No hay duda de que la televisión es uno de los soportes de comunicación preferidos por el gran público, quizá el que más –no sé como estarán las preferencias en relación con Internet-, pero esa gran audiencia es inversamente proporcional a la educación o nivel cultural que se adquiere al observarla. Salvo determinados programas, muy excepcionales, que sí podrían tener un elemento “culturizador” de masas, la programación suele basarse en una parrilla de consumo fácil y rápido que no haga pensar demasiado y de la que se pueda prescindir sin lamentarlo. Y en los meses de julio, agosto y septiembre más aún.
Hace poco descubrí uno de esos programas excepcionales con posible componente “culturizador”, al menos para aquellos a los que nos gusta eso de los recursos humanos por necesidad, obligación o amor al arte: La oficina (The Office, http://www.imdb.com/title/tt0386676/).
La oficina, serie norteamericana basada en otra británica de éxito, de la que copia título, formato y desarrollo, plantea un entretenimiento inteligente sobre el mundo de la empresa y del empleado, en forma de delegación de compañía distribuidora de productos de papelería. Híbrido de documental y “reality show”, The office plasma situaciones cotidianas que se podrían dar entre empleados de cualquier empresa del mundo y nos describe perfiles profesionales que ya querrían poder facilitar con la misma exactitud los diferentes tests y cuestionarios de personalidad existentes en el mercado.
Buscando analogías con otra serie europea de éxito sobre el mundo del trabajo, Cámera Café –brillante en sus inicios-, The office sobresale sobre aquella porque muy bien podría “estar basada en hechos reales”. Basta un capítulo o dos para darse cuenta que nos encontramos ante un producto especial, repleto de personajes ordinarios que le otorgan esa especialidad. No hacen falta efectos especiales, tipos o tipas duros, detectives fuera de lo común, médicos con mal carácter, superhéroes, extraterrestres… sólo personas normales. Es más, ni los propios actores gesticulan más de lo normal para lograr la risa del espectador, como suele suceder en las típicas “comedietas” de hoy en día. Basta una situación ordinaria para que un humor subliminal rodee la escena con un toque de genialidad.
Lo peor de todo, si es que se puede decir que hay algo malo, es que los trabajadores de esa empresa existen en la realidad, en todas las empresas, sobre todo si nos referimos a las figuras del director regional y de su subalterno, los personajes más cómicos y dramáticos –por similitud con la vida real- de la serie.
Los medios de comunicación, unos más que otros, y sobre todo los de información general, gastamos ríos de tinta hablando de la conocida obra de teatro “El Método Grönholm” y de su versión de cine “El Método”. La oficina se merece, como mínimo, ser analizada o escudriñada de la misma manera que lo fueron los mencionados métodos, y mirarnos todos el ombligo para ver con qué personaje de la serie identificamos a nuestros compañeros de trabajo y a nosotros mismos.
A alguno nos parecemos seguro, y será un buen pasatiempo o un buen motivo para hacer un “brainstorming”.
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