Las empresas se diferencian y tienen éxito por un factor principal: las personas que las componen. Que sean capaces de generar un entorno donde éstas estén cómodas y motivadas, y en el que puedan liberar el talento, la creatividad e iniciativa está siendo ya una de las primeras responsabilidades de las empresas.
En los últimos años han ocurrido cambios vertiginosos en el mercado laboral, como el incremento del número de puestos de alta cualificación, el descenso de las tasas de natalidad o la globalización de los mercados. Esta panorama ha generado un problema inconcebible hace años, la falta de recursos humanos en la cantidad y calidad necesaria para afrontar el panorama actual.
A medida en que poco a poco vamos entrando en el club del pleno empleo, es una constante entre las empresas intentar encontrar la fórmula mágica para atraer, motivar y retener el talento.
En esta búsqueda, las empresas tienen que desplegar todas sus armas de seducción. Tener una buena marca, reputación, será en este sentido una ventaja de valor incuestionable. Y es ahí, en la creación de esa marca, donde los factores emocionales juegan un papel muy relevante. Las emociones nos llevan a la acción; y de hecho, el 90% de las decisiones se basan en las emociones.
El Employer Branding y el Branding Emocional son, en este sentido, conceptos tan fascinantes como importantes en el reto de convertir las empresas en marcas atractivas para las personas, tanto a la hora de captar candidatos como a la de retener el talento en el seno de la organización.
El branding se centra en la exaltación de la marca a través de una conexión emocional profunda con, en este caso, el cliente interno. Es una estrategia basada en la comunicación de los valores y los atributos de la compañía. Hablar de branding, es hablar de un vínculo emocional.
No faltan en la bibliografía empresarial fórmulas para establecer esa conexión emocional. La mayoría hablan de un mix de elementos que satisfaga las necesidades de la plantilla, elementos como desarrollo personal, reconocimiento, conciliación…
Este modelo, sin embargo, está incompleto si no incluye un elemento clave, generalmente ignorado: el Espacio de Trabajo.
El entorno de trabajo ofrece un potencial único para suscitar y para proyectar emociones entre los trabajadores. Transmite cómo es esa empresa; si se preocupa por ellos, cómo se trabaja… En definitiva, si es verdad todo lo que cuenta.
Todos establecemos diferentes vínculos y emociones con el mobiliario y el entorno que nos rodea. La oficina y su equipamiento nos ayudan a satisfacer algunas de nuestras necesidades prácticas, como sentarse o archivar documentos. Pero más allá de su vertiente funcional, forma parte de un universo simbólico. El espacio de trabajo, con todos sus elementos, expresa valores y formas de hacer las cosas, habla de las culturas empresariales, es testimonio de cambios en las dinámicas de trabajo, confiere –o resta- imagen, evoca emociones, y, sobre todo, aporta – o libera- Calidad de Vida.
Cada vez más las empresas deberían pensar en el usuario y en términos de calidad de vida en el trabajo, que engloba todo aquello que perciben las personas en su relación laboral. Si quieren establecer vínculos emocionales positivos con sus empleados, tienen que ir pensando también en transformar sus entornos laborales en espacios humanos, pensados para el talento y orientados hacia sus personas. Espacios cómodos y motivadores, que, en definitiva, susciten y proyecten emociones.
Sin olvidar que un espacio de trabajo diseñado para sus usuarios incrementa su productividad en torno a un 20%.
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