Diariamente podemos leer, escuchar y utilizar con profusión palabras como competencia y competitividad.
Competencia se utiliza, en entornos económicos y empresariales para referirse a las empresas que pugnan en un mismo sector por los mismos objetivos, mientras que en Recursos Humanos se refiere más a las habilidades, conocimientos y actitudes de las personas que componen las empresas.
Mientras tanto, competitividad se centra más en la capacidad para ganar, batir y acaparar la mayor parte del mercado posible.
Es característica intrínseca a las empresas, y hasta cierto punto obligación, el intento continuo de ganar en competitividad, siendo casi vehículo exclusivo para conseguir tal fin la mejora o incremento de la competencia.
Hasta aquí todo bien, lo malo es cuando las empresas, en un intento de ganar en competitividad, generan mayor competencia interna, pensando que esto convertirá a sus cuadros de venta en equipos más agresivos con el cliente y que, por tanto, su nivel de competitividad se verá incrementado.
Estos sistemas, ahora que se acerca la temporada de Navidad, que hay que hacer el último esfuerzo por alcanzar presupuestos y que se desata la “locura compradora”, son más y más comunes.
Hasta cierto punto, aquellas empresas que están acostumbradas a trabajar con estos sistemas a lo largo de todo el año, y que cuentan con unas políticas retributivas tremendamente claras dirigidas a tal fin, pueden, y de hecho consiguen, incrementar la competencia interna entre sus comerciales, pero es necesario tener clara también la política de Recursos Humanos que va a acompañar a estos agresivos sistemas de incremento de competencia, salvo que queramos vernos destrozados por nuestros propios envites internos.
Cuando no está claro quién es el “enemigo a batir” y cuál es el “terreno de juego” podemos encontrarnos con que un exceso de “efectividad competitiva” termina en un arriesgado descenso de la “competitividad”.
Veamos el caso del equipo de F1 McLaren-Mercedes:
El equipo cuenta actualmente con dos de los mejores pilotos del circuito; de hecho, su “senior” es bicampeón mundial. Ambos vienen de batir records: Fernando, el campeón mundial más joven del circuito de F1, desbancando con sus 24 años a todo un mito como Emerson Fittipaldi; y su “junior”, que viene de ganar magistralmente el campeonato de GP2 en 2006, cuenta con opciones de arrebatar este mérito a Fernando si consigue el campeonato de 2007, disponiendo de muchas posibilidades para ello.
Dos estrellas como estas, en un sector puntero en tecnología e I+D, donde el dinero no parece ser una limitación, trabajando para una gran empresa o gran escudería, con uno de los mejores coches del circuito, deberían haber asegurado a McLaren el Gran Premio 2007 desde sus comienzos.
Pero en un error de cálculo, Ron Dennis, Jefe del Equipo McLaren, establece una política nada clara dentro de su equipo, lanzando la premisa de “incrementemos la competitividad mediante el incremento de la competencia, y que gane el mejor”.
Resultado: El equipo está destrozado internamente, sus dos pilotos se dedican a competir entre ellos, tanto dentro como fuera de los circuitos, la tensión está presente en ingenieros, ayudantes, pilotos de prueba y pilotos oficiales.
Esta tensión se vive en todas las carreras, y tiene como resultado que, a una carrera del final de la temporada, ambos pilotos sigan compitiendo entre sí, pero sin haber desbancado a sus competidores; Kimi Raikkonen se encuentra con posibilidades reales de proclamarse campeón del mundo si se produce un error en los pilotos McLaren, y esto, en la última carrera, es más que probable.
En lugar de haber intentado limar asperezas, aclarar quién es el enemigo a batir y dónde se encuentra el campo de batalla, los pilotos de McLaren están más enfrentados que nunca, habiendo proclamado ambos que saldrán “a por todas”. Esto, en un circuito en el que se desarrollarán velocidades máximas superiores a 300 Km./h, es un riesgo de perder frente a la competencia por ganar en competitividad.
Estoy seguro que muchas empresas se estarán preparando actualmente para su circuito Interlagos, último circuito de la temporada de F1, que estarán poniendo a prueba sus motores, haciendo los últimos ajustes a sus equipos, planificando la estrategia de Navidad para alcanzar el ansiado premio de alcanzar o superar los objetivos, habrán puesto en juego sus estrategias para seleccionar a los mejores pilotos del circuito, para que dirijan sus equipos y conduzcan sus máquinas, de modo que no olvidemos que la competitividad se gana mediante el incremento de la competencia, pero que esta ha de dirigirse hacia fuera, y no hacia adentro.
El establecimiento de los sistemas de bonus, o de incentivos en la temporada de más ventas, puede dar al traste con toda la planificación de la empresa si no se plantea claramente a todos los implicados, si las reglas del juego no están claras desde el principio y si el Director de Equipo no tiene claro hacia dónde y cómo dirigir las competencias de sus estrellas.
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