alumno está preparado para avanzar hacia tareas más complejas.

En definitiva, un cambio radical que ya iniciaron, por ejemplo, algunos profesores de Postgrados que utilizan metodologías como los casos, donde plantean escenarios a los alumnos y les piden que trabajen en resolverlos. El drama, de nuevo, es que nadie les ha preparado para enfrentar esta realidad, que sin duda aporta mucho mayor valor a los alumnos, al sistema y, sobre todo, a ellos mismos.

2. Tecnología: Al igual que es imposible trabajar sin apoyarse en la tecnología, va a ser imposible aprender sin usar la tecnología, y esto abre un campo insospechado, porque los ordenadores están mejor preparados que las aulas para practicar y aprender haciendo.

Esto ya está produciendo algunos cambios drásticos, como por ejemplo que los profesores no son aquellos que están en la zona geográfica más próxima al lugar donde viven sus alumnos, sino que un alumno puede aprender de los mejores profesores del mundo y tener compañeros universales gracias a la tecnología. Y la tecnología introduce un concepto nuevo que debe revolucionar la formación y que abordaremos en otra columna: El Aprendizaje Just In Time.

3. Personas con experiencia: Los profesores debiesen ser mayoritariamente personas con experiencia, desde desempleados con dificultades para reinsertarse en la vida laboral hasta jubilados que en un determinado momento de su vida están dispuestos a retribuir a la sociedad todo lo que esta les ha entregado.

Hay una frase que se escucha frecuentemente: "Profesores tuve muchos pero maestros muy pocos". Debiésemos reconsiderar el ancestral sistema de educación tribal, que tiene miles de años de antigüedad y donde los ancianos tenían la responsabilidad de educar a los jóvenes mediante la observación, el ejemplo, las historias y, sobre todo, pasando mucho tiempo con ellos. Si somos honestos, debemos reconocer que un joven profesor de 30 años todavía tiene pocas experiencias de vida valiosas que transmitir y no le queda más remedio que entregar contenidos.

4. Toda la sociedad involucrada: Si la Educación es lo MÁS importante, entonces toda la Sociedad tiene que estar involucrada, no sólo los profesores. Abogados, médicos, futbolistas, bailarinas, jardineros, policías… todos debiesen tener un papel que cumplir, una experiencia que contar, un enfoque que aportar.

No hace falta ser pedagogo para educar. Si los responsables de la educación son profesores, lo normal es que formen profesores. Sería muy difícil que un profesor formase a un profesional como difícil sería que un medico formase a un abogado. Una parte de la jornada laboral de cada persona debiese estar dedicada a contribuir con la educación.

5. Incentivos: Si la Educación es lo MÁS importante, estamos obligados a dar a los profesores un estatus acorde con la responsabilidad que tienen entre manos. Hoy, los incentivos y los estímulos para los jóvenes están puestos en cualquier otra dirección. Hablando en términos futbolísticos, no podemos descuidar la cantera, porque es la base donde comienza todo.

6. Innovar: Hace una semana leía una entrevista con Alvin Toffler, uno de los más importantes pensadores todavía vivos, que decía lo siguiente: "Tenemos un problema cuando los negocios avanzan a 100Km/h y el sistema educacional a 10Km/h. Aún en mi país, no se está preparando a la gente para la economía en la que tendrán que vivir".

Si hablamos de innovación, entonces no puede haber límite en las preguntas que nos hagamos: ¿Qué entendemos por educación? ¿Para qué educamos a los jóvenes? ¿Debe existir la escuela? ¿Tiene sentido que la educación ocurra durante 20 años entre las 4 paredes de un aula llena de mesas y sillas dentro de un edificio cuando el mundo es variado, complejo, global y diverso? ¿Debe todo el mundo aprender lo mismo? ¿Por qué el colegio dura 12 años y no 8 ó 20? ¿Por qué la universidad dura 5 años? La educación tiene principio y fin pero el aprendizaje dura toda la vida…

El afamado discurso de Steve Jobs es un buen ejemplo de ello http://www.youtube.com/watch?v=ykUyVFkizfQ, y Roger Schank, por su parte, ya ha puesto en marcha una interesante iniciativa al respecto que se puede ver en http://null/www.engines4ed.org.

7. Perfil de alumnos: No podemos obviar que el perfil de los alumnos ha cambiado radicalmente (por primera vez en la historia hay áreas en las que los alumnos saben más que los docentes). Simplificándolo mucho, hay 2 aspectos en los que son muy diferentes a todos los alumnos de generaciones anteriores:

  • Quieren participar y no sólo escuchar pasivamente lo que otra persona les dice. Mientras vivimos en la era de You Tube, en el aula hay poco dialogo y demasiado monólogo.

  • Quieren recibir servicios a la carta y personalizados según los intereses y necesidades propios de cada uno.
    Esto ocurre porque viven en un mundo donde, crecientemente, participan por múltiples vías y donde exigen y compran productos y servicios diseñados a su medida. Estas generaciones van a cambiar la gestión de las empresas y la forma de liderar y trabajar (mucho más mediante seducción y motivación que por obediencia). Hay que preguntarles a ellos cómo sería su educación ideal, hay que contar con ellos para diseñarla y hay averiguar cuáles son sus objetivos en lugar de hacer tanto énfasis en que se adhieran a los nuestros, porque no lo van a hacer.

No albergo duda alguna acerca de que quienes leen esta columna aman la educación, saben que es primordial, y aunque no trabajen en ese ámbito tienen un juicio fundado con conocimiento de causa después de haber pasado al menos 12 años de su vida en un aula.

Los profesores son indudablemente parte del problema… y de la solución. También ellos necesitan aprender, y me temo que han perdido la habilidad de aprender de tan centrados que están en enseñar y crear ambientes de aprendizaje para sus alumnos.

Necesitamos que reflexionen sobre sus propios procesos y lleguen a la conclusión de que no podemos seguir educando a los jóvenes del S.XXI con profesores del S.XX, usando metodologías del S.XIX y con un programa del S.XVIII. Parece que nadie se ha parado a pensar cuánto le cuesta un país la MALA educación.

¿Os imagináis qué pasaría en nuestra sociedad si de repente nadie quisiera ser profesor?

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