31 de octubre de 2024
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¿Quién quiere ser profesor? (1)

¿Quién quiere ser profesor? (1)

La última semana de septiembre tuve la suerte de asistir a la magnífica conferencia "El lenguaje de la Innovación", impartida por José Luís Larrea, Presidente de Ibermática, una de las principales empresas españolas de Tecnología y Conocimiento, como le gusta denominarse.

Que el principal ejecutivo de una empresa de TICs -que años atrás fue Consejero de Economía y Hacienda del Gobierno Vasco- hable apasionadamente durante hora y media de Innovación y de Conocimiento sin dedicar un sólo minuto a la tecnología, el mercado o los beneficios, demuestra que todavía hay esperanza y no todo está perdido. Hay 3 cosas que señaló José Luís muy apropiadas para esta columna:

La primera es que para innovar, hay que ver la vida "con los ojos de un niño".

La segunda es que uno de sus objetivos es que todos los gerentes de su empresa den clase en la universidad, ya que la mejor manera de aprender es cuando tienes que enseñar a otros.

La tercera es que el juego es una magnífica forma de aprender, porque en un corto espacio de tiempo permite condensar muchas de las experiencias (muchas de ellas irracionales) que ocurren en la dinámica habitual de una empresa, y extraer valiosísimas conclusiones.

De hecho, narró con entusiasmo la gran cantidad de enseñanzas que se pueden extraer observando a un equipo de baloncesto. Precisamente, durante muchos años, yo jugué a baloncesto de forma más o menos seria, y siempre he reconocido todas las competencias que aprendí sobre la cancha que ni el colegio ni la universidad fueron capaces de enseñarme: Trabajo en equipo, liderazgo (sobre todo si eres entrenador), comunicación, resolución de problemas y conflictos, toma de decisiones, estrategia, perseverancia, motivación, compromiso, manejo de la frustración…

¿Cómo aborda el colegio o la universidad estas competencias? ¿Podría un profesor enseñármelas?

Todo esto me lleva a reflexionar sobre qué ocurre para que los adultos deseen volver a mirar la vida como los niños, o para que quieran jugar en lugar de tomarse la vida tan en serio.

¿Qué pasa con la Educación? ¿Qué podemos aprender de los niños? ¿Qué sucede en el colegio para que el niño pierda cosas tan valiosas? Y en concreto ¿Qué influencia tienen los profesores en este proceso?

La vida no es sueño, como decía Calderón de la Barca, la vida es juego. Desde que nacemos, hasta que entramos al colegio, el juego se convierte en nuestra principal y casi única estrategia de aprendizaje, en la manera a través de la que vamos aprendiendo habilidades y competencias de alta complejidad, como andar, hablar o leer. Sin embargo, llega el colegio, el mundo cambia, el juego sólo aparece fugazmente durante los recreos y los niños miran el reloj impacientes, sin poder aguantar las ganas de que termine la clase para salir a jugar con sus amigos. Y ya como adultos, el juego sigue formando parte importantísima de muchas de las cosas que nos apasionan, entre ellas el deporte.

Esa misma semana, un par de anécdotas me llamaron mucho la atención.

  • Una compañera de trabajo me confesaba esta frase que su hijo, matriculado en un prestigioso colegio privado, le espetó días atrás: "No quiero ir al colegio, no aprendo nada, aprendo más viendo en la televisión el Discovery Channel". Excepto en el colegio, ya no existe ningún ámbito donde los clientes vayan obligados a recibir un servicio que no han solicitado, no quieren y sobre el que apenas pueden opinar

  • Charlando sobre qué aprendimos en el colegio, un alto directivo me comentaba que, durante su etapa escolar, debió cambiar de colegio 5 veces, y lo más valioso que rescata de esa época fue que tuvo que aprender constantemente a adaptarse a nuevos entornos, hacer relaciones, socializar y salir adelante cada 2 años.

Mi intención es hacer un breve análisis sobre cómo ha ido evolucionando la percepción del rol de los profesores por parte de la sociedad, desde el pasado, la situación del presente y lo que nos espera en el Futuro.

La mayoría de las personas que conozco que estudiaron para ser profesor se dedican actualmente a actividades que no tienen nada que ver con dar clase frente a un grupo de niños. Las razones son múltiples: La vocación de enseñar se va frustrando al enfrentar cada año los mismos rituales, niños desmotivados, asignaturas monótonas y desactualizadas, padres poco comprometidos, administración hostil, escaso reconocimiento social…

Por si fuera poco, el sueldo de un profesor roza en muchas ocasiones lo miserable, y ya sabemos que no sólo de pan vive el hombre.

He conversado con algunos profesores para conocer de primera mano cómo ven ellos mismos su profesión, si se sienten valorados y disfrutan haciendo su trabajo. He preguntado a algunos jóvenes cuál es la profesión que pretenden ejercer en el futuro, y los resultados son lapidarios: ninguno manifiesta el más mínimo interés por ser profesor.

El Pasado

Tiempo atrás era común escuchar que las personas más importantes de un pueblo eran: El Alcalde (poder político), el Cura (poder divino), el Policía (poder militar), el Médico (poder del conocimiento "mágico") y el Profesor (poder del conocimiento intelectual).

El profesor era una figura respetada, ya que poseía algo que casi nadie tenía al acumular un saber enciclopédico: conocimiento. Un profesor era una persona de prestigio, y, evidentemente, dentro del aula decidía sobre el destino de los alumnos, lo que le otorgaba un poder absoluto.

Nadie discutía que existía un cuerpo de conocimientos (programa) que había que aprender; la función del profesor era enseñarlos y la del alumno era estudiarlos y la forma de verificar si eso estaba ocurriendo eran los exámenes.

Todos los niños estudiaban exactamente las mismas asignaturas, al mismo ritmo, y la escuela tenía sospechosas similitudes con una fábrica (en este caso de producción de seres humanos, todos iguales).

La autoridad era, posiblemente, la principal característica de esa época. Si en una fábrica los jefes pensaban y ordenaban qué hacer, y los obreros ejecutaban el trabajo, el aula reproducía esa realidad a su imagen y semejanza, con el profesor mandando y los alumnos obedeciendo.

Existía un círculo vicioso formado por clases, con un mínimo de 30 alumnos que giraban alrededor de un profesor, que impartía "clases magistrales" que no eran otra cosa que monólogos, donde los niños sólo hablaban cuando se les preguntaba (y trataban de usted al profesor).

La educación era una competición donde unos ganaban y otros perdían, que es un veneno mortal porque obliga a que todo se organice alrededor de las notas. Desde luego no se premiaba el pensamiento original, la innovación, ni se motivaba a conocer más, y menos aún a aprender de sí mismo.

Que la educación tenía graves problemas fue algo denunciado con vehemencia por personajes poco sospechosos de hablar a la ligera como Platón, Kant, Montaigne, Locke, Dewey, Descartes o Einstein, pero quizá esta sea la frase más contundente: "Estoy seguro que la razón por la que surgen tantos idiotas de nuestras escuelas es porque no tienen ningún tipo de contacto con nada útil para la vida diaria", atribuida a Petronio en el año …. ¡¡ 66 antes de Cristo !!.

Para ejemplarizar esta realidad, les regalo una exquisita historia medieval que mi compañero y maestro Roger Schank escribió hace algunos años:

Érase una vez un reino invadido por dragones. Sus habitantes estaban aterrorizados. Para poner remedio a esta desesperante situación decidieron diseñar un nuevo programa académico y preparar a sus mejores jóvenes para combatirlos.

La mejor Universidad del país fue la encargada de entrenar a los jóvenes guerreros en el arte de matar dragones. La Universidad seleccionada contaba con un claustro de profesores con amplios conocimientos sobre multitud de aspectos que serían muy útiles para los futuros cazadores de dragones.

Así que el claustro se reunió y formó un comité responsable del diseño del programa de un Master en Caza de Dragones(MCD). Este comité estaba compuesto por los profesores mas sabios de la Universidad y, por tanto, incluía profesores del área de Ciencias y del área de Letras.

Había también representación del mundo de las Leyes y el Derecho, de Economía y Administración de Empresas y de Medicina. Por supuesto, no podía faltar la facultad de Ingeniería y la de Humanidades. De un grupo tan erudito, formado por los mejores y mas brillantes, solo podía esperarse lo mejor a la hora de instruir a aquellos que quisieran aprender a matar dragones.

En la reunión de planificación del programa, todos estuvieron de acuerdo en que cada una de las facultades y cada profesor tenían algo importante que aportar. Los profesores de la facultad de Economía y Administración de Empresas manifestaron su preocupación respecto de la necesidad que futuros cazadores de dragones comprendieran como financiar una expedición de caza de dragones, además supiesen lo importante de escribir un buen plan de negocios para comercializar a posteriori la historia y lecciones derivadas de tan exitosa misión.

Incluso se planteó el porcentaje que le debiera corresponder a la Universidad de los derechos exclusivos para llevar las experiencias adquiridas a un libro y al cine.

La Facultad de Ingeniería quería estar segura de que los estudiantes-guerreros supieran interpretar mapas, construir puentes (cuando fuera necesario) y disparar proyectiles.

La Facultad de Humanidades, por su parte, era consciente de que resulta viable razonar con los dragones, y propuso un curso para aprender a hablar Dragonés y Cómo Negociar con Dragones.

La Facultad de Derecho se ocupaba de todo lo relacionado con los derechos de los dragones y las potenciales demandas y querellas, por lo que sugirió un curso de Introducción al Derecho para los nóveles guerreros.

La Facultad de Arte quería asegurarse que el gran público fuese capaz de conocer cómo eran los dragones en realidad, por lo que propuso sendos cursos de fotografía y dibujo.

La Facultad de Ciencias deseaba aprender sobre los hábitos y la historia evolutiva de los dragones, por lo que propuso un curso básico de biología y evolución para los estudiantes del Master.

La Facultad de Medicina estaba preocupada porque los estudiantes no supieran, llegado el momento decisivo, cómo matar a un dragón, lo que era perfectamente posible si no eran capaces de entender la constitución física de los dragones, por lo que un curso de anatomía era imprescindible.

Como ya hemos mencionado, esta Universidad era la más prestigiosa en la Tierra. Consecuentemente, sus académicos estaban muy ocupados trabajando en Proyectos de Investigación financiados con fondos públicos y gubernamentales y, además, viajando por el mundo dictando conferencias o trabajando como consultores y asesores de empresas y ONGs.

En realidad, enseñar no era una tarea que les gustase demasiado, y odiaban tener que desarrollar nuevos cursos, ya que significaba mucho tiempo y esfuerzo. Estaban dispuestos a crear algunos cursos nuevos, pero, la verdad, los cursos de postgrado para Master nunca fueron una prioridad. Por tanto, decidieron escoger cursos del currículum existente que pudieran ser útiles para los futuros cazadores de dragones.

De ésta forma los estudiantes obtendrían una educación general amplia y global que les sirviese adecuadamente. Cuando terminaron, este fue el programa que diseñaron:

Primer Semestre:

  • Introducción al Dragonés
  • Conceptos Legales Básicos
  • Introducción a la Fotografía
  • Introducción a la Anatomía
  • Fuerza y Materiales

Segundo Semestre:

  • Introducción al Dragonés II
  • Libertades Civiles y Derechos Animales
  • Introducción al Dibujo
  • Anatomía de los Dragones
  • Física de los proyectiles

Todos estuvieron de acuerdo que sin duda habían creado un magnífico programa, pero resultaba difícil cubrir todo lo necesario en un Master de un año, por lo que decidieron ampliar el Master en Caza de Dragones a un programa de dos años. Este fue el programa que acordaron para el segundo año:

Tercer Semestre:

  • Negociación Básica
  • Historia Militar
  • Introducción a la Ética
  • Biología Evolutiva
  • Introducción a la Cartografía

 Cuarto Semestre:

  • Introducción a la Ciencia Política
  • Marketing Básico
  • Finanzas Básicas
  • Introducción a la Informática
  • Logística

Todo el claustro de profesores, los académicos miembros del comité y los asesores consultados acordaron que el MCD contaba con un excelente programa, completo y bien equilibrado, que cubría todo lo que un estudiante necesitaría saber.

Se reclutó a un grupo de veinte estudiantes para el MCD, quienes se graduaron al cabo de dos años, la mayor parte de ellos con muy buenas calificaciones. Los jóvenes entusiastas, al día siguiente de la ceremonia de graduación, se lanzaron a la aventura de combatir a los dragones.

Tres de ellos fueron incapaces de recaudar fondos para financiar su expedición, y tuvieron que dedicarse a otras actividades. Otros cinco formaron un equipo de cazadores de dragones, pero tuvieron muchos problemas de convivencia y les resultó muy difícil trabajar juntos.

Uno de los integrantes del equipo mató a un compañero, y los tres restantes le mataron a él. Luego huyeron y nunca mas volvió a saberse de ellos (hoy se encuentran prófugos y buscados por la INTERPOL.)

Los restantes doce tuvieron más éxito; formaron tres equipos de cuatro, bien financiados, y donde las relaciones eran buenas y reinaba el espíritu de trabajo en equipo. Desafortunadamente, el primero de estos equipos nunca pudo encontrar un dragón al que matar, pese a que dedicaron mucho tiempo a su búsqueda.

Finalmente crearon una compañía que se dedica a entrenar y formar cazadores de Dragones.

El segundo equipo efectivamente encontró un dragón. Desgraciadamente, eso ocurrió por que el Dragón les encontró a ellos. Primero, trataron de razonar con la bestia, pero sólo uno de ellos pudo recordar suficiente Dragonés como para hacerse a entender (ya que había pasado más de un año desde el curso de Introducción al Dragonés).

Sin embargo, el graduado que hablaba Dragonés fluido era el único que no superó el curso de Negociación. Logró enfadar enormemente al Dragón al exigirle insistentemente y de malas maneras que no echase fuego mientras negociaban. El Dragón se comió a los cuatro miembros del equipo.

El tercer equipo también encontró al Dragón y lo combatió. Desgraciadamente, nunca antes habían tratado de luchar con un Dragón y la bestia resultó ser mucho más rápida y con una llama mucho más caliente de lo ninguno de ellos hubiese imaginado.

El Dragón persiguió a uno de los miembros del equipo, lo capturó y lo lanzó por un precipicio; luego procedió a fundir primero las armas y luego el cuerpo del segundo miembro del equipo. Los otros integrantes no tenían idea de cómo entablar un combate siendo sólo dos (sus tácticas siempre consideraban un equipo de cuatro), por lo que negociaron su rendición: Actualmente manejan las relaciones públicas del Dragón.

Esta fábula ofrece muchas conclusiones, mis 2 favoritas son:

  1. Para enseñar a otros a cazar dragones, primero tienes que saber cazarlos tú. Ningún miembro del claustro de profesores cumplía con este "simple" requerimiento.
  2. ¿Dónde estaba el Dragón durante el Master? Los alumnos nunca tuvieron ocasión de enfrentarse a un dragón real a lo largo de los 2 años. Curioso, ¿no es cierto?

Me tomé la molestia de analizar el programa del año 2007 de la carrera de Derecho de la misma universidad en la que yo estudié, y al igual que ocurrió hace casi 20 años, no encontré rastro de dragones por ninguna parte. No debiésemos olvidar el proverbio Zen que dice "El propósito de aprender es poner en práctica lo aprendido".

Imaginad que, por un momento, nos transportásemos en un viaje hacia el pasado y aterrizásemos en la Edad Media. ¿En qué podríamos trabajar? ¿De qué nos servirían los múltiples conocimientos que tenemos hoy? ¿Y si una persona de le Edad Media llegase a nuestro mundo del 2007, qué podría hacer? Para hacer cualquier cosa necesitamos saber, y para saber hay que aprender, pero, sobre todo, cosas útiles.

Un periódico de negocios publicaba una estadística que indicaba que un Directivo que se cambia de empresa tarda alrededor de 1 año en aportar valor a su nueva empresa.

Los que contratamos jóvenes recién salidos de la universidad, sabemos que tendremos que esperar unos 2 años hasta que empiezan a ser productivos, ya que desconocen las tareas más elementales del mundo laboral: apenas saben gestionar a un cliente, preparar propuestas comerciales, innovar la oferta de servicios o productos de su empresa, negociar con un proveedor, gestionar un proyecto, liderar un equipo de trabajo, dirigir una reunión, etc.

Sabiendo que lo que les espera al terminar la dilatada vida estudiantil es simbólicamente "jugar al fútbol", cuando llegan el primer día a trabajar confiesan que nunca antes habían visto ni jugado con una pelota. La culpa no es suya, el problema es que sus profesores sólo les puede enseñar a ser… profesores, pero difícilmente a adquirir las habilidades que requieren las empresas, por 3 razones:

  1. El programa no contempla aprender este tipo de "competencias"
  2. Aunque el programa las incluyese, la mayoría de profesores no las dominan
  3. Aquellos pocos que las dominan, no saben cómo enseñar a otros para que las aprendan

Parece mentira que nadie asuma la responsabilidad de modificar drásticamente un programa escolar y universitario que representa un mundo que ya dejó de existir. Nadie se atreve a denunciar que el 90% de las Matemáticas o la Historia que se enseñan no sirven de nada al 90% de las personas -que, además, hoy, no las pueden recordar-, mientras que nadie puede prosperar en la vida sin saber cómo colaborar y trabajar con otros o sin saber Vender.

Hoy, entrar en un aula no significa dar un paso hacia el futuro, más bien hacia el pasado. Mientras que un profesor decida tu futuro, no se verá a sí mismo como proveedor de un servicio. Sin embargo soy optimista, vienen tiempos mucho mejores, sobre todo para los profesores y para sus alumnos.

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