Deporte y empresa

De un tiempo a esta parte parece haberse puesto de moda la asociación del deporte con los usos o conceptos empresariales más habituales: liderazgo, management, orientación a resultados, dirección por objetivos, coaching, mentoring, mobbing, etc. Esta asociación suele aparecer con iconos deportivos de referencia: selección española de baloncesto, Fernando Alonso, Gasol, FC Barcelona, Real Madrid, NBA, motociclismo… y suele coincidir con triunfos individuales o colectivos. Alguna vez, aunque raramente, un fracaso deportivo suele utilizarse de ejemplo en la práctica empresarial.

Me pregunto, en relación con esta incipiente moda deporte–empresa, qué fue de aquellos otros triunfos deportivos que no merecieron ser extrapolados al mundo de la empresa y de los recursos humanos: Waterpolo, balonmano, hockey hierba, volleyball… cuestiones de audiencia.

Aunque la palma se la lleva el campeonato del mundo conseguido por la selección de baloncesto –como ejemplo empresarial de moda-, recuerdo la medalla de plata de los juegos olímpicos de Los Ángeles de 1984, ante el mejor equipo de la historia de los EE.UU., al que la selección española le aguantó un tiempo –no había cuatro cuartos-. Ese “triunfo”, por poner un ejemplo, no mereció la atención del mundo de la empresa como ha pasado recientemente con Gasol y Cía.; Díaz Miguel, por seguir con el ejemplo, tampoco participó –hasta donde mi memoria alcanza- en foros de recursos humanos como Pepu Hernández. Tampoco en los 80 sabíamos lo que era el coaching, el mobbing, el “esting” o el “aquelling”. La moda de “anglosajonizarlo” todo no existía. De hecho, cuando alguien nos decía que iba a “shopear”, en vez de ir de compras, nos reíamos, no lo adoptábamos. Eran otros tiempos.

Actualmente, los medios –incluido este- nos hemos centrado en asuntos deportivos desde la perspectiva de la empresa y de los recursos humanos, y quizá estemos exagerando. Como anécdota no está mal, pero ahí se debe quedar. Intentar ejemplarizar un hecho deportivo para que los empleados tomen nota del mismo y mejoren así su rendimiento laboral es más una utopía que una realidad. Los líderes deportivos son, en muchos casos, superables; su ejemplo no es aplicable a la media de los mortales, empleados o no. Sus valores no son los mismos que los valores de la media de la población. Es más, ciertos comportamientos de esos líderes deportivos, en caso de ser aplicados en una empresa normal, conducirían a la aplicación de medidas disciplinarias de manera inmediata. No quiero con esto restar méritos a esos triunfos, que yo mismo he celebrado, pero dejémoslo ahí, no le demos más vueltas, no hagamos comparaciones odiosas. La Historia nos ha dejado multitud de ejemplos de deportistas que una vez estuvieron en lo más alto y, después, cayeron a lo más hondo. Eso sí, metían los goles más bonitos, las mejores canastas, los “match points” más espectaculares.

Además, no hay que olvidar que muchos deportistas de elite, individuales o de equipo, no dejan de ser empresas dentro de otras empresas, con sus agentes, asesores, derechos de imagen, empleados, negocios, etc. Vamos, igual que el trabajador medio.

Rizando más el rizo, no me imagino a un jefe diciéndole a un colaborador “esta semana quiero que te impliques en tu trabajo igual que Alonso en el gran premio de Turquía; así conseguiremos los objetivos”, o “a Ronaldinho le bastó un pase para conseguir un gol, a ver si te aplicas el cuento y cierras las ventas más rápido”.

Lo que sí me parecería interesante es conocer, por ejemplo, cómo gestionan sus recursos humanos las entidades deportivas que acogen a esas grandes estrellas del deporte. Cómo hacen para conjuntar al portero de la entrada del estadio con el que mete los goles en el campo, como forman a su plantilla, no sólo de deportistas, como es su gestión comercial, qué políticas de responsabilidad social aplican… aspectos desconocidos para un gran público que prefiere quedarse con el simple resultado de un partido.

Para finalizar esta loa a la disociación deporte – empresa, me vienen a la cabeza imágenes de altercados en recintos deportivos, peleas en las que participan profesionales y estrellas mediáticas del deporte; desde escupitajos a patadas, menciones a las madres y mamporros, malos modos en definitiva. ¿Igual que en la empresa? Y estas imágenes me vienen en el mismo momento en que veo en televisión varias escenas de violencia entre colegiales grabadas con teléfono móvil.

Quizá sería más beneficioso para el deporte y sus estrellas aplicarles determinadas buenas prácticas empresariales, y no al revés.

Otro día hablaremos de cocina y recursos humanos.